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El barista, que triunfa en esta actividad, cree que «es el momento del café»
17 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Óscar vino al mundo en el sanatorio Álvarez y en su infancia olió el aroma de la panadería Carracedo antes de mudarse a la cimera del café Venecia. No tuvo demasiadas oportunidades de disfrutar a conciencia de una niñez feliz, ya que hubo de regalarle horas de ocio a la hacienda paterna. Y a los 23 años ya estaba al frente del Venecia, debido a un infarto de su padre. Fue el empresario hostelero más joven de la ciudad. Lo curioso es que tenía reservada una plaza en la banca. Yendo hacia A Coruña para iniciar su periplo bancario, al llegar a Ordes le dio la alegría de su vida a su padre al anunciarle que daba la vuelta para ocuparse del Venecia.
Pronto le imprimió su inquieta personalidad al establecimiento. «Comodidad, buen servicio, calidad, un excelente producto y un ajuste entre precio y calidad», han sido y son, en palabras de Óscar, sus criterios empresariales. Hoy es un personaje con caché internacional en el mundo del café y del barismo. Acaba de llegar de Milán de unas jornadas formativas y hasta finales de enero exhibe una agenda repleta. Pero se lo curró concienzudamente. Y su saber rompe límites: «Yo aprendo a diario».
Óscar es un hombre activo en su vida y en las redes sociales, y su ámbito se ensancha a pasos agigantados. De espíritu emprendedor, siempre tiene algo nuevo entre manos: «Estoy desembarcando en el mundo de las infusiones». Y, como en el café, el buen hacer es su lema. Mientras otros hosteleros colocan la bolsita en la taza, su infusión es muy elaborada. Y al precio de las demás.
Así no es de extrañar el tumulto de la clientela en la cafetería, mientras otros establecimientos penan la crisis: «Hay que intentar no hacer lo más cómodo y que entre la gente por la puerta». Por ejemplo, procura buscar opciones para las intolerancias, como en el caso de los celíacos, o adentrarse en fórmulas exitosas como el entonces inédito vermú de barril o los bizcochos caseros. Y a veces con riesgo de equivocarse, como le pasó con la fruta deshidratada, que no cuajó. Pero sí le salieron sublimes, verbigracia, las tostadas con aceite confitado.
El arábigo, el mejor
Alguien le comenta al redactor, antes del encuentro con Del Toro, que se va encontrar con la persona que mejor conoce el mundo del café, y con una retahíla de premios en su haber. «Es un orgullo que me digan eso, pero yo sigo aprendiendo siempre, y cuando doy ponencias o sesiones formativas aprendo también».
Tiene claro que «hoy es el momento del café» y la clientela se lo demuestra a diario. ¿Arábigo, robusta? «El arábigo es el mejor café del mundo», responde sin dudarlo. En su local, y a domicilio (muy asequible), sirve cuatro o cinco cafés «pero son los mejores que hay», asegura.
Como barista, Óscar es una eminencia. Confiesa que ese mundo «es un círculo cerrado que se está abriendo», con un mayor interés ciudadano y mediático. «La gente joven es la que más valora el café. Hay una horquilla de 20 a 45 años que demanda cafés de calidad», recalca.
España tiene «un nivel de baristas muy importante», refiere Óscar, quien a nivel internacional clava la chincheta en los países nórdicos, y sobre todo en Dinamarca, «la nación que más consume». ¿La que menos? «México».