Entre 1985 y 1988 asistimos, con la excusa habitual de los aniversarios redondos, a la resurrección literaria de Fernando Pessoa, del que se fue desenterrando desde entonces una obra inmensa que lo sitúa entre los grandes indiscutibles de la poesía del siglo XX. Es Pessoa un poeta oceánico, panteísta, múltiple, un cantor de odas y maelstroms a la altura de Whitman y Neruda, al que solo su condición de autor periférico ha mantenido lejos de los cánones y las pirotecnias académicas.
Pero qué importa eso. Basta con abrir esta cuidada Selección poética preparada por el sello gallego Faktoría K -tercer premio nacional a los libros mejor editados del año, con traducción de Xosé Ballesteros e ilustraciones de Pedro Proença- para reencontrarse con algunos de los mejores versos de este autor que era tantos autores a la vez que se tuvo que desdoblar en varios heterónimos para poder seguir avanzando en su creación.
Heterónimos
Era tal ese desdoblamiento de Pessoa en sus otros yos que, cuando tuvo aquella primera y única novia llamada Ofélia Queirós uno de sus heterónimos, el expansivo Álvaro de Campos, le escribió una carta a la prometida aconsejándole que «no se tomase en serio» a Fernando Pessoa. Algún crítico llegó a calificar esa extraña relación como un «ménage à trois virtual».
Comparecen en esta antología -que se cierra con un apéndice donde se reproducen los poemas en el portugués original- el propio Pessoa y tres de sus principales heterónimos: Ricardo Reis, Alberto Caeiro y Álvaro de Campos, de los que se han seleccionado trece poemas a modo de caleidoscopio y aproximación a la obra del autor de El libro del desasosiego. Aunque solo sea por volver a leer ese tesoro titulado Tabacaria, donde, a partir de una trivial visita al estanco de la acera de enfrente, Álvaro de Campos es capaz de arrancarle las entrañas al universo y plantarlas luego en sus versos, ya merece la pena sumergirse en este maravilloso volumen.