Leiva: «Los artistas vamos con cuidado para no ofender, y es una pena»

FUGAS

Rubén Martín

Mañana dará en A Coruña el segundo concierto de la gira de presentación de «Nuclear», su cuarto trabajo. Más de 8.000 personas lo esperan para cantar sus estribillos a voz en grito

10 may 2019 . Actualizado a las 12:12 h.

Asegura Leiva estar sorprendido por el lleno que mañana le espera en A Coruña (Coliseo, 22 horas, entradas agotadas). «Estuve dudando si elegir ese recinto. Me parecía que tenía un tamaño que no se ajustaba a mi dimensión de convocatoria. Al final, vamos a meter 8.000 y pico personas, cosa impensable para mí al principio», explica. Se trata de la segunda fecha de Nuclear, un nuevo disco que refrenda una de esas trayectorias en solitario insólitas. Igual que sucede con Dani Martin (y muy pocos más), supera en éxito incluso a la banda madre. En este caso, Pereza.

-Este será su segundo concierto de gira. ¿Usted qué piensa que los mejores conciertos son los primeros o los últimos de la gira?

-Eso depende. Personalmente, prefiero ver siempre los primeros shows de los artistas porque veo cómo va evolucionando la cosas, cómo empiezan y cómo terminan cuando los vuelves a ver. Probablemente, en A Coruña toquemos unas canciones que, dos semanas después, ya serán sustituidas por otras. Pero en los primeros conciertos ocurre algo que creo que es muy bueno para la música: la sensación de vértigo. En ese momento no hay nada mecanizado. Nadie está tirando de oficio, ni haciendo las cosas de manera rutinaria. Estás totalmente concentrado y totalmente conectado. Quizá en el concierto número 73 ya te puedes permitir el lujo de no estar tan concentrado.   

 -Su disco nuevo tiene algunas canciones que prometen una catarsis en directo. Me refiero a ¨"Nuclear”, “Maniobras suicidas” o “Como si fueras a morir”. ¿Cuando surgen estos estribillos delante de 8.000 personas uno se siente muy poderoso?

 -Sí, claro. Aunque, de momento, todo son elucubraciones porque aún no lo he probado. Las canciones que dices hay que ir probándolas a ver cómo funcionan. Uno se imagina cómo pueden llegar a funcionar en directo esa clase de estribillos que puede generar una comunión muy emocionante con mucha gente. Pero hasta que no las pruebe, te estaría mintiendo diciéndote que sí. El público es el termómetro e indica rápidamente qué es lo que funciona y qué es lo que no. En todo caso, el disco nuevo va a tener un espacio grande, eso seguro.

-Esos temas constatan una vez más lo fundamentales que han sido The Beatles en su música. Quizá por la estética de roquero, siempre se la asocie más a los Stones. Pero cuando uno va a la esencia de muchas de sus canciones aparecen ahí siempre los Fab Four. ¿Qué son The Beatles para usted?

-The Beatles es una referencia constante en mi carrera, porque es la banda que más he escuchado en mi vida. A diferencia de otros artistas que también he escuchado muchísimo, como los Stones o Dylan, a The Beatles los he estudiado. Me he leído libros de su ingeniero de grabación, he estudiado las armonías por las que transitaba McCartney… ha sido mi escuela. He aprendido muchos acordes que no conocía escuchando sus canciones. También la importancia que tiene una parte b instrumental en las canciones. Ellos le daban una importancia grandísima a cualquier parte de la canción, nunca hacían partes de tránsito. Cada cosa era muy importante. Por eso, cada vez que termino un disco me doy cuenta de lo presentes que están. En composición y en la producción también.

-¿Son su manual?

-Totalmente. A alguien que está intentando hacer música lo primero que le recomendaría es meterse en The Beatles. Estar unos años buceando y despedazado las canciones de The Beatles sirve para entender muchas cosas. Ellos tienen la fórmula. Ya no solo como banda o como compositores, como músicos también tienen mucho que enseñar. Si tú te pones a revisar a George Harrison como guitarrista vas a aprender mucho, porque es un tipo con muchísimos recursos de sonido, interpretación y técnica. Si te pones a escuchar a Ringo Starr, te va a pasar lo mismo. Como músico hay un montón de cosas que ha inventado él. Son tan completos que es imposible no tenerlos presentes.

-En su caso con orgullo y honor. No es un artista que intente ocultar la enorme deuda que tiene con ellos.

-No para nada [risas]. No tengo ninguna intención de ocultarlo, ni de venir a decirle al mundo que he venido a inventar nada. Hay 70 años de rock and roll a mis espaldas. Es muy difícil ahora mismo innovar. Es solo para elegidos. Los Muse, por ejemplo, gente que le da una vuelta tuerca al pop y el rock. No está mi prioridad reinventar el pop-rock. No está mi foco puesto ahí.

­-Cuando lanzó «Monstruos» (2016) dijo en La Voz que era la primera vez que decía «te quiero» en una canción. ¿Se ha sacado alguna espina con este álbum?

-Sí, hay una canción que se titula Lobos, en donde me permito por primera vez meter un ajuste de cuentas. No es una temática que suela practicar, ya que el resentimiento no suele caber en mi música. Esta vez me apeteció. Le sienta muy bien al rock tener algo con rabia que decir. Es una de las canciones que más disfruto cuando estamos ensayando.

-Al disco le da un tono oscuro muy agradecido. Da la sensación de que sus seguidores la van a adaptar y la van a proyectar en su respectivo traidor.

-Supongo que sí. Es lo que nos ocurre a todos. Tú a las canciones les pones la cara de quien quieras y todo apunta a que esta vez pasará exactamente eso.

-Hay otra canción extraña en lo estilístico: «Costa de Oaxaca». ¿Ese tema se podría haber escrito de no haber trabajado previamente con Sabina?

-Probablemente sea una consecuencia, aunque no es algo premeditado. Con Sabina estuve trabajando un año, viéndonos casi a diario. Eso tiene sus efectos. Justo después de terminar el disco, me fui a México, estuve en un pueblo de la costa de Oaxaca y compuse la canción. Al final ves cómo estás totalmente impregnado de todo aquel tiempo con Joaquín. Él dejó algo en mí y en esa canción se nota.

«Es clave aprender de la gente que es mejor que tú, como Sabina»

-Decía, cuando trabajaba en «Lo niego todo», que estaba aprendiendo la narrativa de las canciones, que él no situaba las canciones en un bar en abstracto, sino que las situaba en el Bar Pepe. En su nuevo disco los personajes aparecen, por ejemplo, en Paseo de Gracia, no en una calle sin más. ¿El toque Sabina?

-Seguramente venga de ahí. Es clave aprender en la vida de la gente que es mejor que tú, como Joaquín. Me ha dejado un montón de cosas, entre ellas esta que me dices. Él decía: «Seamos narrativos y expongámonos». Son dos cualidades muy importantes a la hora de componer.

-Siempre compone a partir de un verso. Estopa decía que el primero es la clave de toda la canción. ¿Piensa lo mismo?

-Totalmente. Si le preguntas a más artistas estos te dirán lo mismo. Hay muchas maneras de tirar del hilo de una canción, pero hay algo que te tiene que empujar. Para mí es un verso. Cuando empieza con un acorde o una melodía, la canción te puede llevar a un lugar maravilloso, vale. Pero cuando empiezas por un buen verso, buffff,... eso es insuperable. Para mí eso es el orden. Cuando tienes un verso te está dando un contexto y un concepto. Y, cuando lo haces así, ese suele ser el primero. El verso inicial de mi disco dice: «Creo que fui demasiado sincero y no lo quiero pensar». Cuando lo tenía apuntado en un cuaderno sabía que me iba a traer una canción. Y algo más. Me la trajo, pero además supuso el arranque del disco. Es muy importante partir del verso, porque te marca un camino muy claro y conciso por el que seguir luego. Lo difícil es tener ese verso [risas].

-¿Va con una libreta cazándolos al vuelo?

-Claro. Es nuestro oficio. Yo soy compositor, por encima de músico, intérprete y todo lo demás. Tengo que estar siempre con la caña de pescar en cualquier circunstancia. Siempre voy apuntando cosas que luego uso en las canciones. Hace poco hice la canción de una película, que todavía es un proyecto. Me leí el guión en un avión. La historia es difícil de trasladar a una canción. Lo que hice fue apuntar cuatro o cinco palabras descriptivas que me parecieron interesantes y construí una canción sobre cinco imágenes. Me ha gustado. Algo interesante.  

-¿Es el suyo un oficio de 24 horas?

-Sí, con servicio de urgencias y todo [risas].

-¿Es de los que pueden decir «la música me salvó la vida» sin que suene a eslogan publicitario?

-Sí. Lo hablo mucho con mis amigos porque es algo que da un poco de vértigo. No sé hacer nada que no sea hacer música. Y empecé muy pequeño. Solamente me he dedicado a hacer música, nada más. No tengo otro oficio. Y tiene ese punto romántico, pero, cuando te sientas a pensar en ello, te asustas. Desde luego que me ha salvado la vida. Sin ninguna duda.

-Siempre recuerda que el inicio de todo fue ver de crío a Buenas Noches Rose. ¿Ahora tiene algún referente de madurez?

-Hay un momento de tu carrera en el que el control de calidad te lo pones pensando en si un ídolo tuyo aprobaría una canción. Tienes un tema y dices: «¿Qué haría Ryan Adams? ¿Haría este acorde? Me ocurre lo mismo con Beck. Son dos artistas que tienen mucho compromiso con el texto, con la canción y con la producción. Los tengo muy presentes. Son grandes.

-Se ha puesto el traje, dejando atrás los vaqueros. ¿Una nueva etapa?

-Supongo que sí. Está conectado con el disco. Lo terminé y pensé que tenía que hacer las fotos del disco en Marruecos con un traje blanco. No sé por qué, pero estaba clarísimo. En el disco hay una conexión con cierta elegancia.

-Parece un dandi del pop. ¿Le interesa la moda?

-Sí, me gusta. Tanto el que presta atención a la moda como el que no se están posicionando. Todo el mundo tiene una personalidad estética. A mí me parece una forma de comunicar cosas. Siempre tuve muchos referentes de finales de los sesenta. Es una manera de mostrarte. Igual que cuando ibas al instituto y tu carpeta forrada era tu DNI. Llegabas a un curso nuevo y el que se sentaba a tu lado ponía la carpeta sobre la mesa y sabías quién era solo viendo con qué la tenía forrada [risas].

-¿Cómo era su carpeta del instituto?

-Por una cara tenía el Morrison Hotel de los Doors. Y la otra cara, mucho Black Crowes, Led Zeppelin, The Who… Tuve la fortuna de que mi hermano mayor tenía muchos discos y música muy buena. Las fotos que llevaba en mi carpeta no se correspondían con la edad que tenía. Mis amigos llevaban el Appetite For Destruction o Nirvana. Yo tenía a los Faces y cosas menos acordes con un chaval de 13 años. Pero, claro, era lo que sonaba en casa. Yo tenía una carpeta guay [risas]. A día de hoy, estaría orgulloso de mi carpeta.

-¿Sin gustos de los que avergonzarse?

-Tendría algún pecadillo, pero recuerdo mi carpeta como algo guay. Fíjate, la primera vez que toqué en directo lo hice en un colegio en Madrid. Lo hice con Mala Hierba, mi primer grupo. Yo tenía 13 años. Tocamos Light My Fire, de The Doors; Wild Thing, de The Troggs, y Remedy, de los Black Crowes. En el 93. Ya estábamos interesados en cosas interesantes, vaya.

-En su adolescencia el rock era aún algo subversivo. Tras el «grunge» el sistema lo asimiló totalmente. ¿Echa en falta aquel espíritu?

-Sí, claro. El contexto del rock ha cambiado, como el contexto social o los políticos. Los motivos por los que se metía alguien a hacer política en el 78 eran diferentes a los de los políticos que tienen ahora 37 años. Lo mismo pasa con el rock, que antes era una cosa un poco contra el sistema. Formabas parte de algo en donde le dejabas claro al mundo que tú eras «de los otros». Ahora tocan los Rolling Stones y en las zonas vip están los primeras espadas de la política, de las empresas, los presentadores de la tele…  Ya no es aquello de militar en una tribu . Aún hay quien conserva ese espíritu de ir a la contra como Robe Iniesta, pero en general el rock es muy diferente.

Rubén Martín

-¿Se siente de otra era cuando ve las nuevas formas de música urbana, las que parecen haber tomado ese sitio de rebeldía?

-Exacto. Hay dos momentos en los que me he sentido mayor. Uno, cuando veo que mis ídolos del fútbol son más pequeños que yo. Y otro, cuando vives un fenómeno tan grande, que está cambiando un montón de cosas estéticas, sociales y musicales, como es el trap. No forma parte de tu imaginario y de las cosas con las que has crecido. Te lo tienen que explicar. Ahí sí que me siento de otra era. Lo escucho con atención. Me parece un movimiento muy auténtico, socialmente hablando. Líricamente, me parece flojo. Son irreverentes y van a muerte con todo. Pero por el camino se está perdiendo mucho el cuidado de los textos. Es lo único que le reprocho. Pero esa urgencia punk me la creo. Es un movimiento auténtico.

-En la promoción de este álbum habló de que la obsesión de no molestar a nadie vaciaba a los artistas. ¿Le da envidia esta generación a la que, aparentemente, todo le importa un pito?

-Sí, lo hablamos mucho con amigos. Por eso digo que me conmueve esa parte punk. Entiendo perfectamente que un chaval de 13 años diga: «Buff, esto es lo que me gusta porque le da igual todo, se caga en quien se tenga que cagar, no mide, no le da miedo las represalias y va a muerte con su mensaje». Eso me parece muy puro. Me gusta y me da envidia. El resto de las personas damos nuestra opinión, pero hay miedismo. Cada vez que abres la boca hay un colectivo que se ofende. Y estamos transitando por un momento en el que los artistas vamos con cuidado para no ofender. Es una pena porque así se pierden muchas cosas.

-Hay una estética que se está cuestionando mucho, lo que llaman rock «machirulo». Usted viene de los Stones, los Faces y esa tradición. ¿Se ha sentido señalado? ¿Ha tenido miedo de que lo señalen?

-No, en estos tiempos que corren me parecería injusto que el blanco fuera alguien como yo, teniendo en cualquier radio 45 reguetoneros con el mensaje más machista de la historia de la música. Entonces, hay que contextualizar las cosas.

-Me refiero a que se pongan sobre la mesa temas como «Princesas», de Pereza.

-Creo que todos debemos revisar nuestro mensaje y nuestro machismo. Yo pertenezco a una familia feminista, me he educado así y creo que lo practico a diario. Soy una persona feminista. Pero sí que es cierto que en el rock ha habido recursos literarios machistas. También ha habido un imaginario que, a día de hoy, se considera machista. Siempre lo ha sido, pero nunca se había visto así. Creo que todo el mundo tiene que tener la humildad de revisar su propio mensaje y de revisar en su día a día cómo se comporta respecto al machismo, porque creo que nos hace falta. Pero la verdad es que me parecería injusto que se pusiera el foco en gente como nosotros, teniendo ahí este ultramachismo en el reguetón. Buff, es que creo que nosotros estamos mucho más abajo en la lista.

-¿Y qué le parece que eso se haga con efecto retroactivo revisando canciones de hace 20 o 30 años?

 -Todo el mundo tiene que tener autocrítica con lo que que hizo, pero vaya, creo que hay que poner el foco en lo de ahora. Tú pones un programa de hace 20 años y te echas las manos a la cabeza con el machismo que había.

 -Hace poco vi en la tele «Sufre Mamón», la película de los Hombres G de 1987. Vista en el año 2019, impresiona lo increíblemente machista y homófoba que es. Creo que hoy directamente no saldría.

 -Me puedo figurar. Es que hemos evolucionado mucho como sociedad, por eso da tanto miedo que nos llevemos un susto en las urnas con todo el movimiento de la ultraderecha y que pegue un patadón a todo lo que estamos consiguiendo. Queda aún mucho, pero pienso que es interesante y justo que miremos al presente y construyamos desde el presente. El resumen es que creo que todo el mundo debemos revisar nuestro propio discurso porque es la mejor manera de avanzar. No señalar con el dedo, porque primero hay que tenerlo limpio.