La literatura vive en los veranos

MERCEDES CORBILLÓN

FUGAS

cedida

11 sep 2020 . Actualizado a las 11:39 h.

Muchos veranos han llegado sin encontrar en mi alma a nadie, como si fuera una poeta destinada a morir en París y con aguacero. El verano es finito y a veces tórrido y casi siempre cruel porque llega sin tiempo. Llegas viejo, le decía César Vallejo en aquel verso, antes de escoger morirse en otoño sin tener claro en qué hemisferio. El verano solo sucede en las novelas, en la cortina deslizándose al ritmo del viento y de las risas de Daisy Buchanan en la mansión de la luz verde al otro lado de la bahía, o en el pastillero donde Nicole Diver encontraba consuelo mientras su marido se enamoraba de una actriz en una playa francesa. Un enamoramiento con cierta desidia, porque vivir da cierta pereza aunque seas rico y en tu jardín pasen los veraneantes más chic y más dipsómanos de la Riviera.

 ¿Dónde está?

El verano estaba en la mirada depravada de Humbert Humbert sobre Lolita y su traje de baño, o en la belleza inconsciente del joven Tadzio en una playa del Lido mientras Venecia se pudría de cólera y Von Aschenbach de pasión. El verano está en el dorso de la mano de una niña que tiene el tacto de una caracola en una novela de Erri de Luca. Una vez un amante me dijo que allí, con nuestros labios unidos bajo el paraguas de mi melena, le parecía estar dentro de una caracola. Me asomé rápidamente a la ventana para ver si estaba en una arenal de Nápoles y no en un motel de carretera. Unas luces de neón me trajeron de vuelta a la realidad. Ni rastro del Vesubio ni de peces que no cierran los ojos. Ni siquiera era verano. Mis veranos nunca vienen con tiempo para que suceda nada. La tristeza del verano en Antigua Luz «no era más que una leve pelusa, del tono de una delicada telaraña sobre la piel de la madura y reluciente manzana del amor». Normal, si tienes quince años y vives un romance con la madre de tu mejor amigo y además eres un personaje de John Banville, que es lo que yo querría ser de mayor. La literatura vive en los veranos o será que yo en verano, más que nunca, vivo en la ficción.