Milena ha escrito la misma novela que hace seis años, y bien hecho que está

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La escritora Milena Busquets
La escritora Milena Busquets

16 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre que tiene la ocasión, Milena Busquets dice que escribir le cuesta horrores y, sin embargo, sus textos, tanto las novelas como los artículos, trasladan al lector la sensación antípoda: su prosa, cotidiana y fresca, llega rodando, ágil y sutil, y aunque haya escrito la misma novela que hace seis años, Gema sienta tan bien como un vaso de agua fría garganta abajo cuando uno se muere de sed. Y eso todo lo compensa, ese confortamiento.

El primer libro de la hija de Esther Tusquets, También esto pasará -que no fue el primero, pero como si lo fuese-, supuso tal sonoro pelotazo editorial que Milena, hábil ella, exprime aquí la misma fórmula que tan bien le funcionó entonces: idéntica protagonista (mismo punto de madurez, mismos hijos, mismas vías de escape); similares dolores de cabeza, ligues y revolcones; iguales intentos (serios) de seducción desde la infancia tierna (ese deseo de que nos miren); exactas amistades con raíces sostenidas a golpe de mentiras compasivas, tan infravaloradas; y muertos, cómo no, que están muy vivos porque siempre están. También recupera esa manera de aferrarse a lo tramposo del recuerdo, raposo, que nos convence de que era primavera -el cielo despejado y algo de calor ya- cuando vimos por última vez a aquella niña en el colegio -y así lo asumimos, y lo defendimos inflexibles durante años-, a pesar de que fue una tarde oscura de invierno cuando abandonó el patio enfundada en un suéter azul pálido, y nunca más volvió. La vida, que no fue la que tanto tiempo creímos que había sido.

Nada en Milena es grave: ni en los conflictos en los que se las apañan sus protagonistas (a pesar de que no hay nada más trascendental que la cotidianeidad), ni en su particular manera de narrarlos. Y se agradece. Por supuesto, mucho tiene que ver la desahogada y cómoda burbuja socioeconómica que le funciona de atmósfera -lecciones en el Liceo francés, veranos en Cadaqués, vacaciones en alguna isla griega-, pero qué gusto ese sentido del humor, esa capacidad para despejarle el hierro a los asuntos, esa levedad sosegada en un momento tan irrespirable -siempre acechantes los aerosoles- como el actual.