Eva Acosta, biógrafa de Pardo Bazán: «Doña Emilia y sus cartas son un serial, hay que estar atento a la pantalla»

FUGAS

Emilia Pardo Bazán retratada por Fernando Vicente y Eva Acosta, autora de la biografía «La luz en la batalla», de Ediciones del Viento.
Emilia Pardo Bazán retratada por Fernando Vicente y Eva Acosta, autora de la biografía «La luz en la batalla», de Ediciones del Viento.

«Quitar de un plumazo la figura de Pardo Bazán de Meirás me parece tan gordo... Espero que su legado no se mueva de Galicia», manifiesta quien dice que la vida de la escritora y la historia de España se parecen «en todo»

22 feb 2023 . Actualizado a las 15:38 h.

Ávida lectora de clásicos de niña, que le valió la fama de pedante, revolucionaria como el 68 en su producción literaria y su manera de sentir, amante apasionada de la cocina y de la moda, introductora del naturalismo en España, «radical feminista» (en sus propias palabras) que no se dejó atrapar. Toca a su fin el año de Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 16 de septiembre de 1851-Madrid, 12 de mayo de 1921), pero la luz en la batalla no se apagará. Doña Emilia seguirá siendo celebrada en el 2022, porque aún da mucho que celebrar. Podemos descubrirla, y disfrutarla, como pionera de la novela criminal, leer ya en gallego La Tribuna, poner las manos al fuego intenso de sus cartas a Galdós («¡Cuándo volveré a estrecharte en mis brazos, mono, felicidad mía, cuándo será!», le escribe en el momento cumbre de su relación), verla crecer entre libros e ilustres o, ya en las postrimerías, entregada a la rutina de su vida en Meirás, con sus meriendas con paseo para la flor y nata de la sociedad gallega de un estrenado siglo XX. «Ella sigue viva y no se deja atrapar. Se escapa entre los dedos», advierte Eva Acosta (Sevilla, 1957), autora de la biografía Emilia Pardo Bazán. La luz en la batalla, que ha reeditado Ediciones del Viento para darnos el placer de retozar entre las letras y las peripecias de una prolífica intelectual viva, que «sigue poniendo nerviosos a muchos». Las raíces, los pecados de juventud, los años gloriosos y los definitivos, y las amistades peligrosas de Pardo Bazán hacen que las 600 páginas de esta biografía de Acosta vuelen de las manos, ojo avizor.  «Un año cumplidito hasta el final, muy intenso, el año Pardo Bazán», valora la profesora sevillana, que participó en el congreso internacional sobre la escritora celebrado este otoño en A Coruña. 

-Intenso y excesivo, como Pardo Bazán..

-Para los que no sean acérrimos, desde luego. No es por hacer comparaciones, pero se habló menos de Pérez Galdós en su centenario, me da la sensación...

—Aún estamos descubriéndola. Y esta doña Emilia es más divertida y apasionada que la severa autora de «Los pazos de Ulloa» que entraba en el programa escolar.

—Sí. El gran interés de esta celebración del centenario está en leerla, en encontrarte de sopetón, como me encontré yo con 20 años, con una novela como Insolación, encontrarte con un personaje absolutamente vivo, próximo y dueño de un discurso que no me había llegado de otros autores de la época. Para mí fue un deslumbramiento. Las contradicciones de doña Emilia hacen rico el personaje. No deberíamos quedarnos solo con Los pazos de Ulloa, como entresacando una bola de helado que se extrae de una obra inmensa e interesantísima. Hay mucho más.

­—¿Aún es «avant-garde» en el XXI?

—Es una mujer tremendamente inteligente y observadora, que conecta además con una banda social y cultural que hoy está muy viva en España. Leer a Pardo Bazán no es leer a Jane Austen. En Pardo Bazán lees una obra del XIX, pero, cuando estás tranquila, ¡hay un regate! Me han gustado y divertido mucho dos cosas este año: ver que hay mucho investigador joven interesado en Pardo Bazán y ver cómo doña Emilia sigue cabreando igual que en su época. Desde el mundo nacionalista se le reprochan cosas que... ¡Vamos a ver, que estamos hablando de una mujer del XIX! Pardo Bazán sigue poniendo nerviosos a muchos, como hacía con los neocatólicos de su época. No es que quiera yo comparar tampoco a los nacionalistas con los neocatólicos...

­—En el XIX debió de haber muy pocas como ella, con su cabeza, su talento y su coraje. 

—Hay un montón de mujeres en el XIX valientes e interesantes, pero suelen acotar menos territorio que ella. Pardo Bazán es el imperio chino en este sentido, pero no es un champiñón en el páramo femenino del XIX. Por ejemplo, Rosario de Acuña es interesantísima. Ella sí hizo el viraje de un estrato social alto a persona comprometida en lo social. Hay todo un mundo por divulgar. En el feminismo no faltan referentes. Los hay, pero hay que desempolvarlos. Doña Emilia quedó oscurecida, pero no sepultada por las cenizas del tiempo. Porque... ¿quién puede sepultar eso, esa potencia de mujer? 

­—Intentos hubo entre sus ilustres contemporáneos. Y, en el prólogo de su biografía, recrea cómo Carmen Polo quemó la correspondencia de Pardo Bazán a su llegada a Meirás en junio de 1938.

—Eso dice un investigador y nadie le ha dicho que no desde el 63... Yo hago una recreación literaria de esa visita de Carmen Polo a las Torres de Meirás el 8 de junio de 1938.

—¿Pero hay una parte de la correspondencia que sigue inédita? ¿Y las cartas de Galdós?

—Yo pienso si llegaron a devolverse las cartas. Si ella le devolvió a Galdós las cartas que él le escribió no sé qué hizo él con ellas. ¡Quien está claro que no se las devolvió fue él a ella! Esto es como un serial, hay que estar atento a la pantalla.

­—Valera decía que no había que tomarla en serio, que «como toda mujer, se enamora de todo lo que hace ruido, sin ton ni son» y entre sus enemigos acérrimos estuvo siempre en posición destacada Clarín. ¿A él le mataba la envidia?

—Según ella, era grande el ego de los autores de su tiempo. Según Clarín, esta señora se metía en todo. Y además ella no le hizo una reseña de La regenta. Eso le tuvo que sentar muy mal a él. Pero, por más que ella fuese de una indiferencia olímpica ante la cámara, ¡de indiferencia nada! Debió de sufrir mucho con sus ataques. Lee lo que le escribió a Emilio Ferrari cuando murió Clarín, está en la biografía. Con Clarín doña Emilia no entró al trapo, y eso a él debió de mosquearlo más.

-Doña Emilia sería aún «mucho voltaje para la RAE», nos dijo a principios del 2021. ¿Entraría al fin en la institución? La RAE la ha sentado, para resarcir el histórico agravio, en la inexistente silla 47...

-El equivalente a Emilia Pardo Bazán hoy sería alguien extraordinariamente extremo. Ella se nos escapa entre los dedos... Tiene presencia en la alta sociedad, se codea con la flor y nata, está en todas las salsas de la cultura. No sé me ocurre hoy otra personalidad igual.

—¿Pero sería una especie de Marta Sanz? 

—No sé. Tendría que ser al tiempo una Marta Sanz y una Carmen Lomana, ¡y eso no existe! Me viene a la cabeza Almudena Grandes; que es curioso que falleciese en el centenario de Pardo Bazán. Grandes dijo en una entrevista en la radio que no tenía interés en entrar en la RAE. Quizá hoy, si no tuviese que quemar tantos cartuchos para ser visible, a Pardo Bazán ya no le interesaría tampoco entrar en la RAE. Lo que está claro es que los combates que tuvo que librar Pardo Bazán son los que nos permiten tener las autovías que tenemos las mujeres del XXI, que son solo de dos carriles, y aún pueden ser más... Doña Emilia está viva y eso al cabo de cien años no está nada mal. 

-¿Hoy estaría con el feminismo «mainstream», se pondría la camiseta? Dejó escrito, como recuerda su biografía: «Soy una radical feminista», pero también «Tengo poco de socialista y menos de comunista e internacionalista; el individualismo y el diferentismo son para mí ideales supremos de la condición humana». Cuesta verla abrazando el concepto de sororidad...

-Ni idea, eso para mí es como lo de las películas de Abraham Lincoln matando vampiros. Ella fuera de su época no se concibe mucho. Hace gracia pensar en, si Cervantes estuviera hoy por aquí, ¿quién sería, Pérez Reverte o...? Pero eso no tiene trascendencia más allá de una conversación de café. Pero Pardo Bazán recibió de todos sitios, de hombres y mujeres, de muchas feministas de su época  y de otras señoras rangé que pensaban que no tenía sitiro dentro del modelo. Recibió de muchos sitios, la pobre mía y, a pesar de todo eso, mantuvo su humor, su brío, su ironía, su indiferencia de cara a la galería, siempre su habilidad para la escritura.

-¿Dónde es más ella, en qué obra suya la podemos ver más, sin la pasamanería de la ficción?

-En La Quimera. Se puede empezar por por los cuentos en el instituto, ya en bachillerato leer Insolación, que no pasa nada... y ella solita te va llevando de la mano. Al tiempo que escribe la delicia Insolación escribe también Morriña, que es melancólica y habla de amor igual, es una simetría divergente, curiosa, con Insolación. No se agota... 

—Viendo su apasionamiento y el apego a sus hijos que tenía como madre, que reflejan sus cartas, no me la imagino en el Club de las Malasmadres hoy. Ese sentimiento maternal sorprende en una mujer de la alta sociedad, intelectual, del XIX.

—Habrá quien te diga que tenía a sus hijos bastante en manos ajenas. No hay por dónde cogerla... Por eso me sorprenden tanto las interpretaciones de doña Emilia que dicen: «Y es así, pum, la meto en un recuadrito y ahí se queda». Pero está todo el día relatando de sus hijos, muchas veces se los lleva a los viajes, se llevó mil decepciones con el hijo, pero al tiempo cuando él se va a la guerra de África lo admira. Creo que su vida como madre tuvo luces y sombras, muchos altibajos, como todo en su vida, porque era muy intensa ella. Si lees las cartas a su amiga y comadre Carmen Miranda es que te puedes morir de risa. Es muy divertida, tiene mucha retranca, qué maravilla. Soy mala para hablar de Pardo Bazán, porque me cautiva, con todos sus errores y su genialidad. Me preguntaba un periodista hace unos meses qué haría si la conociera, si estuviera viva y me la encontrara... Yo no diría ni mu, me quedaría quietecita. Según el día, tenía que tener sus momentos. Fue una personalidad poderosa, qué señora. Parece mentira que no le grabaran la voz, que sí hay de contemporáneos suyos. ¿Cómo sería la voz de Emilia Pardo Bazán? ¿Sería soprano, contralto? [risas]

—¿En qué parecen la vida de Pardo Bazán y la historia de España?

—En todo, todo. En la historia de España hay épocas turbulentas, contradictorias, parceladas... Y eso le tocó a Emilia Pardo Bazán.

—Las llaves de Meirás se entregaron al Estado. ¿Qué pasará finalmente con el pazo de Meirás? No será la memoria del Caudillo... ¿no?

—Para mí, personalmente, se le puede dar una sala en el sótano a la memoria del Caudillo, francamente... Lo de dedicar una parte a la memoria de la represión franquista, no te digo que no. Estamos hablando de la casa de Emilia Pardo Bazán, su casa. Quitar de un plumazo la figura de Pardo Bazán de Meirás me parece tan gordo... Ya nos iremos enterando con el paso del tiempo. Yo espero que su legado no se mueva de Galicia y estaría bien que también en Meirás hubiera algo. Porque aquella, insisto, era su casa.