Tres pesos pesados como Los Planetas, Nacho Vegas y León Benavente coinciden en el tiempo lanzando sus nuevos discos en pocas semanas
04 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.El tapón de la pandemia no podía seguir ahí, interrumpiendo el flujo musical natural. Los grandes grupos, que necesitan una dinámica relativamente normal para lanzar disco y presentarlo en directo, ven este 2022 como el año para reanudar las cosas donde quedaron. En el ámbito del rock independiente español ya se ha notado. Tres de los grandes acaban de sacar disco, proporcionando un mes de enero de reencuentro, mientras en calendarios ya lucen las fechas de sus próximos directos. Lo que todos los melómanos desean y —crucemos los dedos— parece que se va a lograr este año. Aunque sea con mascarilla.
La pandemia se ha colado en varios de los temas del nuevo disco de Los Planetas, Las canciones del agua. En La nueva normalidad planean un futuro de saqueos derribando el capitalismo. En El negacionista juegan con las verdades y mentiras de la pandemia. Y en El rey de España incluso meten trazos irónicos respecto a la excusas del rey emérito («La culpa es de los que están de fiesta /Que se saltan toda restricción / Y rompiendo el toque de queda»). Estos temas que fueron publicando a cuentagotas conectaban con el sonido del grupo del período 2000-2004. ¿Qué había pasado con el giro flamenco y marcadamente andaluz? Pues en el resto del disco. Sale en la versión de La moralla de Carlos Cano y la popular Alegrías de Graná. Pero, sobre todo, en El manantial, con sitio desde ya entre lo mejor del grupo: 12 maravillosos minutos trotando con piano, guitarra y amor por la poesía de Lorca. Memorable.
Nacho Vegas, por su parte, acaba de editar su mejor obra del último decenio, Mundos inmóviles derrumbándose. Con la idea de la ternura y la muerte planeando, como si la segunda nos llevase a la primera, el disco arranca demoledor con una canción sobre el suicidio de una amiga, Belart («Qué fácil es para una rosa morir; no se oye ningún lamento / Qué duro fue para ti sobrevivir después de otro aplastamiento»). Y en su transcurrir nos lleva a Ramon In, seguramente la cima del álbum. Dedicada a otro amigo del ambiente gay y travesti de su ciudad, se trata de una reflexión a corazón abierto sobre lo efímero de la vida y cómo ven los que se quedan al que se fue («qué hicisteis aquel día los que le queríais /yo exijo en esta canción que quiten a Pelayo y pongan a Ramón»).
En este disco, Nacho Vegas cambió a sus músicos. Antes lo respaldaban León Benavente, quienes han obtenido una proyección tal en los últimos años que no podían mantener la duplicidad. Su disco, el cuarto ya de su carrera, es Era. Responde a las claves del rock, son caricia pop, interpretación casi en spoken word, ritmos hipnóticos y toque electrónico. Lo que ha variado es la cantidad de los ingredientes. El ritmo se ralentiza, la electrónica incrementa su protagonismo y la banda pierde la pegada urgente y guitarrera de otros momentos. Es el colchón que usa Abraham Boba para, con su voz clara, trenzar versos sobre sus recuerdos juveniles musicales (La cámara de ecos), recomendar no colarse en los tramposos bucles de la nostalgia casi en modo autoayuda (Di no a la nostalgia) o lanzar un dardo mordaz a otras generaciones (Viejos roqueros). Eso sí, desde una postura de veteranos del indie-rock que fácilmente le puede venir de vuelta, cuando unos veinteañeros agudos la repliquen.