Carlos Núñez: «Castrelos me cambió la vida. Me gustaría volver a tocar allí»

FUGAS

Mónica Irago

El gaiteiro presenta en directo su disco «Celtic Sea» en «Lugares mágicos» de una Galicia para la que reclama el liderazgo del sentimiento y la conexión celta

19 jul 2024 . Actualizado a las 23:04 h.

Llegadas estas fechas, para acreditar la certeza del verano, mucho mejor que mirar al cielo es echarle un vistazo al calendario de conciertos de Carlos Núñez. Si asoma en él la gira Lugares Mágicos, efectivamente, aunque el termómetro asevere lo contrario, estamos en pleno estío. En las próximas semanas, el gaiteiro presentará su disco Celtic Sea en el Parador de Baiona, en el monasterio de Oseira, en los pazos de Goián y Baión, en la Fundación Manolo Paz y en el mirador de Monteferro. «Lugares mágicos es un alegato a hacer conciertos en los que lo más importante es la música. No son macrofestivales. Son conciertos casi en familia, en los que el público está sentado, disfrutando en la naturaleza, en lugares históricos, cargados de cultura, con un gran respeto por el impacto ecológico y aprovechando el espectáculo natural de la puesta de sol», explica.

—Has hecho conciertos en escenarios tan fascinantes como inverosímiles. ¿Tienes alguna espinita clavada, algún «lugar mágico» al que te gustaría ir?

—Me encantaría volver al auditorio de Castrelos, en Vigo. En el 2024 se cumplen 40 años de la primera vez que toqué en Castrelos y 20 años de mi último concierto allí.

—¿Te sientes poco profeta o poco reconocido en tu tierra?

—Para nada. Todo lo contrario. Estoy supercontento del cariño que me manifiesta la gente. Y la prueba es que toco muchísimo en Galicia. Aquí está el mejor público del mundo, sin duda alguna. Pero bueno, sería precioso volver a Castrelos. A mí ese escenario me cambió la vida.

—En estos conciertos, además de «Celtic Sea» entero, ¿haces alguna otra pieza?

—Sí, por supuesto. El común denominador será Celtic Sea, pero a partir de ahí introducimos variantes relacionadas con los espacios que nos acogen. Por ejemplo, del monasterio de Oseira a mí siempre me fascinó la historia de Syd Barret, el fundador de Pink Floyd, que se recluyó allí con los monjes en los años 70 para inspirarse. Y en Oseira descubrí que, efectivamente, es un lugar perfecto para tocar, no melodías cortitas, sino música de gran desarrollo, como era el rock sinfónico de Pink Floyd.

—¿Qué te parece la decisión de dedicar el Días das Letras Galegas del 2025 a las cantareiras y a la poesía popular oral?

—Me parece estupendo. A lo largo de la historia, la música de tradición oral y las gaitas han ido de la mano. Donde había pandeireteiras y mujeres que cantaban solía haber también un gaiteiro.

—Sin embargo, en la actualidad da la sensación de que las pandeireteiras le han comido un poco las papas a los gaiteiros.

—Yo me alegro muchísimo del éxito de las pandeireteiras. Desde mi primer disco he invitado siempre a pandeireteiras a participar en todos ellos. Todos bebemos de la misma raíz. Mi único temor es que esto se quede en un fenómeno, en algo superficial y que luego desaparezca. Un poco como nos pasó a los gaiteiros con aquel gran auge que vivimos en los años 90. Mi deseo es que el éxito de las pandeireteiras se consolide en algo sólido y profundo de cara al futuro, una vez que se pase la moda.

—En diciembre me decías que una de tus misiones era conectar con las nuevas generaciones, ¿cómo va ese proceso?

—Pues muy bien. Continuamente estoy invitando a gente nueva y ahora mismo lo que estoy intentando es hacer mucho equipo intercéltico, con músicos maravillosos de todos los países atlánticos. Hay un sentir general de celebrar esto que nos une, lo que llamamos los países celtas. Y hay gente joven muy buena en Irlanda, en Escocia, en Gales, en Bretaña, en toda la cordillera norte de España...

—¿Y en Galicia? ¿Hay relevo?

—Bueno, el relevo hay que trabajárselo. Hay instrumentos como la gaita que tienen una parte de virtuosismo que requiere encerrarse y estudiar desde muy jovencito. Se suele decir que Jimmy Hendrix solo podría haber salido de Seattle, porque allí llueve mucho y él lo que hacía era encerrarse en su casa y tocar. Nosotros también compartimos eso. La lluvia es un gran aliado para encerrarse y estudiar. Detrás de cada virtuoso hay miles de horas de estudio y de trabajo con el instrumento. Sin embargo, las nuevas generaciones tiran más de la electrónica, de esa idea de que la máquina trabaje por ti. Me decía José María Barbat, presidente de Sony, que el sueño de muchos jóvenes ya no era tener éxito en la música para irse de gira por el mundo sino hacerse famoso desde la habitación de su casa. Pero con la gaita, sí o sí, vas a tener esa parte de sacrificio. El sufrimiento es parte del proceso. Y tienes que pasar por eso. Paco de Lucía decía que para tocar flamenco había que sufrir. Bueno, pues con la gaita, un pouquiño tamén.

—Eso en cuanto al relevo en cuanto a instrumentistas, pero ¿cómo está el relevo en cuanto a artesanos fabricantes de gaitas?

—Mis flautas me las hacen en Alemania y en el Reino Unido pero mis gaitas siempre me las hacen en Galicia. En los últimos años he trabajado mucho con los artesanos que han ido poco a poco perfeccionando los instrumentos que talló el maestro Mateo en la catedral de Santiago y estamos consiguiendo que la orquesta del Pórtico de la Gloria ya suene como una verdadera orquesta medieval. La hemos puesto a funcionar solo dos veces y es algo impresionante. Esa es para mí la verdadera música del Camino de Santiago. No el pop. Sería muy importante prestarle más atención a eso. Me parece fenómeno tirar del dinero público para para traer a grandes artistas internacionales pero yo creo que sería tan importante el que invirtiésemos más en nuestras marcas propias.

—Como con el sur, ¿también habría que decir que el Atlántico también existe?

—Mi sueño con Celtic Sea siempre ha sido el de hacer equipo, poner en valor el Atlántico como una casa común y sacar a la luz todas las bondades de este océano del que muchas veces nos olvidamos. Tenemos al Mediterráneo como el mejor mar de España, pero el Atlántico, a pesar de ser el hermanito olvidado, está demostrando ser maravilloso. De hecho ya se ha convertido en un nuevo destino turístico de moda. Pero el Atlántico es algo más que un destino turístico. Es cultura, es historia, somos una familia y la música celta es nuestra lengua universal. Eso es algo maravilloso y muy poderoso, porque une a países muy diferentes. Galicia debería capitanear todo esto de una manera natural y sacarle mucho más provecho a la música y a la conexión celta.

—¿Echas de menos un compromiso con el mecenazgo y con el apoyo a la cultura, como el que, por ejemplo, mantiene Brittany Ferries?

—Sería maravilloso que nuestras empresas empezasen a apostar por nuestras marcas propias para hacer marca internacional. Me escama un poquito cuando veo marcas gallegas que, cuando están por ahí fuera, para su promoción tiran del flamenco. Pero bueno, con el tiempo también he aprendido a no esperar. Que se sumen cuando lo sientan. Ahora mismo ya se ha sumado Brittany Ferries y otras muchas marcas más de todo el ámbito atlántico. Yo creo que ganaríamos todos mucho más haciendo marca propia. Pero, insisto, doctores tiene la Iglesia y cada uno escoge con quién quiere ir de la mano.

—Algunos grandes macrofestivales se están abriendo a otras músicas, incluidas las músicas de raíz. Si te invitasen a participar en alguno de ellos, ¿aceptarías?

-Yo he tocado en muchos festivales por toda Europa. Los festivales son interesantes en ciertos momentos de las carreras. Pero cada cosa tiene su momento. Y ahora mismo yo siento que mi papel es sembrar donde estoy sembrando, en lugares mágicos. Llevar la música a lugares bonitos, en los que el público esté cómodo y a donde la gente vaya a disfrutar la música. No disfruto de los macrobotellones.

  • BAIONA. PARADOR. VIERNES 19. 20 H. 27,50 EUROS
  • OSEIRA. MOSTEIRO DE SANTA MARÍA. DOMINGO 21. 20 H. 27,50 EUROS