El perdón en las familias es un misterio para mí, cómo llega y cómo perdura. Así acaba un cuento de Alice Munro, uno que está en un recopilatorio bajo el título de otro relato, Algo que quería contarte. Me imagino a su hija Andrea acercándose a su madre con esa frase en los labios: hay algo que quería contarte. No sé si Alice, escritora famosísima por su increíble talento para contar lo cotidiano, lo invisible, lo anodino, eso donde casi siempre se esconde la verdad, tendría en aquel momento curiosidad por lo que su hija, de 25 años por aquel entonces, quería decirle. Quizás su instinto le previno e intentó evitar la conversación. Todos sabemos que es bueno saber, pero no tanto. Igualmente hubo de oírlo. Su marido, ese con quien dormía cada noche desde hace décadas, se había metido en la cama de su niña cuando tenía 9 años y siguió haciéndolo hasta que esta tuvo cuerpo de adulta y dejó de interesarle.
Madre es una palabra sagrada que se descompone cuando menos te lo esperas. Esta madre, que llegó a recibir el premio Nobel de literatura, se sintió traicionada, quizás más por su hija que por su cónyuge. Todo el mundo sabe de sus debilidades, las de los hombres, sería misoginia pedirle a ella que escogiera sacrificarse por el bienestar emocional de su hija. Al fin y al cabo, todo había pasado hacía demasiado tiempo. Hay cosas que se superan en silencio. Eso no sé si llegó a decírselo, pero seguramente lo pensó, porque solo se separó del individuo durante unas semanas, como si fuera un asunto de celos, un simple affaire pasajero que es fácil de superar en un cualquier matrimonio. En su descargo, él dijo que había sido seducido por la criatura, como un Humbert Humbert de carne y hueso y no inventado por Nabokov. Esas confesiones escritas, que él consideraba justificaciones, lo llevaron a ser juzgado y condenado. Nada impidió que Munro siguiera con su relación. Cómo siguió viviendo con el tipo que había abusado de su propia hija, convirtiéndola en víctima por segunda vez, es un misterio que me cuesta entender, me repugna, pero me hace más necesaria que nunca la literatura, incluso la suya.