La Barcelona burguesa y la emigrante se enfrentan por ser la película catalana del año en «El 47» y «Casa en llamas»: ¿cuál ganará?

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El actor Eduard Fernández interpreta a Manolo Vital en la película «El 47»
El actor Eduard Fernández interpreta a Manolo Vital en la película «El 47» FUGAS

Ambas producciones se han colocado como dos de los filmes catalanes más interesantes y de mayor éxito en taquilla del año

11 oct 2024 . Actualizado a las 12:16 h.

El cine catalán y en catalán está en racha. Dos de sus obras han llenado las salas de espectadores de toda España, y lo siguen haciendo. Tanto Casa en llamas, de Dani de la Orden, como El 47, de Marcel Barrena, siguen en cartelera tras varios meses y semanas, respectivamente, desde su estreno. Un éxito que asoma al séptimo arte dos caras opuestas de la sociedad catalana. La primera muestra una burguesía en decadencia al ritmo de los ricos también lloran, y la otra escruta con detalle los sinsabores de los que comienzan la vida sin dinero y tienen que salir de su hogar a buscarlo.

El filme Casa en llamas se ha convertido en la película en catalán más taquillera de la historia. Estrenada el pasado 28 de junio, ha recaudado más de dos millones y medio de euros y suma casi 400.000 espectadores. Escrita por Eduard Sola, narra la complejidad de la vida a medida que se cumplen años. Reto que hace a través de una familia en disolución, que es incapaz de mantener relaciones sanas. El escenario elegido es una deslumbrante casa en la Costa Brava, que la matriarca trata de vender.

El 47, por su parte, ha sido el segundo estreno más importante de una película en versión original catalana en la última década, solo superado por el debut de Alcarràs en el 2022, que llegó a las salas con el Oso de Oro del Festival Internacional de Berlín bajo el brazo. Lleva recaudados 1.256.074 euros y anota 189.922 espectadores. Escrita por Marcel Barrena y Alberto Marini, recupera el acto de disidencia pacífica y el movimiento vecinal que capitaneó Manolo Vital, el conductor de autobús de la línea 47 de Barcelona, que lo secuestró un día para llevarlo hasta su barrio, Torre Baró, un suburbio incomunicado de la ciudad condal de los años setenta. El escenario de este filme también es una casa y una familia, pero que trata de mantenerse unida porque es la única manera de mantener su futuro a flote y su vivienda, construida por ellos mismos, en pie, literalmente.

Personajes de la película «Casa en llamas», interpretados por Enric Auquer y Macarena García.
Personajes de la película «Casa en llamas», interpretados por Enric Auquer y Macarena García. FUGAS

Es fácil entender el éxito cosechado por ambas películas. Las dos son obras bien dirigidas, bien escritas y, sobre todo, bien interpretadas. El barcelonés Eduard Fernández consigue emocionar a bordo de un autobús en el momento justo, con un acento catalán muy español, como diría el Pescaílla. Y Emma Vilarasau, en Casa en llamas, carga de matices la idea de lo que tiene que ser una madre. Ambos son las puntas de un gran elenco —todos los actores y actrices están bien— donde sobresale Clara Segura. Presente en las dos películas, consigue, a través de sus ojos, imprimir la dosis justa de realidad y emoción. El espectador gallego recordará a esta actriz por su impecable papel en Mar adentro y esa llamada telefónica donde se despedía de Ramón Sampedro.

Los dos filmes también cometen errores. Casa en llamas naufraga en un final demasiado rocambolesco, que se aleja de la verité familiar. Y a El 47 le sobra la escena paterno-filial en presencia policial. Son pequeños fallos que, en cambio, no permiten decantarse por qué película es mejor. Una encomienda que también será compleja para el espectador que vaya a verlas. Lo cierto, la foto finish en esta ocasión vendrá determinada por la clase social a la que pertenezca la audiencia.

Los que se sitúen como parte del proletariado empatizarán en el drama burgués con la complejidad de las relaciones entre padres e hijos y el nivel de toxicidad que pueden alcanzar. Pero se alejarán de la historia al ver la casa de la Costa Brava, que pueden vender para pagar la residencia de la abuela, la jubilación de la madre o la carrera musical del hijo. Una bonanza económica que el espectador burgués obviará para abrazarse a la idea de que la vida es dura, aunque se tenga dinero.

En cambio, los trabajadores verán en El 47 las ganas que se te quitan de vivir cuando no hay nada en el bolsillo. Un sentimiento que consigue llegar a la corteza cerebral burguesa, pero que pronto se diluye por ese mecanismo neuronal que rechaza los pensamientos negativos, como son verse obligado a emigrar, no tener un techo digno donde vivir o no poder dar un buen futuro a tus hijos. Un futuro sin oportunidades por el dinero.