DEPORTIVO
25 oct 2001 . Actualizado a las 07:00 h.Esta temporada al Rayo Vallecano las abejitas les han salido avispas. Y algún que otro zángano, según Andoni Goikoetxea, ex-entrenador del equipo. El arranque de temporada del próximo rival del Dépor ofrece más ingredientes de novela negra que de crónica futbolística: filtraciones a la prensa, rumores, sospechosos, peleas en aeropuertos y órdenes incuestionables del capo, en este caso la jefa, Teresa Rivero. Conclusión: Goiko duró cuatro derrrotas y un empate. El técnico se fue por la puerta de atrás con un misterioso «hay cosas que han ocurrido y que no se pueden decir» digno de El Padrino. O de Torrente. La primera voz rebelde fue dura y anónima y se escuchó a través de un periódico. Que si Goikoetxea impartía órdenes tácticas sin sentido, que si no motivaba a la plantilla, que si la preparación física era nefasta... El técnico señaló como máximo sospechoso a Julen Lopetegui y se desataron las hostilidades. En el aeropuerto de Barajas no llegaron a las manos de casualidad. Pero las bocas echaron chispas. Quizás la escena no pasó de la lucha verbal porque no se encontraban allí Luis Cembranos y Hernández, también salpicados por la sospecha y castigados con la exclusión de la lista de convocados ante el Espanyol. El entrenador aseguró que no quería en el equipo al triunvirato rebelde. Hernández también habló sin tapujos: «No volveré a entrenar con Goiko. Ha creado mal ambiente porque acusó a muchos jugadores de chivatos sin tener pruebas. No tiene cojones». Cembranos admitió que él había sido el chivato y pidió perdón al club. Pero era imposible que las aguas volvieran a su cauce. Teresa Rivero admitiría después que ordenó a Goikoetxea que Lopetegui tenía que regresar a la titularidad. El desenlace previsible fue la destitución del entrenador, que a partir de entonces devolvió piropos. Calificó a Cembranos de «innoble, retorcido, dañino, prepotente, irresponsabe y niñato» y le recomendó a Hernández que se cuidara más y que se acostara más temprano. A Lopetegui lo acusó de reventarle la concentración de Barcelona. Y llegó el pacificador, Gregorio Manzano, «más del estilo de Juande Ramos», según indicó la presidenta. Y Manzano alineó ante el Osasuna el tridente anti-Goiko, pero «sin recomendaciones» presidenciales, ojo. También llegó el primer y único triunfo, ante la Real. Moraleja: a revolución en el vesturio, guillotina para el técnico. Ya lo dijo Lippi cuando entrenaba al Inter: «Si fuera el presidente Moratti, primero echaría al técnico, pero después pondría a los jugadores cara a la pared y les daría patadas en el culo». Sólo echaron a Lippi. Cuestión de comodidad y limpieza.