Entrevista | Germán Coppini El «moucho» de la movida viguesa anuncia el «rigor mortis» de la música actual: «Grupos perfectos que no imitan a nadie» y «compañías acojonadas por la manta»
18 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.«Le dije a Patacho que ibas a llamar y me dijo que fuese simpático: uno no se gana la fama inmerecidamente, o se tiene miga o no se tiene, y yo a veces llego a cuestionar mi capacidad creativa para estar a la altura o decir algo mínimamente interesante». Este Coppini poco tiene que ver con aquel joven de mirada altiva que atronaba en Ayatollah y desasosegaba a la peña con «el azul del mar que inunda mis ojos». De eso hace veinte años. Ahora la lírica va peor. «La historia no se escribe dos veces». Él sigue fiel a lo suyo, Kafka, Chéjov, Breton. -¿Cómo va? -Pues aquí, capeando el temporal. -¿Qué hizo este tiempo? -Proyectos y proyectos que no han salido y me los he tenido que comer. Me he acercado a gente, pero no interesó. Los músicos ahora son más chauvinistas: yo siempre tuve a gala decir a quién copiaba, éramos los primeros en declararnos fans de otros grupos. Pero ahora nadie imita a nadie, nadie suelta prenda, nadie da nombres, son todos originales, perfectos. -¿Vive de la música? -Vivo en pareja, tengo tres hijos y vamos tirando, mi mujer sabe que se casó con un músico, pero la cosa está fatal. Hoy por hoy, alguien que quiera probar fortuna en esto, no puede. Es alucinante. No hay nada, ni para los conocidos. Se acabó. La música está en rigor mortis. Es de locos seguir intentándolo. -¿Por las compañías? -Las compañías están acojonadas con la manta. No tienen claro el soporte y echan a la calle a cientos de trabajadores. Van a lo seguro. He leído que dieron un disco de platino por vender 50.000 copias, que antes era una cifra irrisoria. Manda el capital. -Es envidia... -No, no, igual es ley de vida, yo he tocado el cielo y ya no sé cómo rascarme la sesera para superarme, pero tengo la sensación de que no me estoy perdiendo nada. Ellos mismos han creado la manta con su pésimo gusto a la hora de elegir a los compositores. Te venden un disco por una sola canción. Ya no hay propuestas musicales, sólo canciones. Coppini nunca dejó la música, pero antes de ponerse de los nervios lió a Patacho Recio (Glutamato Ye-Ye), Ñete (Nacha Pop), Carlos Rodríguez (Mamá) y Fernando Martín (Desperados) en una banda bautizada Anónimos. No tienen disco. Tocan por ahí. Rock y pop -«no queremos renunciar a lo que fuimos ni salir con escafandra»-, con textos de Boris Vian, Carlos Edmundo de Ory. -¿Recuerda Vigo? -Lo llevo en el carácter. Fueron muchos años allí y se me pegó. Me llamaban el moucho por aquella cosa mía reservada y casi huraña. -Pero no aguantó, ni en Siniestro ni en Golpes Bajos. -Te desmotivas, aun entre amigos. Yo le echo la culpa a esos terceros que rodean a los grupos, y a las mujeres... Las mujeres, por norma general, sois malísimas. -Sí, ¿y Siniestro qué? -Siniestro es Julián Hernández, que es un fuera de serie. Tiene la gracia y las claves que no tenemos muchos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando llegué al grupo y vi con qué desparpajo y qué mala hostia hacían las cosas. Pronto Coppini echó en falta su mundo y montó Golpes Bajos con Teo Cardalda. Entraron en la historia, pero tampoco resistieron. Él dice que nunca se lo perdonaron. -Yo rumio mucho. Hay críticas malas que puedes encajar, pero cuando son demoledoras, no. A mí llegaron a machacarme por apátrida, ja, ja, en lugar de ¡Barrabás! decían ¡Coppini! ¡Coppini!