Lo anuncie o no el Gobierno, España entera está convencida de que las elecciones generales se adelantarán. El país permanece política y económicamente en situación de parálisis a la espera de que el panorama se despeje cuanto antes en las urnas para saber a qué atenerse y afrontar una nueva etapa. La que ha sido probablemente la legislatura más convulsa y complicada de los últimos 20 años está acabada haga lo que haga Zapatero. Por eso es ya un buen momento para empezar a hacer balance del Gobierno. Y al ponderar al actual Gabinete, lo primero que llama la atención es una figura que se mueve en dirección contraria a los demás: José Blanco.
Sin huir de Zapatero
La virulencia con la que ha golpeado la crisis y las dificultades para encontrar apoyos políticos han dañado mucho la imagen y la credibilidad de casi todos los ministros, que acaban el mandato en una clara línea descendente. Es el caso de Elena Salgado, que ha defraudado las expectativas de que pudiera al menos moderar los daños de la crisis; de Manuel Chaves, muy tocado por el escándalo de los ERE falsos y las acusaciones de nepotismo, o de ministros como Valeriano Gómez, Ángeles González Sinde, Leire Pajín, Miguel Sebastián o Cristina Garmendia, cuya gestión solo cabe calificar de fracaso. Ninguno de ellos voló nunca muy alto, pero cierran su mandato a la baja, como el propio Zapatero.
Blanco, al contrario, acaba la legislatura en su punto más alto no solo desde que llegó al Gobierno en abril del 2009, sino probablemente desde que Zapatero ganó las elecciones en el 2004. Existen pocos casos de un político que en sus inicios fuera tan menospreciado por todos y que acabe convirtiéndose en un referente ineludible. Peldaño a peldaño, ha pasado de ser simplemente la muleta de Zapatero a asumir primero el control absoluto del partido, luego el ministerio más inversor y generador de empleo y, finalmente, a convertirse en la voz del Gobierno.
Y asumir este último reto eleva todavía más su prestigio en el partido. Mientras casi todos, empezando por el propio Rubalcaba, han optado por marcar distancias con Zapatero para que no les perjudique el castigo al presidente, Blanco ha optado por mostrarle al líder del PSOE su fidelidad hasta el final. Aunque no le gusta que se hable de su futuro y que se lo sitúe en Galicia, es evidente que Blanco tiene también sus expectativas políticas. Y que, como a Rubalcaba, le hubiera convenido salir del Gobierno para no perjudicarlas. Pero ha preferido mantener la coherencia antes que afrontar el travestismo político que ha emprendido Rubalcaba. Eso le honra. Blanco es con seguridad el único miembro del Gobierno que sale de él en mejor situación de la que entró. Y eso solo puede ser bueno para sus expectativas en Galicia, si es que realmente las tiene.