En las periferias de las ciudades de la Unión Europea viven el 60,5 % de los habitantes, frente al 39,5 % de los municipios centrales. En España, las periferias de las 22 principales áreas metropolitanas aglutinan 425 municipios y el 65,4 % de la población urbana. En Galicia está pasando lo mismo desde los años ochenta, pero nuestra proporción no llega aún al 50 %. Ahora que la crisis ha paralizado la construcción de viviendas y que el despoblamiento demográfico y el envejecimiento han diezmado los núcleos rurales, solo esas periferias acogen las nuevas construcciones, en gran parte viviendas unifamiliares, ya que, además del menor coste y de la proximidad a los centros de trabajo, también interviene la búsqueda de mayor calidad de vida y del contacto con la naturaleza, como Oleiros, o paisajística, como Cangas, o por la proximidad a la ciudad y una oferta competitiva en precio, como Ames, Teo, Cambre, Culleredo y otros municipios periurbanos. Un proceso acelerado con las autovías autonómicas, que al aumentar la accesibilidad favorecen el traslado de la población a esas periferias.
Esta urbanización difusa demanda nuevas fórmulas de planificación y gestión de las áreas metropolitanas, más allá de modelos administrativos obsoletos, como el fallido de Vigo, y abrirse a las nuevas fórmulas que se están diseñando o empezando a aplicar en otros países, entre ellas la fusión municipal.
Galicia, en cambio, se está quedando cada vez más retrasada en la aplicación de políticas metropolitanas modernas, sea en la movilidad y el transporte público, sea en la gestión o también en la planificación urbana. Es una pena, porque esas ciudades, con sus periferias, son el verdadero futuro de nuestro país.