La familia de Olga, que murió en el siniestro de Angrois, reclama que se haga justicia. «Es lo que nos queda por hacer», asegura
25 jul 2014 . Actualizado a las 15:30 h.Detrás de una pancarta, inconsolable, con la voz entrecortada, reclamando justicia, Silvia Buitrago Valbuena trata de contener la emoción en el Obradoiro. Su hermano, muy cerca, tiene los ojos llorosos. Y sus padres, a pocos metros, abrazados el uno al otro, lloran desconsolados. El otro hermano no ha podido venir porque no se sentía con fuerzas. Ha pasado un año, pero el profundo drama que sufre esta familia madrileña se hizo ayer visible a lo largo de toda la jornada. Primero en la protesta de las víctimas que reclamaban justicia, por la mañana; luego en la misa de la Catedral y, finalmente, en el conmovedor acto de Angrois.
«Si se hubieran puesto las medidas de seguridad no habría ocurrido esta desgracia: pedimos, en memoria de mi hermana, que se haga justicia; es lo que nos queda por hacer porque mi familia está destrozada», se lamentaba. Olga Buitrago Valbuena, que no había cumplido los 29 años cuando ocurrió el accidente, era una azafata del tren que cubría por vez primera la ruta y que quedó atrapada en el vagón bar. Su novio, David Bernardo, de apenas 36 años, formaba parte de la tripulación. Y acababa de anunciar por megafonía la inminente llegada a la próxima estación: Santiago de Compostela. Pero ninguno llegó a aquel punto.
La historia de esta joven pareja es conmovedora. Ya vivían juntos y habían empezado una nueva vida, cargada de ilusiones y de retos que se cortaron en la fatídica curva de A Grandeira. Ni en la familia de David ni en la de Olga había ayer consuelo. Por la tarde, en el homenaje de Angrois, no pudieron contener la emoción.
Indignación
«No sé dónde pretenden ponerle a mi padre la medalla», se quejaba indignada Marité Fernández. Se encontraba ayer entre los familiares de las víctimas a los que no permitieron acceder al acto de entrega de las Medallas de Galicia. Esta compostelana, afincada en Ciudad Real, perdió a su padre, de 69 años, y a su cuñada, de 29, en el accidente ferroviario. Su hermano también iba con ellos, pero consiguió sobrevivir pese a las quemaduras severas. Acudían a la capital gallega para asistir al bautizo del hijo pequeño de la hermana de Marité.
Ayer acudió con sus hijos al Gaiás. Aguantando las lágrimas y con la voz quebrada aseguró: «Con la gente que hay dentro prefiero quedarme fuera». Su padre, relataba, fue uno de las últimos en ser reconocido. «Era una bolsa de restos» y le tuvieron que practicar la prueba de ADN y tomarle una huella dental.
María Dolores de la Rosa es madre y abuela de cuatro víctimas, tres heridos graves y una ilesa. «Pretenden meternos en el tren del silencio», señaló con indignación patente ante el cordón policial que impedía que accedieran al acto. En el Alvia viajaban sus dos nietas, que residen en Chicago junto a sus tíos, para comenzar sus primeras vacaciones de verano junto a la familia en Porto do Son. «Este año hemos vuelto para veranear en Galicia porque queríamos quitarnos esa espina y que mi nieta, que estuvo un mes y medio en la uci, viniera y disfrutara en la playa como habíamos previsto», relataba
«Al maquinista yo ya le he perdonado, fue un fallo humano. Lo que no puedo perdonar es la mentira y la falta de transparencia democrática», dijo De la Rosa, y reclamó que se depuren responsabilidades políticas y se abra una comisión de investigación.