Villares fracasó en su intento de arrebatarles a los socialistas la posición política en el Parlamento
30 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Luís Villares aterrizó en el Parlamento gallego con un grupo de 14 diputados y un objetivo bien definido debajo del brazo: convertir a En Marea en la «única alternativa política» al PP en Galicia. El partido que recicló en su seno aportes de Podemos, Anova y Esquerda Unida, junto a los restos de Alternativa Galega de Esquerda (AGE), teorizó muy bien su línea estratégica, que pasaba por ocupar el espacio, incluso físico, que tenían los socialistas en la casona de O Hórreo.
La determinación de En Marea quedó reflejada por escrito en el acta de la reunión de su coordinadora del pasado día 8, donde apelaba a «garantir, como mínimo, toda a posición que anteriormente tiña o PSdeG» en el Parlamento como segunda fuerza. Y con ese motivo se enumeraron las reivindicaciones para hacerse visibles por encima de los socialistas: vicepresidencia segunda del Parlamento, presidencia de la comisión de Economía, lugar preponderante en la comisión de la CRTVG, y reclamar incluso los «espazos físicos» del PSdeG tanto dentro del hemiciclo como en la zona de los despachos y dependencias del grupo.
Frente al tanque, florete
La batalla por la visibilidad en la Cámara llevaba aparejada, en realidad, una pugna por el liderazgo de la oposición política. El grupo de En Marea irrumpió como un tanque en O Hórreo, decidido a conquistar palmo a palmo el terreno que a su entender le pertenecía, y enfrente se encontró a un PSdeG muy debilitado, relamiéndose en sus heridas que dejó un resultado electoral peor de los esperado, pero con un portavoz muy familiarizado con este tipo de negociaciones, como es Fernández Leiceaga, que salió a contener al tanque con unos cuantos toques de florete.
El caso en que En Marea no logró desplazar al PSOE de la bancada del extremo izquierda del hemiciclo, la reservada al líder oficioso de la oposición, ni tampoco desalojó a los socialistas de sus despachos en las dependencias del grupo. Eso sí, los de Luís Villares obtuvieron la vicepresidencia segunda del Parlamento, pero a eso se limitó su conquista, porque el PSdeG se alzó con la presidencia en la comisión de Economía, tiene asegurados hasta el año 2021 los únicos puestos que tiene la oposición en el consejo de la CRTVG, blindó hasta la misma fecha a dos representantes en el Consello de Contas y le pertenece, de momento, el único senador por designación autonómica que tiene la izquierda en Galicia, Modesto Pose, a quien En Marea aspiraba a reemplazar por José García Buitrón en caso de que se repitieran por tercera vez las elecciones generales.
Está por ver ahora si el BNG resistirá la embestida del tanque de En Marea, que tras el revés sufrido con el PSdeG reivindica ahora los despachos del Bloque. Ana Pontón tampoco lo pondrá fácil, pero en su caso tiene menos fuerza para ganar este pulso.
Es posible que a Villares le hubieran salido mejor las cosas de no debutar en O Hórreo como lo hizo, envuelto en el escándalo desatado por su petición para disponer de coche oficial con chófer, secretario y una compensación económica por la retribución que dejó de percibir desde que se sacó la toga de magistrado para convertirse en político.
La primera vez que el «patrón» de En Marea -como lo llamó Yolanda Díaz- salió a navegar como portavoz, encalló con el barco entre las piedras. No se acaba el mundo con eso. Pero en la retina de muchos quedó retratado como un dirigente capaz de apuntarse a la reivindicación del megáfono y a las maneras de Pablo Iglesias, pero con el máximo de confort que da el poder político.