Ana Pontón intenta relanzar el Bloque con una forma mucho más pragmática de ver el nacionalismo
19 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Es difícil que el BNG pueda engañar a alguien sobre sus propósitos políticos. En su fundación, en 1982, quedó consagrado como uno de sus principios fundamentales que Galicia, en tanto que nación, «ten dereito á autodeterminación e á soberanía nacional». Es un credo esculpido en mármol que se mantuvo invariable en sus 35 años de vida, aunque se le fue dando una interpretación diferente en cada momento político. Y en la etapa que ha empezado a escribir Ana Pontón como portavoz nacional del Bloque, la bandera del independentismo, de la consulta o el soberanismo a palo seco se guardará en el armario para reemplazarla por un nacionalismo con un sentido más práctico, capaz de ser digerido por un electorado más amplio.
Este es, probablemente, el viraje más importante que se dispone a hacer el BNG en su XVI asamblea nacional, prevista para los días 25 y 26 de marzo en A Coruña, la ciudad donde nació la organización frentista. Este nuevo proceso interno viene debidamente precocinado para darle un voto de confianza a Ana Pontón, que le permita consolidar su liderazgo y realizar el relevo generacional pendiente para que los fundadores, como Bautista Álvarez, Francisco Rodríguez, Pilar García Negro o Alfredo Suárez Canal, se puedan retirar, ahora sí, mucho más tranquilos.
La refundación del BNG, tan invocada hace un año, es una idea desterrada. No habrá cambio de modelo ni tampoco de siglas. Los resultados de las elecciones autonómicas, que le permitieron retener 6 de sus 7 escaños en el Parlamento gallego y el 82 % del respaldo electoral que obtuvo cuatro años atrás, fueron asimilados con alivio, primero, y con euforia, después, por parte de quienes ya se daban por desahuciados de la casona de O Hórreo.
El propio Rubén Cela, responsable de comunicación del BNG,, en un alto que hizo ayer en la reunión del consello nacional, empleó mucha retórica para dejar entrever que los cambios de la próxima asamblea serán meramente cosméticos. Habló de «teses novidosas», de la «reactualización» de los principios ideológicos, sobre todo para incorporar conceptos como la ecología, el laicismo o los derechos civiles de última generación, así como de mantener líneas de «colaboración» con otras fuerzas políticas. Pero desechó cualquier cambio de lo que hasta ahora ha sido la esencia del Bloque.
Y aquí es donde entra en juego el papel que está dispuesta a jugar Ana Pontón. Mientras que Xavier Vence pregonaba aquello de que «España desapareceu coa peseta» y se fijaba la independencia de Galicia como meta nada más ser elegido portavoz nacional, en marzo del 2013, la nueva dirigente quiere huir de cosmovisiones y teorías para apostar por un sentido más práctico.
El desafío consiste en ensanchar la base social y hacer que el BNG sea otra vez una fuerza en ascenso. El soberanismo que agita banderas se atempera y se reemplaza ahora por un soberanismo de las pequeñas cosas, de lo concreto y lo posible. La reclamación de la AP-9, la tarifa eléctrica galega o el concierto económico son algunos ejemplos de lo que va a ser ese Bloque que con Pontón aprendió a sonreirle a la gente.
Quienes la tratan a diario definen a Pontón como una líder que solo concibe el trabajo en equipo y con un hondo sentido pragmático. Aunque, como escribió Antonio Gramsci, es consciente de que su pragmatismo consiste en saber que, si golpea la cabeza contra la pared, es su cabeza la que se romperá y no la pared.