Feijoo llama a tomar nota de la huelga después de que la criticaran varios dirigentes populares
12 mar 2018 . Actualizado a las 13:37 h.No existen precedentes recientes de una protesta que lograra abarrotar dos veces en el mismo día la plaza del Obradoiro, en Santiago, un doblete que el pasado jueves se repitió en otros puntos y tuvo decenas de réplicas con marchas y concentraciones por toda la comunidad. «El clamor feminista coge a España por sorpresa», tituló el diario francés Libération, en línea con lo reflejado por buena parte de la prensa internacional, que juzgó llamativo el amplio seguimiento que tuvo en este país la convocatoria mundial del 8M que, esta vez sí, logró entrar de lleno en el debate político para cambiarle el paso a los gobiernos y partidos que habían minusvalorado la posible incidencia.
En las semanas previas al 8M, buena parte de los dirigentes del PP y de Ciudadanos se asomaron con frialdad o desdén a las convocatorias feministas. El propio Mariano Rajoy tuvo que autoenmendarse en cuestión de horas cuando respondió «no nos metamos en eso» al periodista que le preguntó por la legislación para acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres, del mismo modo que a Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, se le indigestaron sus palabras en las que se pronunciaba en contra de los paros del 8M por entender que eran «anticapitalistas».
También el PP gallego mantuvo una posición muy crítica con la huelga. Tanto que tumbó en el Parlamento, el pasado 21 de febrero, una iniciativa de la diputada Noa Presas (BNG) para apoyar los paros laborales. Toda la oposición se enganchó de la propuesta, pero la popular Paula Prado justificó el voto en contra arguyendo que la convocatoria era «elitista e insolidaria» con las trabajadoras autónomas. El propio secretario general del PPdeG, Miguel Tellado, echó más leña al fuego valorando en los días previos al 8M que la huelga de mujeres «es lo más machista que se puede hacer».
Todo ese exceso de gestos y de declaraciones incurrió en muchos casos en la miopía política, pues no hay que olvidar que las atañidas por las convocatorias del 8 de marzo eran las mujeres, cierto, pero también la mitad del electorado, de ahí que al lado de Tellado o de Paula Prado convivieran otros representantes del Gobierno gallego, como Susana López Abella, secretaria xeral de Igualdade, que con anterioridad a la huelga proclamó no solo que la respetaba, sino que entendía perfectamente las razones de las mujeres que habían decidido secundarla.
Esa es, precisamente, la tesis que acabó imponiéndose en el PP ante la evidencia de los hechos. No es extraño, por tanto, que el jueves -el mismo día de las movilizaciones- Feijoo remarcara con énfasis el derecho fundamental a la huelga y la libertad de las trabajadoras para seguirla. Y al día siguiente, el líder del PPdeG aprovechó su participación en un foro de partido en Valencia para calificar la movilización como «un clamor» del que los gobiernos han de «tomar nota» impulsando las reformas necesarias para garantizar la igualdad. El 8M sorprendió a la derecha con el pie cambiado y mirando hacia otro lado. La reacción al despiste fue rápida, solo falta ver si llegó a tiempo.