Juan Boullón tiene una plantación de eucaliptos, pinos y especies autóctonas en Barbanza. Julio Álvarez compagina árboles y vacas vianesas en A Pobra de Trives. Ambos coinciden en que la clave pasa porque el monte esté limpio
21 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.La familia Boullón, de A Pobra, tiene una amplia tradición en Barbanza en el ámbito de la explotación forestal. Es de las pocas que poseen una gran superficie, que se eleva a 220 hectáreas. Uno de sus representantes, Juan Boullón, explica que el principal problema en la comarca es el minifundio, que, asegura, «provoca el abandono del monte». Afirma que para sacar rentabilidad en este ámbito se necesitan, al menos, «extensiones de cuatro o cinco hectáreas». En las de su familia, pino y eucalipto, en mayor medida este último, son las especies predominantes, aunque también poseen terrenos con ejemplares autóctonos, como roble, nogal y castaño.
Asegura que, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares de Galicia, donde considera que prácticamente hay un monocultivo del eucalipto, «en Barbanza hay también mucho pino: lo normal es que se busque un reparto». Sin embargo, reconoce que el rendimiento económico es el que motiva que exista predilección por el eucalipto. En su caso, explica: «Cada 15 años puedo sacar un turno de corta, mientras que con las especies autóctonas tengo que aguardar unos 50».
Asimismo, Juan Boullón se refiere a los precios y explica que el eucalipto está mejor pagado en la actualidad: «La rentabilidad del pino cada vez es peor». También comenta que existe una demanda creciente de eucalipto por parte de empresas de fuera de Galicia: «Hay una pastera de Portugal que se puso en contacto conmigo para alquilar el monte. Te pagan una cantidad y tú te olvidas de todo. Ellos plantan, hacen las cortas y se encargan de mantenerlo limpio. Lo que hace esta empresa es asegurarse la materia prima de cara al futuro». Reconoce que no se ha reunido con los miembros de la compañía para conocer las condiciones económicas, pero no descarta totalmente aceptar la oferta que le han hecho.
Para Juan Boullón, «si se implanta la cultura de erradicación del eucalipto, se provocará un abandono todavía mayor del monte, con los peligros que eso conlleva». Asegura que «las fincas abandonadas son un maná para los pirómanos. Está claro que cuando el terreno está limpio resulta más difícil que el fuego avance».
Bajo su punto de vista, los incendios son causados por personas enfermas: «Para quemar el monte tiene que haber un motivo, y no veo quién puede beneficiarse».
Julio Álvarez era apenas un adolescente cuando se comenzaron a plantar las más de 400 hectáreas de pino sobre un monte de unas 700 que posee la comunidad de montes en mancomún en Cova (A Pobra de Trives). Cincuenta años después de la plantación, el monte luce imponente y, aunque ya han realizado alguna entresaca, todavía no hay un plazo marcado para la tala. «Son de crecemento lento, e aínda que nas zonas mellores xa se pode cortar, a produción de corta é aos 80 anos», explica. Eso sí, matiza que «aquí non se pode facer corta a feito [cortarlo todo], porque é Rede Natura 2000». Están en pleno Macizo Central ourensano, a los pies de la estación de esquí de Cabeza de Manzaneda. De hecho, la comunidad de montes recibe un canon anual de la empresa propietaria de la estación por el alquiler de unos terrenos.
El presidente de la comunidad de montes desde hace 29 años asegura que el futuro del monte pasa por su aprovechamiento, e incide en la necesidad de tenerlo limpio. «Nos 50 anos que levan os piñeiros postos, só nos arderon dúas hectáreas hai 40 anos. Despois, nunca máis arderon», señala. Las labores de desbroce son fundamentales, y para esas tareas (y también para transformar zonas de monte bajo en pastizal) cuentan con apoyo económico de la Administración. «Desde o ano 2002, a Consellería do Medio Rural leva metidos 800.000 euros aquí; e Medio Ambiente investiu uns 200.000 en facer a traída de auga para o lugar», señala. Y añade: «Nesa parte nós estamos contentos coas inversións da Xunta no comunal», incide. Es dinero en cifra total, pero con él se garantiza la viabilidad del monte y se evitan incendios forestales, que consumen grandes cantidades de dinero en extinción cada año.
Hace diez años, los veinte comuneros de Cova apostaron por diversificar su producción y comenzaron a criar vacas vianesas. El proyecto arrancó con 12 cabezas de ganado, y ahora están con 140 «entre grandes e pequenas». Producen de forma ecológica y después venden a través de Biocoop, una cooperativa con sede en Verín. «Poderían ser máis altos os prezos de ecolóxico, pero se cobras moito, a xente non consome. É a pescada que se morde a cola. Hai que producir moito para poder vender a un prezo que a xente poida consumir. Desde logo o ecolóxico está indo moito en aumento en todos os niveis», señala.