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Asturias apuesta por la explotación sostenible, los límites al eucalipto y la conservación del paisaje
23 abr 2018 . Actualizado a las 09:00 h.En los acantilados de Llanes, muy cerca ya de Cantabria, las encinas surgen de la piedra caliza para ver el mar. En el suroccidente asturiano hay alcornocales, y muy cerca de allí está Muniellos, el robledal más extenso y mejor conservado de España. En el sur de Asturias crecen los grandes hayedos de Redes o Peloño y el castaño, mezclado con otras frondosas, forma los bosques mixtos de los valles asturianos. La riqueza y la variedad forestal de Asturias es única, y el modelo para proteger su paisaje también: el 22 % de su territorio tiene algún nivel de protección, el porcentaje más alto del país (la media es del 10 %, Galicia tiene un 12 %) y uno de los elementos que determinan la gestión forestal del Principado de Asturias. A cada asturiano le corresponden más de 600 árboles, una ratio muy por encima de la media nacional.
El modelo del paraíso natural descansa en la sostenibilidad, en el consenso político para que los planes forestales sean duraderos -es decir, que se adapten a los ciclos de vida del monte-, y en el diálogo con los propietarios para hacer más racional la explotación, favoreciendo la concentración del minifundismo forestal. Un problema que comparte con Galicia, a pesar de que el Principado cuenta con un mayor porcentaje de monte público que facilita la gestión.
«La conservación no tiene por qué estar reñida con la explotación», explica José Antonio Ferrera Rubial, director general de Montes del Gobierno asturiano, que relata, como apasionado del monte que es, lo beneficiosas que son las talas selectivas en los bosques de frondosas para mejorar la calidad de la cubierta vegetal. «Eso sí, hay que tener en cuenta que hay montes que tienen un valor ecológico elevado y en estos casos hay un interés social que es superior al económico», explica el alto cargo del Principado responsable de la gestión forestal asturiana.
La protección del paisaje y del territorio está en el ADN asturiano. Ya en 1989, el Gobierno asturiano vio la necesidad de limitar las plantaciones de eucalipto al 4 % de la superficie de la comunidad (unas 40.000 hectáreas). En el 2001 se aprobó el Plan Forestal -del que se hace un seguimiento periódico- y en él se dictamina que la plantación máxima no podrá exceder las 9.000 hectáreas sobre las 50.000 que ya había entonces. «Aún no hemos agotado ese cupo», alega José Antonio Ferrera. La extensión de esta especie se produjo principalmente por la costa (globulus, principalmente), llegando a desplazar a especies autóctonas, en buena medida por el tirón de la papelera de Navia. En cualquier caso, está muy limitado a la costa, muy restringido en el interior y se han prohibido las plantaciones de la especie nitens, más resistente a las bajas temperaturas y, por tanto, más propensa a competir con los ámbitos en los que reinan las especies autóctonas caducifolias. También está terminante prohibido sustituir frondosas por eucaliptos. No obstante, pese a que este árbol está limitado en extensión, su relevancia en las rentas rurales no se cuestiona.
La concentración de fincas forestales para lograr una gestión más racional y ordenar el monte es uno de los aspectos más relevantes. El propio Plan Forestal receta el diálogo con propietarios -sean municipios, parroquias, comuneros o particulares- para que participen en las decisiones y evitar un descontento que a menudo termina en el incendio. La lucha contra el minifundio se libra en dos frentes: haciéndolos inviables económicamente fomentando el asociacionismo o mediante la concentración de parcelas. «Es un trabajo que lleva tiempo, requiere mucha investigación de campo e implicación», explica el director general de Montes del Principado. El Gobierno asturiano gestiona cerca del 45 % de la superficie forestal a través de los montes de utilidad pública, una diferencia crucial con Galicia, donde el monte privado es la constante.
La gestión se plantea en el territorio cercano, elaborando planes comarcales (hay diez comarcas forestales) que tengan en cuenta las características locales, al tiempo que se invierte en la apertura de caminos que sirvan para el disfrute de este patrimonio natural y, también, para facilitar su explotación ordenada.
Las consecuencias de veinte años de gestión forestal coherente han dado sus frutos. La superficie forestal ha ido en aumento en los últimos años, siendo superior a la media europea y solo superada por países como Finlandia o Suecia. Pero Asturias también se enfrenta al grave problema de los incendios forestales, especialmente en su franja occidental, y a la nueva casuística incendiaria que también afectó a Galicia el año pasado.