Las víctimas de Angrois regresan a Santiago y advierten que «la lucha sirve» y que la continuarán hasta que ADIF y Renfe admitan su responsabilidad y haya dimisiones
25 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«La lucha sirve y la lucha sigue. Estamos doblegando a todos aquellos que nos quisieron vender que el único responsable era el maquinista». Estas palabras de Gemma Bernardo, de la junta directiva de la Plataforma Víctimas del Alvia, podrían resumir el acto con el que ayer rememoraron la tragedia en la que hace ya cinco años 80 de sus familiares y amigos perdieron la vida y otros 144 resultaron heridos. Fue una jornada para seguir reclamando verdad, justicia y reparación 1.827 días después y para advertir al Estado de que no dejarán de pelear hasta que haya dimisiones y que en ADIF, Renfe y Fomento se depuren responsabilidades.
En este quinto aniversario del peor día de Galicia ha habido mucha más satisfacción y optimismo que otros años, porque las víctimas ya tienen la comisión de investigación en el Congreso que reclamaban y han visto como junto al maquinista hay imputados dos cargos de ADIF y otro de Renfe. Pero esa convicción de que ahora sí van por el buen camino no difumina toda la emoción y tristeza que rodean cada aniversario de aquel funesto 24 de julio del 2013.
Y es que son demasiadas historias tristes concentradas en muy poco espacio. Todas juntas en el pequeño campo de la fiesta de Angrois. Historias como la de Robert Fariza, de Houston (Texas), que perdió a su esposa y gran amor, Myrta, y que ayer estuvo un año más presente en los actos de memoria, pero esta vez junto a dos de sus tres hijas. Dominique y Jisele era la primera vez que veían las vías en las que descarriló el tren en el que viajaba su madre. La primera vez que sentían toda la emoción que irradia Angrois. La primera vez que lloraban allí juntas. Lo hicieron, abrazadas, desconsoladas, en una imagen tan dura que motivó el abrazo espontáneo de muchos.
Más entero, aunque desgarrado por dentro desde aquel día, Robert advertía que volverá todas las veces que hagan falta «pero espero que la próxima vez sea para celebrar que se ha conseguido hacer justicia, porque es lo que necesitamos», recalcó. Su historia es desgarradora. Como tantas, como todas. Tras sobrevivir a un cáncer en 2010, prometió hacer el Camino. Cumplió y se enamoró de Santiago. Tanto, que quiso que su esposa Myrta también lo conociera. Así, aprovecharon que una de sus hijas se casó en Roma para visitar a la familia en España -él tiene antepasados zamoranos- y venir a Compostela «y pasó lo que pasó», recuerda.
Le gusta volver a Angrois, porque allí vive al que él llama «mi héroe», José. Este compostelano fue el que encontró a su mujer aún con vida y el que les ayudó aquella funesta tarde. «Gracias a él pude agarrar todo el tiempo la mano de mi esposa. Ella se fue sabiendo que yo estaba allí y eso me consuela», señala.
Las víctimas habían preparado ayer una sorpresa. Un gran globo que elevaría al cielo el mensaje: «Nunca os olvidaremos. Seguimos luchando. Verdad y Justicia». El viento lo impidió, pero no que 81 corazones rojos se alzasen y desapareciesen después con la brisa. Como hace cinco años lo hicieron los que ya no están.