![Alumnas delante de un cartel de prohibido móviles en el Miraflores](https://img.lavdg.com/sc/DBN5RcD5PEERLdK1L86FtmvpMAI=/480x/2018/10/10/00121539199081928989507/Foto/H27S8038.jpg)
«Al principio lo pasé fatal, horrible, no sabía qué hacer con las manos». Una estudiante de primero de bachillerato del IES Miraflores (Oleiros) describe así los primeros días en que su instituto decidió, en consello escolar, prohibir el uso de móviles en el centro. Fue al inicio del curso pasado y hoy, tras haberse adaptado «bastante bien y en poco tiempo», según el director, Óscar Iglesias, los propios alumnos creen que fue una buena opción: «Ahora me doy cuenta de que estamos mejor así, porque socializamos más, estamos más unidos y hay menos peleas». ¿Y los jóvenes se concentran mejor? «No, eso no, nos concentramos igual», responde la estudiante con un gesto que no queda claro (¿igual de bien o igual de mal?).
Si la experiencia para los adolescentes ha sido en conjunto muy positiva -«estoy encantada, me dura más la batería», respondía otra de las entrevistadas-, para los profesores la mejora ha sido exponencial. «Se ha notado muchísimo el cambio», resume Concha Castro, jefa de estudios. El número de problemas en el recreo y durante el tiempo de comedor se ha reducido drásticamente, y los profesores se dan cuenta de que han conseguido que «los niños se comuniquen más entre ellos». Para compensar la pérdida de los móviles en el tiempo de descanso, el centro se ha apuntado al programa Recreos Activos de la Xunta, y ofrece ping-pong, ajedrez (este año) y deportes en la pista. «No se trata tanto de prohibir el uso del móvil -puntualiza el director, Óscar Iglesias- como de eliminar su mal uso». Y la respuesta ha sido muy buena: de 500 alumnos, en todo el curso solo ha habido 76 amonestaciones por el uso del teléfono.
Otra cosa es en clase, donde las tecnologías, e incluso los móviles, se utilizan con normalidad para fines educativos. «Tenemos profesores que los usan, y en ese caso informan a los padres y al centro del día que lo van a necesitar», explica Iglesias. Pero adiós a las grabaciones personales en los recreos, que siempre acababan produciendo problemas. «Agora non hai», reconoce un alumno de cuarto de ESO, y ante la pregunta de si no existen fuera del horario del centro, sentencia: «Non, cadaquén anda ao seu». Clases de refuerzo, actividades extraescolares, deberes y algo de videoconsola ocupan más que de sobra su escaso tiempo fuera del instituto.
Y como ventaja añadida a todo lo anterior, los profesores se han quitado una responsabilidad sobrevenida y de la que poco se habla: «Los móviles los guardaba en mi despacho -cuenta Concha Castro- y no está cerrado con llave. Son aparatos de 700 o 1.000 euros, y la verdad es que es un riesgo» que ahora no tienen que asumir.