Vegetación seca y quemas para generar pasto explican los incendios de los últimos días
08 ene 2019 . Actualizado a las 13:47 h.El invierno del 2015 fue atípico en lo que se refiere a incendios forestales. En la última semana de ese año hubo más de 200 fuegos en el norte de la Península y se quemaron unas 3.300 hectáreas de terreno. Que ocurra algo así no es frecuente, pero tampoco es extraordinario. En los últimos días ardieron casi 450 hectáreas de monte en Galicia. La mayoría de ellas, salvo las 45 que se llevó por delante un fuego en el municipio pontevedrés de Cerdedo-Cotobade, en la provincia de Ourense, en los municipios de Viana do Bolo, A Mezquita, Chandrexa de Queixa o Rairiz da Veiga, entre otros. «En las zonas de montaña es relativamente habitual que en períodos secos con helada se produzcan incendios, en zonas asociadas a ganadería extensiva», explica Juan Picos, director de la escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra.
El cóctel habitual de factores que se mezclan para producir un incendio en pleno invierno lo explica el agente forestal Xosé Santos: «Temperatura, humidade relativa moi baixa, seca e a man do home». En cuanto a las condiciones ambientales, y aunque la Xunta no ha suspendido las autorizaciones de quema, las de los últimos días son idóneas para que se produzcan incendios. «A vexetación está tan seca coma no verán», dice Santos. «É unha vexetación de carqueixas que, se chove, empapa rapidamente e non prende, pero que tamén, se seca, é un bo combustible». Las heladas contribuyen también a resecar ese terreno, de ahí que las bajas temperaturas nocturnas de los últimos días, contrarrestadas durante el día por una subida térmica, hayan generado las condiciones para que la alta montaña ourensana arda.
Y siempre la mano del hombre. «No verán si que pode haber algún incendio espontáneo por liñas eléctricas en mal estado ou por chispas que despiden os coches», dice Xosé Santos, pero «ningún lume destes -asegura- é espontáneo». Los expertos relacionan estos fuegos con la ganadería extensiva, «producir incendios para xerar zonas de pasto», constata Santos. «El objetivo de este tipo de quemas es renovar el material vegetal, eliminar la parte más leñosa de la vegetación mediante el fuego para que cuando vengan las lluvias nazca vegetación idónea para pasto», explica Juan Picos. Es una práctica que se lleva a cabo desde hace cientos de años, pero que entraña sus riesgos, y uno de ellos, el principal, es que esas quemas se descontrolen y acaben convertidas en incendios.
Para Xosé Santos es necesaria una labor intensa de prevención y concienciación sobre «non usar o lume como ferramenta para a xestión de biomasa». «Hay que eliminar esas prácticas», afirma. La educación, en su opinión, es fundamental para ello. Allá donde esta no llegue, su receta es «investigación e posta a disposición xudicial das persoas responsables».
Para Juan Picos es un problema de gestión del monte, de manera que lo que hay que hacer es plantearse cambios en esa gestión. «Tenemos que ver si ayudamos con mecanización o con quemas totalmente controladas» a los ganaderos que siguen prendiendo fuego al monte para conseguir mejorar los pastos. Para ello hay que decidir, cree Picos, si el papel de la Administración es extinguir el fuego o gestionar previamente el monte». Y, sobre todo, hay que «repensar la gestión y el territorio, teniendo en cuenta las características específicas de cada zona».
Xosé Santos combate la idea de que el fuego en la alta montaña ourensana no es tan alarmante ni tan nocivo como el que se produce en otras zonas, sobre todo en la franja litoral de la comunidad, donde la densidad de población pone frecuentemente en riesgo núcleos habitados. «A alta montaña de Ourense arde en silencio», lamenta Santos. Y sin embargo, asegura, las hectáreas que han ardido en el Macizo Central ourensano, asegura, son «importantísimas desde o punto de vista medioambiental».
La propagación es más lenta que en verano, pero hay activos menos medios de extinción
Las condiciones ambientales del invierno hacen que los incendios que se generan en este período se propaguen más lentamente que los que se producen en verano. Son, por tanto, más fáciles de atajar. Pero, en contrapartida, en el período invernal los medios de extinción que están operativos son muchos menos que en la temporada considerada de riesgo de incendios, a partir de marzo y, sobre todo, de junio.
Daniel Rodríguez, de la Asociación Forestal de Galicia, explica que esa es la principal diferencia con respecto al verano. «Hay menos gente trabajando y el fuego avanza. Aunque lo hace más lentamente, avanza, y además, las zonas que se queman preparan a las más cercanas para que sigan ardiendo». Es el problema de la desertización, sostiene: «En el caso de Ourense, hay abandono, llueve menos y los montes son poco rentables», dice. En los incendios de Ourense de los últimos días se notó esa diferencia de medios con respecto al verano. «Houbo compañeiros que estiveron as 24 horas no monte», dice Xosé Santos.
Desde la Consellería de Medio Rural destacan que durante estos días se registraron en la provincia de Ourense 45 avisos de incendios (64 en toda Galicia), de los cuales 29 se confirmaron y otros 19 se quedaron en conatos, lo que, creen, «demostra o bo facer do noso persoal e que o operativo funciona». La consellería insiste en que «no caso de localizar ao incendiario, caerá sobre el todo o peso da lei» y se le trasladarán los gastos de extinción.