A las 8 de la mañana Javier Loira ya está trabajando. Tiene una cita cada cinco u ocho minutos, eso sin sumar los pacientes que llegan de urgencia. «Tenemos fatiga, nunca sabemos cuánta gente habrá», dice.
04 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.«Elige un día». Los lunes son complicados en los centros de salud, así que el 22 de octubre, lunes. El ordenador deja ver la cifra de pacientes atendidos en su consulta: 79. «Has escogido demasiado bien _dice Javier Loira, médico de familia en O Milladoiro_, ese día fue exagerado porque faltaba una compañera. Elige otro». El 23. El ordenador canta: 46. «¿Ves? Esto ya es más normal».
Esa es la realidad de muchos médicos de familia. Cada ocho minutos el sistema programa una nueva cita. Si es una consulta telefónica, se reduce a cinco. ¿Es posible ver a un enfermo en ocho minutos? «Al 50 % podría, porque conozco perfectamente a mis pacientes, al otro 50 no», explica este facultativo con amplia experiencia en medicina de familia. Tiene plaza desde 1981 y trabaja en este centro de salud desde el 2005.
Son las 8.30 de la mañana y ya hay media docena de personas. Alguna viene sin cita. Es la sobredemanda, la gente que viene por urgencias. «El problema de los profesionales es que estamos con fatiga diaria, tengo una agenda de 35 pero no sé a los que voy a ver realmente», dice. Al final fue una buena mañana, unos 40, con una visita a domicilio incluida. Y eso que en su caso apenas tiene citas para recetas porque, como apunta, «a los crónicos les doy para un año».
Loira entra en el centro de salud a las 7.55 de la mañana, pero su consultorio lo ocupa otro médico por la tarde, «por lo que a las 14.30 tengo que terminar, ni siquiera puedo quedarme porque entra otro facultativo». Recuerda cuando realmente se hacía «medicina de familia». Eran los 90, «había motivación, había tiempo, era una atención primaria de familia».
Ahora no hay medicina preventiva, ni educación sanitaria, ni promoción de la salud, «no puedo hacerla, no tengo tiempo, lo que no puede ser es que lo que empezó siendo una excepción, un paciente que viene sin cita por urgencias, ahora acabe siendo lo habitual, con diez usuarios por día a mayores», explica. Lamenta ese mal uso por parte de los ciudadanos «porque están ocupando el tiempo de otro enfermo». La relación entre atención primaria y atención especializada, además, «no existe». En las áreas que tenían más lista de espera se han creado las e-consultas, «ahora ya no puedo mandar a nadie al cardiólogo, tengo que enviar un e-mail, y los profesionales del servicio me pueden contestar en un mes si anotan o no al paciente, pero no puedo derivarlo directamente».
No solo eso. Según el centro de salud en el que trabajes tienes acceso a pedir unas pruebas u otras, «en Lugo podía pedir absolutamente de todo, y si no, tenía a quién llamar. Aquí no». Hubo peores épocas, recuerda, «las restricciones a partir del 2012 se hicieron en el silencio más absoluto».
Más de 1.700 pacientes
En este centro de salud, en el concello de Ames _uno de los pocos de Galicia en los que crece la población_, todos los médicos a excepción de uno nuevo que acaba de empezar con su cupo, tienen más de 1.700 pacientes. La principal dificultad con la que se encuentran cada día es que no pueden planificar ni organizar su agenda. Loira tiene en su cartera de salud cirugía y programa de la mujer: «Ahora no puedo hacer nada con este último, porque de repente aparecen las citas forzadas _las urgencias_ y la agenda ya no vale para nada».
¿De quién es la culpa? «Esto no surge de la nada», cuenta. No es el mal uso de los ciudadanos o la mala comunicación entre atención primaria y especializada, «este es un problema de los gestores, de mala gestión de los recursos».