Querer vivir en la aldea... y no poder

Lucía Rey
Lucía Rey O VALADOURO / LA VOZ

GALICIA

Pepa Losada

Varias familias de O Valadouro relatan los impedimentos legales que encuentran para construir una casa

16 feb 2019 . Actualizado a las 15:55 h.

Por el cariño con el que tratan a Chiqui, su perrita, queda claro que a Lara Santiso, de 43 años, y a Miguel Ángel Río, de 46, les encantan los animales y la naturaleza. Pero se dedican profesionalmente a la música, no son agricultores ni ganaderos, y por extraño que parezca, esa circunstancia hace que la Lei do Solo les impida construir una casa en el lugar de sus sueños, una finca que compraron hace unos cuatro años en la parroquia de Moucide, en O Valadouro, el municipio de A Mariña de unos 2.000 habitantes de donde es originario él. «Temos unha finca moi boa, con entrada privada e que conta cos servizos de electricidade, auga e alcantarillado, pero todo son problemas e non se pode facer nada porque está catalogada como zona rústica destinada a explotacións gandeiras ou agrícolas. Algo que xusto aquí é absurdo, porque a un lado e ao outro hai casas que non teñen explotacións», razona con tristeza el hombre, cuyo testimonio refleja bien cómo hay gente que está deseando vivir en una Galicia rural que pierde población a pasos agigantados... y no puede hacerlo o encuentra grandes dificultades para conseguirlo.

«Non se entende que non nos deixen facer nada aquí», añade mientras muestra el terreno de 2.200 metros cuadrados en el que tantas esperanzas depositaron, y que se sitúa en Moucide, pegado a la carretera LU-162, que enlaza Cangas de Foz y Ferreira, la capital municipal de O Valadouro. «Somos músicos. Gústanos moito o campo, pero non para vivir da gandería, e cando te encontras con tantas trabas vas perdendo as ilusións», comenta la pareja, que integra el dúo Epo-K, uno de los más aclamados en el norte de Lugo y el occidente asturiano. Confiesan que han invertido más de 10.000 euros en preparar un terreno que para ellos también atesora un gran valor sentimental, pero por ahora no les ha valido de nada. «O que menos se entende aínda é que o monte que está case enfronte, e que non ten ningún tipo de servizo, é urbanizable, e o noso terreo, que está totalmente adaptado para facer unha casiña, non», señalan Miguel y Lara, que viven a unos diez kilómetros, en un piso en Burela que no les importaría vender si pudiesen mudarse a Moucide.

Lara y Miguel Ángel son músicos. Les gustaría vender su piso en Burela para trasladarse a Moucide
Lara y Miguel Ángel son músicos. Les gustaría vender su piso en Burela para trasladarse a Moucide PEPA LOSADA

Exigencias «imposibles»

Y casos como el suyo hay bastantes más, puesto que como declara el alcalde de O Valadouro, Edmundo Maseda, las exigencias de la Lei do Solo, del 2016, son «imposibles de asumir» para la mayor parte de la población del rural. «Coa nova lei baixou a esixencia da superficie mínima que había que ter para construír, que pasou de 4.000 a 2.000 metros, e iso está ben, pero as condicións son moito máis duras. Para construír tes que ter unha explotación agrícola que ademais leve funcionando equis anos, e teste que comprometer a mantela durante 25 anos. Ninguén vai querer edificar nesas condicións agás que haxa unha familia de agricultores que teña relevo xeracional; que os casos cóntanse cos dedos das mans. E ademais, se teñen dous fillos e lla deixan a un, que pasa co outro? Deshérdano?», expone. «Aínda que no Valadouro temos unhas normas subsidiarias do ano 1992 que están totalmente obsoletas (la redacción del PXOM acumula grandes retrasos desde la crisis), a lei só che permite facer algo nos núcleos rurais, pero son moi difíciles de ampliar», sostiene. En opinión del regidor mariñano, si no se modifica, la actual ley autonómica va camino de darle la estocada mortal a una Galicia rural que necesita savia joven como agua de mayo. «Hai xente nova que está marchando porque nas fincas de seus pais e seus avós non pode facer nada», asegura Maseda, que advierte que, si no se pone algún tipo de freno a esa diáspora, municipios como el de O Valadouro se convertirán «nun mar de toxos e un pasto do lume», puesto que no quedará gente. «Onde hai unha vivenda, aínda que sexa só de fin de semana, ao redor está limpo, o lugar está vixiado e coidado. Se non hai ninguén, o monte come todo», reflexiona.

«Hai xente nova que marcha porque nas fincas dos seus pais e dos seus avós non poden facer nada»

En la aldea de Alvite

Otra de las familias de O Valadouro que se encuentra en esa tesitura de querer y no poder es la que forman Ana Belén Rega, de 34 años, y Alberto Pena, de 39, junto a sus dos hijos. Eran casi unos niños cuando se casaron y se fueron a vivir con los padres de ella a la aldea de Alvite, en la parroquia de Santo Tomé. Desde entonces han cobijado el sueño de construir una casa en la que residir solos con sus hijos, que ahora tienen 18 y 17 años; y hubo un tiempo no muy lejano en el que vieron la ilusión al alcance de la mano. Fue la época en la que eligieron el terreno, una finca que también está en Alvite; solicitaron permisos e incluso buscaron un arquitecto para diseñar los planos de una vivienda «cómoda para vivir», con tres habitaciones, dos baños, dos cocinas, salita y comedor.

«Queren que haxa alguén cotizando pola agraria cando hoxe é imposible vivir das vacas nada máis»

La primera bofetada llegó porque su terreno tiene 2.825 metros cuadrados y la ley exigía 4.000. «Pero a nova lei baixou a 2.000», señala Ana. Sin embargo, la alegría duró poco, puesto que la Administración les exige ahora tener una «explotación prioritaria», es decir, que su principal fuente de ingreso sea la agricultura o la ganadería. Y aunque la familia tiene en el monte vacas de carne cuya venta supone un complemento para la economía familiar, Ana trabajó ocho años en un supermercado y su marido lleva empleado desde los 16 en la construcción. «Queren que haxa alguén cotizando pola agraria cando hoxe é imposible vivir das vacas nada máis», lamenta. Una opción sería crear una explotación a nombre de su hijo, que es un apasionado del rural, pero tampoco es viable, ya que no es hijo único, y sus padres tampoco quieren condicionarle la vida a tan largo plazo. «Hai que aguantar a explotación 25 anos, e se o día de mañá quere facer outra cousa, non queremos que teña esa carga», reflexiona la madre, y finaliza: «Parece que en lugar de apoiar á xente nova a vivir no rural, queren que nos vaiamos».