En el centro de salud Virxe Peregrina, en Pontevedra, tres usuarias que pasan de los 90 años critican las esperas en la atención primaria
29 may 2021 . Actualizado a las 21:03 h.Tienen 97, 94 y 90 años. Las tres se encuentran sentadas en un banquito frente al centro de salud Virxe Peregrina, del que son usuarias, y cuentan que hace más de un año que no lo pisan salvo para realizar alguna analítica puntual. Estas tres pontevedresas explican que son sus hijas las que gestionan la solicitud de recetas y que lo hacen por vía telefónica.
«Hace más de un año que se jubiló mi médica, que era maravillosa, y desde entonces no volví a consulta. No sé ni cómo se llama la nueva. Ayer sí que estuve porque tenía que hacer una analítica a primera hora y es verdad que había mucha gente esperando», dice la usuaria de mayor edad.
A la entrada del centro de salud pontevedrés, otra mujer, de mediana edad, sale con su papel de la cita médica en la mano. Comenta que no tuvo «más remedio» que desplazarse hasta Virxe Peregrina para poder conseguir cita, y es que asegura que «por teléfono no hay manera de solicitarla. Nunca contestan y me canso de llamar. Con la enfermera no hay problema, la cita es presencial, pero si quieres pedir para el médico de cabecera, es imposible», señala.
Desde la dirección del centro de salud se indica que, desde que dio comienzo la pandemia en el área sanitaria de Pontevedra y O Salnés, «nunca se han dejado de ver pacientes presenciales». Son palabras de la jefa de servicio de Virxe Peregrina, Coro Sánchez Hernández, quien apunta que, en la actualidad, tanto el deseo de los profesionales de atención primaria como el de la población «es coincidente», y es que Sánchez afirma que los sanitarios quieren «aumentar las consultas presenciales, pero siempre en concordancia con la evaluación de la pandemia».
En este sentido, la responsable de Virxe Peregrina destaca que los recursos «son limitados» y explica que «el cribado telefónico permite modular y optimizar la demanda, hasta que consigamos datos tranquilizadores de coberturas vacunales que aseguren inmunidad comunitaria».
Con respecto a la actividad asistencial del centro registrada en la última semana, Coro Sánchez asegura que la presencialidad alcanzó el 54 %. En concreto, según los datos aportados por la responsable de Virxe Peregrina, en las últimas siete jornadas se alcanzaron las 8.847 consultas, de las cuales 6.012 fueron a demanda del usuario y 2.275 programadas por el personal sanitario. Asimismo, cabe destacar que 3.852 fueron atendidas por teléfono y 4.830 en el propio centro de salud. Por otra parte, también fueron efectuadas 114 consultas presenciales en domicilio.
«En un lugar como Ourol, el covid se lleva mucho mejor»
Nada tiene que ver vivir en primera línea la pandemia del coronavirus en un centro de salud de una ciudad como Lugo, Santiago o A Coruña, con hacerlo en uno de un lugar como Ourol. Por una vez, la despoblación parece jugar a favor y eso provoca que los vecinos de este municipio mariñano, que según el padrón más reciente publicado por el Instituto Galego de Estatística tiene 995 habitantes distribuidos en 8 parroquias y algo más de 142 kilómetros cuadrados, disfruten de un día a día bastante más sosegado, como confirma Miguel González Núñez, el único médico adscrito al ambulatorio ourolense. «En un lugar como este el covid se lleva mucho mejor que en los sitios grandes. Aquí todo el mundo tiene su campo y puede salir a respirar aire puro sin miedo», reflexiona un facultativo que atiende cada día a una media de treinta pacientes. «Al día suelo tener 30, 40 o 20», comenta.
Buena parte de ellos son mayores de setenta años que a estas alturas ya han recibido la pauta completa o al menos la primera dosis de la vacuna del coronavirus, por lo que el temor a este empieza a ocupar un lugar secundario con respecto a las múltiples patologías que presentan la mayoría, y que están más asociadas a su avanzada edad que a un virus respiratorio terriblemente contagioso que partiendo de China alcanzó todo el planeta en apenas unos meses. «Esta mañana, por ejemplo, tengo que ir a dos domicilios de gente que por su estado de salud no puede venir al centro», contó Miguel González el pasado miércoles en un receso entre paciente y paciente.
Un brote con ramificaciones en Viveiro
El momento más delicado, aunque tampoco llegó a ser crítico, se vivió entre la recta final del 2020 y las primeras semanas del 2021. Fue entonces cuando alguna comida y encuentros familiares en el entorno de las Navidades en la parroquia de Bravos dieron lugar a un importante brote que tuvo numerosas ramificaciones en Viveiro, uno de los municipios con los que limita Ourol y con el que el movimiento y el contacto son diarios y continuos por motivos personales, laborales, comerciales... De hecho, según expone el médico del ambulatorio ourolense, en los últimos tiempos un número importante de personas empadronadas en Viveiro están optando por acudir al centro de salud de Ourol a recibir asistencia sanitaria para evitar los retrasos y las largas esperas a la hora de solicitar, por ejemplo, analíticas de sangre.
«En el momento más malo de la pandemia, cuando hubo el brote, tuvimos que citar a la gente para que no coincidiese en la sala de espera. Cada uno venía a su hora y no hubo ningún problema», señala el facultativo, que forma parte de un equipo en el que también están integrados una enfermera; Sonia Alfonso (persoal de sevizos xerais) y Alberto Ramil (celador). «En Ourol el coronavirus se lleva bastante bien, no es como en las ciudades», confirman los dos últimos.
Sin mascarilla en un paseo casi vacío
La mascarilla, ese elemento protector que se ha convertido en obligatorio e imprescindible en toda Galicia para prevenir contagios, pasa un poco más desapercibida en Ourol. La combinación entre poca gente y espacios amplios provoca que los contactos sociales sean mucho más limitados que en el entorno urbano, especialmente al aire libre. «A veces voy a andar por el paseo que hay aquí cerca [de A Rega] y estoy yo solo, no hay nadie más, y bajo la mascarilla porque no hay ningún riesgo. Y en el centro de salud la tengo puesta porque en cualquier momento puede llegar alguien», comenta el doctor, que lleva tres décadas asignado al centro de salud de Ourol. «Hasta hace seis o siete años éramos tres médicos», revela.
Sin embargo, el imparable descenso de la población ha reducido el personal de un ambulatorio que abre a diario, de lunes a viernes, de ocho de la mañana a tres de la tarde. Domingos, festivos y el resto del tiempo, los vecinos deben desplazarse alrededor de 17 kilómetros hasta el Punto de Atención Continuada (PAC) de Viveiro para recibir asistencia.