Está formada por 15 agentes ambientales muy experimentados
06 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Estamos en el concello de Rois, en la parroquia de Leroño. Allí, el último día de agosto se declaró un incendio que afectó a unas veinte hectáreas de monte y que, un día después de ser extinguido, volvió a reproducirse. Hemos dejado los vehículos al borde de la carretera y subido a pie unos 50 metros por una pista de tierra hasta lo que parece uno de los vértices de la superficie quemada: «El fuego se inició con un mecherazo que se produjo aquí y aquí», señala el agente forestal Luis Zarco, sin ningún género de dudas. A los ojos de un profano, el mecherazo es indistinguible, pero con el oficio y la preparación que proporcionan muchos años en la brecha, las cosas se aclaran: unas ramas quemadas por un lado y no por el otro; las hojas de un pequeño carballo en una dirección antinatural; un eucalipto afectado en una mitad y no en la otra...
Aquella tarde no hubo rayos ni quemas, ni ninguna otra actividad susceptible de haber derivado en un incendio. Así que la conclusión es clara: alguien dejó el coche donde lo dejamos nosotros, subió esos 50 metros a pie, prendió fuego al monte y salió escopeteado: «Se arriesgó bastante», apunta Zarco: «Porque alguien pudo haberle visto».
Luis Zarco forma parte de una unidad nueva: la UIFO, formada por veteranos agentes forestales que la Consellería de Medio Rural ha liberado de todas sus funciones excepto una: investigar los incendios forestales. Son quince personas, una pequeña unidad de élite, repartidas por todo el país con una dilatada experiencia en la prevención, extinción e investigación de incendios. Comenzaron hace poco más de dos semanas a funcionar como ente independiente y, pese a que la temporada no está siendo muy intensa, no les falta el trabajo.
El punto de ignición
Volvamos a Leroño. Zarco y sus compañeros explican que, en este caso, determinar el punto de ignición no fue difícil. Cuando llegaron, el fuego llevaba poco tiempo ardiendo, por lo que acotaron una zona relativamente pequeña para buscar el inicio: «No siempre se consigue encontrar el punto de ignición -explica José María Carlés, uno de los tres coordinadores que tiene la unidad-. A veces se halla con toda exactitud y otras es una zona de cinco metros cuadrados».
La teoría del mecherazo no deja evidencias. Durante la investigación no aparecieron retardantes, sistemas que los incendiarios utilizan para abrirse una ventana de fuga, que cuando el fuego reviente, ellos estén ya muy lejos. Así que los agentes ya pueden pasar a la segunda fase de la investigación: buscar motivaciones y, si es posible algún testimonio esclarecedor: «Los expedientes no se cierran nunca hasta que se resuelven. Porque un incendio de este año puede tener la clave para detener al autor en el futuro», explica el coordinador.
Poca gente conoce las características del rural gallego tan a fondo como los agentes ambientales. Si en una parroquia late alguno de esos problemas que suelen alimentar el fuego, el agente de la zona lo conoce: disputas de lindes, necesidad de pasto, acoso de animales salvajes, problemas con la caza... «Igual no conocemos el causante, pero la causa sí», asegura una gente. La casuística del fuego en Galicia es muy diversa, pero pocas veces es un misterio: «La coordinación con los agentes es clave para nosotros», admite Zarco.
Dos hipótesis
Por qué ardió el monte de Leroño está aún por determinar. Pero en pocos días habrá un informe cerrado con un par de hipótesis para que discurra hacia la fiscalía. Es más que probable que no se apunte hacia ninguna autoría en concreto porque, salvo milagro, no hay evidencia alguna que sustente una acusación. Eso no quiere decir que no se acabe sabiendo quién fue. «Casi siempre se acaba sabiendo», dice el agente Zarko. Alguien habló, alguien vio o no vio el día del incendio a un sospechoso... El monte es muy grande, pero todavía conserva muchos ojos. Xosé Calvo, otro de los agentes presentes en la investigación, asiente: «Hay veces que es blanco y en botella».
Otra cosa es que la sospecha se traduzca en una acusación sólida, con garantías. Porque al incendiario, o se le pilla in fraganti, o es muy difícil probar su autoría. Por eso es muy importante hablar con los vecinos, muchas veces desde la confianza de un cierto conocimiento previo. Y de paso, crear un poco de conciencia: «Nuestra labor también consiste en concienciar, hablar con la gente, que se de cuenta de lo que está pasando, que tome conciencia», dice Carlés. A veces, investigando, interrogando, también se estimula el civismo y se extiende la idea de que el fuego casi nunca es una herramienta, casi siempre es un enemigo.
Drones y cámaras que vigilan e investigan a los incendiarios
Dicen los investigadores que los drones les han facilitado el trabajo. El punto de vista cenital permite a los agentes tener un acceso rápido a la configuración del terreno, comprobar qué es lo que hay en el entorno y, también, qué es lo que, en caso de intencionalidad, pudo llevar al autor a provocar el fuego: «Si encontramos la causa, podremos llegar más fácilmente al causante», afirma José María Carlés, uno de los coordinadores de la UIFO. Actualmente, el grupo tiene cuatro drones, uno por provincia, pero esperan doblar esa dotación más pronto que tarde.
La Consellería de Medio Rural tiene instaladas por toda Galicia 142 cámaras de vigilancia en 72 puntos estratégicos que, según el propio departamento autonómico, le permite mantener una vigilancia intensiva en el 70 % del territorio. Durante este año se han incorporado 22 cámaras nuevas, para consolidar este sistema de vigilancia que se coordina desde una sala de control en Santiago.
Entre los usos que la UIFO le da a sus drones está el de vigilar sospechosos: «Sabemos quién puede ser y ponemos el dron cerca de su casa. Cuando nos avisan de que sale, el dron lo sigue y puede tomar imágenes de lo que hace». No parece fácil, pero la semana pasada estuvieron a punto de coger a uno. Lo estuvieron esperando varios días. Al día siguiente de abandonar, ardió el monte. No siempre se tiene suerte. Pero eso no les va a hacer desfallecer. Los medios electrónicos son cada vez más numerosos y más eficaces. Las cámaras instaladas por Medio Rural son capaces de enfocar un coche en una zona sospechosa y fotografiar su matrícula.
Pirómanos e incendiarios
Los agentes se esfuerzan en discernir entre pirómano e incendiario: «El pirómano es un enfermo que disfruta con el fuego y que tiene que estar diagnosticado; el incendiario es quien inicia un fuego por una causa determinada», explica el agente Luis Zarko. Es importante comprender la diferencia porque, aseguran los expertos, los incendios intencionados causados por pirómanos son los menos, en contra de lo que mucha gente cree. De ahí que sea tan importante determinar la causa que llevó al incendiario a cometer el delito. Es el camino más directo para su localización y, si es posible, su detención y puesta a disposición de la Justicia. Todos los miembros de la UIFO han sido directores de extinción. Su experiencia y su intuición son también herramientas, muy valiosas.