Perfil: Alberto Núñez Feijoo, un corredor de fondo que llega a su anhelada penúltima meta

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado SEVILA

GALICIA

Feijoo, durante su primer discurso en el congreso del PP en Sevilla.
Feijoo, durante su primer discurso en el congreso del PP en Sevilla. Julio Muñoz | Efe

Alcanza la cumbre de su trayectoria política en el PP con la vista puesta, ahora sí oficialmente, en la Moncloa

02 abr 2022 . Actualizado a las 16:58 h.

Dicen que en Alberto Núñez Feijoo (Os Peares, 1961) todavía queda mucho de aquel niño que no se bajaba de la bicicleta para explorar los recovecos del pueblo donde el Miño se une al Sil. Inquieto y guiadiño. Que cruzaba la vía del tren por donde debía, aunque al ya nuevo presidente del PP le incomode esa imagen de chaval obediente proyectada por sus familiares, y aproveche para rescatar algunas gamberradas de la infancia, como cuando rompió a pedradas los cristales de una casa.

Le sigue gustando disfrutar del tiempo en familia. Antes, copado por su abuela Eladia, la histórica tendera del ultramarinos; su hermana, Micaela, y sus padres Sira -que heredó el comercio familiar- y el fallecido Saturnino, un hombre forjado en las hidroeléctricas de la zona. Ahora, su poco tiempo libre lo disfruta con su pareja, la exdirectiva de Inditex Eva Cárdenas, y el hijo que tienen en común, Alberto, que llegó al mundo un 15 de febrero del 2017 para cambiarle la vida para siempre.

Uno de los sacrificios realizados por Saturnino y Sira llegó cuando decidieron enviar a su hijo mayor a los 11 años al colegio de los Maristas en León, decisión que a la larga acabó resultando una de las mejores que tomaron en su vida, porque allí el chico adquirió una capacidad de sacrificio y de organización que ya nunca abandonaría, y que se espera mantenga ahora que su ocupación pasará a ser Génova, hasta que deje la Xunta de Galicia tras 13 años en lo alto del poder.

Tras León llegaron los años en la facultad de Derecho en Santiago, donde se convirtió en un ave nocturna. El turno de tarde le permitía alternar todas las noches. Y al llegar a casa, a veces a altas horas de la madrugada, siempre había hueco para la lectura o repasar apuntes. Fue, coinciden sus compañeros de promoción, un alumno destacado, que no brillante. Sin embargo, estaba convencido para preparar las exigentes oposiciones a la judicatura, para las que se promediaba entre cuatro y seis años de hincar codos. Sus padres, convencidos de su valía, accedieron a pagarle un preparador en Ourense ciudad. El presupuesto familiar no llegaba para mandarlo a Madrid. Sin embargo, a los pocos meses, Saturnino se quedaba en el paro, por lo que su hijo se vio obligado a renunciar a la oposición. Tocaba economía de guerra. Al poco se enteraría de que saldrían plazas para la administración autonómica, más asequibles. Se encierra un par de meses y logra aprobarlas.

Alberto Núñez Feijoo
Alberto Núñez Feijoo Ed

Romay, su gran padrino

Por entonces, a finales de los años 80, se le conocía como Alberto Núñez, el nombre con el que le sigue llamando su padrino político, José Manuel Romay Beccaría, que este fin de semana no se quiso perder su entronización en Sevilla. El entonces influyente conselleiro de Agricultura e Montes de Manuel Fraga necesitaba cubrir una plaza, y varias personas coinciden en recomendarle a este funcionario de Economía. Tras varias negativas y muchas dudas -porque no se veía en un puesto de responsabilidad trabajando para la derecha-, acaba aceptando, dando comienzo así un idilio político que todavía se mantiene. El veterano político de Betanzos lo convierte en su número dos, primero en la consellería, y después en el Ministerio de Sanidad. Le colocó como presidente del Insalud, un cargo que años despues le resultará fundamental para trabajar en primera línea contra la pandemia.

De ahí saltó a Correos de la mano de Francisco Álvarez Cascos, una institución a la que devolvió a números negros. Y a continuación, al fin afiliado al partido después de haber votado al PSOE, y cuando más a gusto estaba en la capital, regresó a Galicia enviado por Aznar y Rajoy. Tras un breve paso dentro del gobierno como conselleiro y vicepresidente, se hace con las riendas del PPdeG sucediendo a Manuel Fraga. 

Con Manuel Fraga, en el 2004, cuando era vicepresidente de la Xunta.
Con Manuel Fraga, en el 2004, cuando era vicepresidente de la Xunta. CORRAL

Asume un partido en horas bajas, pero tras una etapa en la oposición en la que castigó al bipartito PSdeG-BNG con el argumentario del derroche económico, logra el asalto a San Caetano de forma muy ajustada. «El balón pegó en el poste y entró», admitiría posteriormente el propio presidente sobre aquellos comicios. Desde entonces ganó otras tres elecciones consecutivas, igualando la cifra de Fraga, cerrando el paso por completo a Vox y a Ciudadanos, que nunca obtuvieron ni un solo diputado en O Hórreo. Algo que no ha logrado nadie más. También desesperando a una oposición que nunca logró encontrarle un punto débil que le causara daño. Prueba de ello, comentan desde su reducido equipo, es que casi diez años después insisten con la foto en la que aparece junto al narcotraficante Marcial Dorado, algo que en ese grupo consideran más que amortizado.

A lo largo de estos años siempre ha sonado como aspirante a la presidencia del PP, entendiendo que su ambición no estaba colmada en Galicia, aunque en público siempre insistiera en su «Galicia, Galicia, Galicia». La primera gran oportunidad la tuvo en el 2018, tras la marcha de Mariano Rajoy. La dejó pasar, sin haber terminado nunca de explicar por qué dijo no. En esta ocasión se ha visto casi obligado, empujado por todos los barones y cargos del partido: o daba el paso, o el PP corría serio riesgo de desaparición. Hoy completa la que espera sea su penúltima etapa. La siguiente, insiste, tiene que ser la Moncloa.