El lamento de los vecinos de Angrois, ante el juicio por el accidente: «Nove anos despois, a nosa aldea segue cos mesmos problemas»
GALICIA
El barrio de Santiago en el que descarriló el Alvia sigue el proceso con distancia para no reabrir las cicatrices del trauma
26 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando iban a dar las 20.40 horas de aquel fatídico 24 de julio del 2013, segundos antes de que un tren Alvia descarrilase en Angrois (Santiago) segando la vida de 80 personas e hiriendo a otras 145, Anxo Puga hablaba junto a las vías con Martín Rozas del parque que querían que se construyese en este barrio compostelano cuyos habitantes llaman aldea con auténtico orgullo. «Aquí hai que vir a propósito, non se vén de paso», presumen ambos.
El primero era entonces el presidente de la asociación de vecinos y el segundo lo es hoy en día. Nueve años después, ahora que por fin se está celebrando el juicio del caso, ambos siguen a vueltas con el mismo parque. Inacabado y con evidentes carencias tras un proyecto hecho al calor de la tragedia y que les dejó descontentos. Quedan por invertir, al menos, los 90.000 euros que sobraron de las obras, que quieren que sirvan parar cerrar el recinto y evitar que los niños se cuelen en las vías, ampliar la entrada para que los camiones de las orquestas puedan entrar al Campo da Festa, poner cemento en zonas hoy con tierra y ajardinar los muros, instalar dos puntos de luz en el acceso y comprar el mobiliario del centro social. «Nove anos despois, a nosa aldea segue cos mesmos problemas», resume Anxo.
A esa sensación de que nada avanza ha contribuido, y mucho, el que se haya tardado tanto en juzgar el caso Alvia. «É alucinante que as vítimas leven nove anos esperando polo xuízo», se lamenta Puga. Él admite que no está haciendo un seguimiento muy intensivo de la vista. «Sigoo por titulares», añade. Y es que en Angrois, todo lo que sea hablar del accidente, reabre las cicatrices de un trauma que siempre condicionará sus vidas. Por eso les gusta recordar poco lo sucedido. «Eu antes sempre dicía que era de Angrois, mais agora digo que son de Sar ou de Santiago, porque en canto que lle mencionas a alguén a palabra Angrois veñen as preguntas sobre o tren e o que pasou», confiesa.
Sobre el juicio, Anxo Puga, cree que todo el caso se resume en una frase del maquinista, Francisco José Garzón. «El dixo que coas medidas de seguridade que hai hoxe en día o accidente non se produciría, pois xa está, xa non hai nada máis que engadir», afirma.
Como para las víctimas directas del descarrilamiento —los vecinos de Angrois fueron indirectas—, para él hay una clara diferencia entre Garzón y el otro acusado en el juicio, el exdirectivo del ADIF Andrés Cortabitarte. «O maquinista ten responsabilidade, claro que si, pero el o admite, recoñeceuno e pediu perdón, cousa que o outro non fai e mantén unha actitude chulesca», resalta.
El expresidente, como su sucesor y amigo, Martín Rozas, tienen sentimientos contradictorios sobre lo sucedido. Por un lado, aseguran que siguen «vivindo a mesma vida» y que sus vidas «abarcan máis que ese día» pero, por otro, admiten que nada es igual desde entonces y que les ha pasado factura. Y no solo para lo malo, también para lo bueno, porque cuando se ponen a echar la vista atrás son capaces de encadenar un buen puñado de «historias bonitas» surgidas entre tanto dolor, como las numerosas cartas de agradecimiento escritas a mano que recibieron por su coraje a la hora de ayudar a los heridos o, simplemente, por el abrazo de unos padres que habían perdido a su hijo. «Esas cousas te chegan, porque son de verdade», apunta Martín Rozas mientras resopla.
Los dos fueron testigos directos del accidente. Escucharon, vieron y olieron la tragedia en primera persona. En las vías y en los vagones retorcidos por el descarrilamiento. Como todos los vecinos de Angrois, mostraron una valentía asombrosa a la que restan importancia. «Non é valor, é o momento. Ca adrenalina nin pensas, vas para dentro a axudar», explica Anxo Puga.
Para los vecinos de Angrois, su topónimo ya no engloba solo a los que viven en este tranquilo rincón de Santiago cuyo tiempo marca el traqueteo de los trenes. Desde el accidente, bajo el nombre de su aldea se pueden cobijar todos los que sufrieron el accidente y los que ayudaron a las víctimas arriesgando sus vidas para salvar las de desconocidos. «Para nós, todos eles son para sempre uns veciños máis», señala Puga. Ese es el espíritu de Angrois.