Maletas, mantas, objetos personales, hierros quedaron esparcidos por el perímetro que rodeaba unas vías en el lugar de Angrois en torno a las que algunos heridos trataban de entender qué había pasado, mientras los teléfonos móviles no dejaban de sonar
«(...) Recordé siempre un mar de leyendas y un graznido de gaviotas constante en mis oídos. El mar del que habla Celso Emilio Ferreiro, Rosalía de Castro o Manuel Rivas (...)»