Cuarto día del juicio del crimen del Cash Record: un policía que revisó el caso dice que «había indicios para imputarle a Vilariño un tercer asesinato»
GALICIA
El agente cree que tuvo que ver con la muerte de un vecino de Bóveda que vino a comprarle cocaína en 1997, y dice que cumple todos los requisitos para ser autor del crimen de O Ceao. El fiscal mantendrá su postura y no acusará del crimen al procesado
09 feb 2023 . Actualizado a las 23:03 h.La cuarta vista del juicio del crimen del Cash Record de O Ceao (Lugo) arrancó como la anterior: con un testigo que no puede declarar al haber fallecido hace años. En este caso, se trata de Magín Carracedo, excomisario de la ciudad de Lugo. Al igual que otros nueve compañeros policías, instruyó parte del proceso hace casi tres décadas.
Juan Vilariño, el acusado, se sentó en el banquillo por cuarto día consecutivo. Se enfrenta a 28 años de prisión por dos delitos de asesinato, cometidos en el supermercado de O Ceao aquella tarde de abril. Elena López y Esteban Carballedo, los únicos dos trabajadores que quedaban a última hora, antes del cierre, fueron asesinados a tiros por un atracador que se llevó casi 5 millones de pesetas.
Vilariño, conocido en Lugo por moverse en un ambiente de drogas y armas y por tener un bar en la rúa Nova, llamado Los Ángeles, ha negado en todo momento la autoría del crimen, a pesar de haber sido señalado por varios policías que analizaron el procedimiento en anteriores sesiones como «único autor posible según las hipótesis».
En la jornada de este jueves, agentes tanto de la Policía Local de Lugo como de la Nacional de la ciudad amurallada y de Madrid, que revisaron el caso años después, trataron de esclarecer los indicios que, según ellos, señalan a Juan Vilariño como presunto autor del crimen.
Sus testimonios podrían convencer al tribunal para obtener una sentencia condenatoria, pero parecen no haber sido suficientes para el fiscal, que eligió al término de esta sesión mantener su decisión y no acusar a Vilariño como autor del crimen.
Agentes fallecidos o que no recuerdan lo sucedido
Tras la imposibilidad de escuchar la declaración de Magín Carracedo, testificó un agente de la Brigada de la Policía Judicial en activo por aquel entonces. En su turno de palabra dijo no recordar apenas nada de lo sucedido en aquellos años. «En ese momento, creo que yo estaba con otros asuntos. Quizás el jefe de la Brigada, el agente Tabernero, me ordenó hacer alguna diligencia, pero no lo recuerdo», aseguró.
Declara el policía que lideró la instrucción: «Cumple todos los requisitos para ser autor del crimen»
De igual forma que en la tercera jornada del juicio, este jueves compareció uno de los agentes de la Unidad de Delitos Especializados y Violentos (UDEV) de Madrid que revisaron el caso. Se trata del policía que lideró la instrucción de la causa, que denominaron Operación Jurásico. En su testimonio, igual de contundente que el de su compañero pronunciado el día anterior, afirmó que «las pruebas que analizamos y los indicios que teníamos señalaban que el imputado es el autor del crimen, porque cumple todos los requisitos».
El policía repitió los argumentos de su compañero. El atracador era una persona conocida, «familiarizada y no de forma superficial con las armas», que fue reconocido por un testigo en una rueda de fotografías años después y que un amigo declaró que «le había ofrecido participar en el atraco». Según su punto de vista, Vilariño sería el autor más probable.
El agente afirmó que «la persona que mató a los empleados entró con la intención de no dejar testigos, ya que sabría que lo iban a reconocer. No fue un toxicómano que se puso nervioso y disparó, fue un experto».
El agente mencionó también la relación que tenía Vilariño con el atraco a otro supermercado de Lugo dos años antes, el Cash Miño. «Creemos que también fue el autor de este hecho. Todo coincide: es el mismo modus operandi. Además, el otro atracador se refería a su socio, un hombre que responde a la misma descripción física que Vilariño, como 'Manolo' [Manuel Juan Vilariño]. Además, él conocía perfectamente el establecimiento. En un registro, se le encontraron albaranes tanto del Cash Miño como del Cash Record», explicó el policía. Además, Vilariño estuvo en el Cash Miño justo una semana antes del atraco (viernes a última hora) y en el Cash Record (dos sábados antes).
En una larguísima declaración, este policía explicó también, de manera sorpresiva y contundente, que sus investigaciones en aquellos años (2013 en adelante) podrían servir para imputarle a Vilariño incluso un tercer asesinato.
¿Un tercer asesinato?
La tercera muerte podría ser la de un hombre apellidado Toirán y natural de Bóveda. Años después del crimen del Cash Record, en 1997, apareció muerto en una finca de los alrededores de Lugo. Este policía afirmó en el juicio que su muerte podría deberse a un asunto de drogas. Según él, había indicios suficientes para pensar que Vilariño pudo actuar como intermediario de esta compra de droga.
«Incorporamos el caso Toirán a la causa del Cash Record porque creíamos que investigarlo podría aportar más información. En ese caso, vimos indicios para pensar que Vilariño mató a Toirán al ir a conseguir droga para unas fiestas de Monforte», declaró. «¡Incluso más contundentes que para acusarlo del crimen de O Ceao!», añadió el agente.
Sin embargo, el juzgado rechazó reabrir la causa cuando la UDEV lo solicitó. «Incluso supimos que la madre de Vilariño se compró un piso la semana siguiente por 3 millones de pesetas, exactamente la cifra que se le pidió a Toirán para comprar la droga. Hay indicios que señalarían que Vilariño lo mató y se quedó con el dinero. Nunca lo supimos», concluyó.
Se le intervinieron cartuchos de un arma como la del crimen, pero faltaban justo los usados en el Cash Record
Más adelante, el policía declaró que se le encontraron a Vilariño, en varios registros, «cien cartuchos de una BM Star Parabellum, el mismo modelo de la pistola del crimen, de los años 82, 84, 85 y 86. Justamente faltaban los del 83, que fueron los que se usaron en el crimen».
Además, el instructor añadió que, en un piso de Bilbao que había sido propiedad del acusado, se encontró la funda de un revólver como el que se usó en el atraco al Cash Miño en el año 1992. «Todos los testigos a los que les preguntamos por Vilariño coincidían en que era una persona capaz de ponerle una pistola en la cabeza a alguien», terminó el agente, que se ratificó en el contenido de su informe.
Las contradicciones de los testigos
Tanto él como un compañero, que declaró justo después, coincidieron en que se investigaron otras líneas, pero que nunca apareció una hipótesis de tanto peso como la de Vilariño. Este otro policía, además, explicó que no era descabellado «entender que los testigos podrían entrar en contradicciones al declarar 20 años después de los hechos».
A preguntas de la abogada de Vilariño, el anterior policía ya había reconocido que varios testigos, entre ellos los toxicómanos que apuntaban al acusado como quien ideó y cometió el atraco —e incluso le ofreció colaborar a uno de ellos—, habían cambiado detalles de sus versiones. Sin embargo, le restaron importancia. «Si trabajamos con un caso tan antiguo, tenemos que entender que existirán estas contradicciones y trabajar con ellas», declaró uno de los policías.
Un detalle especialmente curioso aportado por este último agente fue que, después de «remover en el caso», como él mismo dijo, es decir, reactivar la investigación e interrogar a testigos y sospechosos, Vilariño dio un paso en falso. «Alguien le debió comentar que, desde la policía, estábamos preguntando otra vez por el crimen. Le teníamos pinchado el teléfono y sabíamos qué hacía con él, así que comprobamos que había buscado páginas de 'personas en busca y captura en España' en Internet, seguramente para ver si figuraba alguien de su entorno o él mismo», comentó.
El jefe de la Policía Local e instructor del caso en Lugo: «Vilariño siempre tuvo las armas que quiso en su poder»
Igual de contundente que los agentes de la UDEV de Madrid, o incluso más todavía, fue el responsable de la investigación del caso Cash Record por parte de la Policía Local. El agente Morán, ya retirado, compareció este jueves en una de las declaraciones más esperadas de todo el proceso.
El exjefe de la policía municipal se ratificó en todos los informes y diligencias que firmó en aquellos años, pero la parte más interesante de su relato fue cuando contó cómo era Vilariño en aquellos tiempos y si creía que había indicios para incriminarlo. «Conocí a este hombre en octubre del año 1994, cuando lo arresté por traficar con drogas en su bar de la rúa Nova. A partir de ahí, fui sabiendo quién era y a qué se dedicaba. Ya habíamos comprobado a través de seguimientos que se dedicaba a trapichear con heroína, la cual le vendía a toxicómanos de la ciudad. Pronto supimos que era una persona hábil con las armas, fría y capaz de todo», explicó el agente.
Al ser preguntado por el ambiente en que se movía, Morán recordó que los clientes iban al bar Los Ángeles a comprar droga, pero que también era el propio Vilariño el que abandonaba su local para hacer las transacciones en otros puntos de la ciudad, algo que la defensa había puesto en duda debido a algunos testigos que decían que jamás dejaba abierto el bar sin estar él allí. «Sí que salía a vender droga y dejaba abierto el bar. Quedaba un socio o su hermano pequeño al cargo mientras él no estaba. Sabemos que se movía mucho con este tipo de amistades y clientelas. Era el único hostelero que vi en mi vida que tuviese armas. De hecho, siempre tuvo las que quiso y más», declaró el exjefe de la Policía Local.
Le atribuye el robo del Cash Miño
En aquellos momentos, él lideró una investigación paralela a la de la Policía Nacional. Su equipo siempre tuvo claros varios detalles que luego trascendieron en la causa. Por ejemplo, que Vilariño había sido el autor del robo al Cash Miño dos años antes del crimen. «Fuimos los primeros en argumentar esto. Como le encontramos los albaranes de las compras para el bar en el 1994, atamos cabos y vimos que, antes de comprar en el Cash Record, lo hacía en el Cash Miño. Comprobamos que los dos atracos eran casi idénticos: los que lo hicieron conocían el local, fue a la hora del cierre y, en el caso del Cash Miño, el atracador alto se refería al bajito como 'Manuel', que es el nombre del acusado», concluyó.
Vivió muy de cerca las declaraciones de los dos toxicómanos que afirmaron que Vilariño le había ofrecido a uno de ellos atracar el Cash Record. «Lo llevamos a sede policial meses después del crimen para requisarle unas drogas, nada grave. Entonces, de manera espontánea, nos dijo que quería contar lo que sabía del crimen del Cash Record. Nos dijo que el del bar Los Ángeles lo había llevado hasta allí en coche unos meses antes y, tras darle una pistola como la del crimen, le dijo que sería fácil, porque solo iban a estar una cajera y un reponedor, y que el botín iba a ser millonario. Contó detalles que no tenía forma de saber si su testimonio no fuese cierto, por eso le di y le sigo dando la máxima veracidad», dijo el expolicía.
«Siempre creí que las armas se las proveía un guardia civil que las reparaba y modificaba»
Además, uno de ellos les contó que el otro y Vilariño habían ido a un monte de Rábade a ensayar tiro con unas pistolas. Al ir al lugar, la policía encontró balas que se correspondías a esas armas. Por ello, creen que sus testimonios se sostienen. «No puedo decir que este señor cometiese los asesinatos, porque no lo vi, pero sí que planeó y ejecutó el atraco», remató.
Finalmente, explicó que siempre creyó que «las armas que tenía se las proveía un guardia civil, un tal Carlos, al que se le encontraron un montón de armas en un registro en su casa, varias que se podían corresponder con pistolas que tenía el acusado y que podían haber sido trucadas o modificadas». Este testimonio se relaciona íntimamente con testimonios de otros testigos, que comentaban que el arma del crimen podría ser similar a las que usaban algunas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Los primeros policías en llegar a la nave
Los últimos policías que testificaron en la cuarta y penúltima jornada del juicio fueron los tres agentes de la Policía Local que primero llegaron al Cash Record. Con mayor o menor precisión, todos coincidieron en que recibieron un aviso mientras iban de patrulla. «Nos requirieron en la nave del Cash Record de O Ceao porque había dos personas muertas», resumió uno de ellos.
Una vez que descubrieron los cadáveres, se apresuraron a revisar el recinto, por si había alguien más allí, y acordonaron la zona. «Luego, llegó la Policía Judicial y la Policía Científica. Colaboramos con ellos en lo que pudimos y luego le enviamos las diligencias al juzgado que nos las pidió», concluyó uno de esos agentes jubilados.
Los forenses
Tras el desfile de testigos que pasaron por la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Lugo esta semana, la última parte de la vista de este jueves fue para los peritos técnicos. Primero, comparecieron los dos médicos forenses que estudiaron los cuerpos de Elena López y Esteban Carballedo. Al poseer los informes desde hace casi 29 años y estar fuera de duda la causa de la muerte, sus declaraciones fueron breves.
De hecho, los forenses, que declararon a la vez, fueron preguntados, más bien, por aspectos externos a la propia muerte de las víctimas. Por ejemplo, la distancia que había entre los cuerpos o si habían llegado a una conclusión de la altura del tirador. «No había señales de lucha. Ambos murieron sin oponer resistencia. Creo que Esteban fue el primero en morir, porque recibió el disparo estando sentado, mirando hacia arriba, como si hablase o estuviese observando al asesino, y no llegó a levantarse. Si hubiera muerto Elena primero, hubiera ido corriendo hacia allí, o se hubiese movido en algún sentido, o al menos se hubiese puesto en pie», mantuvo uno de los forenses. La cajera, por su parte, «pudo ser amedrentada por el tirador para que abriese la caja fuerte. Murió de rodillas, frente a él, algo que podría indicar que estaba siendo intimidada y obligada a colocarse en esa postura antes de volver a levantarse», concluyó. Ambos murieron de un disparo en la cabeza, pero no se pudo concluir exactamente la altura del tirador.
Balística jamás encontró el arma del crimen
Por último, declararon a través de una videollamada los dos agentes del servicio de balística de la Policía Científica. Ellos fueron los encargados de analizar todas las armas que podrían estar relacionadas con el crimen. La pistola que mató a Esteban y a Elena fue una BM (o BS) Star 9mm parabellum, una semiautomática común. Jamás la encontraron.
Sin embargo, sí se analizaron casi una decena de armas similares solicitadas por la policía. Ninguna se correspondía con las marcas encontradas en las balas que mataron a los empleados del Cash Record. «Analizamos también las pistolas que se le requisaron al acusado, pero ninguna se correspondía con la usada en los asesinatos», concluyeron.
Sin embargo, siempre ha existido la sospecha de que Vilariño utilizó a un amigo de confianza, un guardia civil de Lugo experto en la reparación y modificación de armas, para deshacerse de esta prueba. La acusación cree que, tras el crimen, le llevó esta pistola para que le cambiase unas piezas, entre ellas el cañón (el cual hizo desaparecer) para que ese arma jamás se pudiese identificar con el crimen. «Un arma desmontada y montada de nuevo con otras piezas sería imposible de relacionar con disparos anteriores, porque no dejaría las mismas marcas en las balas».
El fiscal no acusará
La cuarta jornada del juicio terminó con el fin de las declaraciones de testigos y peritos. Tanto la defensa como la acusación particular y la Fiscalía elevaron sus conclusiones provisionales a definitivas, las cuales presentarán y defenderán este viernes en la última sesión del proceso.
Esto quiere decir que Roberto Brezmes, fiscal del caso, no acusará a Juan Vilariño como autor del crimen. Nunca lo hizo durante la instrucción, llegando a pedir el sobreseimiento de la misma por falta de pruebas, y mantuvo su decisión hasta el final negándose a imputarle el crimen al acusado. Está por ver cómo fundamenta este viernes su elección.
La acusación se agarrará a la prueba indiciaria
Quien ya tiene su estrategia preparada para la última vista del juicio es la acusación particular. Los representantes legales de las familias de Elena y Esteban basarán sus conclusiones definitivas, en las que pedirán una sentencia condenatoria, en un concepto jurídico relativamente novedoso: la prueba indiciaria. Gracias a una sentencia del Tribunal Supremo del año 2019, relativa a la condena a dos coruñeses por un asesinato, la jurisprudencia avala que un poderoso conjunto de indicios sea tomado en cuenta por el tribunal como si fuese una prueba de hecho.
En este caso, en el que no existen pruebas contundentes de que Vilariño cometiese el crimen, son los indicios señalados por los policías durante los dos últimos días del juicio los que podrían decantar la balanza.
La defensa del procesado, sin embargo, irá en dirección contraria. Al no haber pruebas evientes contra su cliente, pedirán la absolución de Vilariño, de igual manera que el fiscal.