Un familiar de una víctima del accidente del Alvia: «Mi padre recordaba la cantidad de teléfonos móviles que sonaban en el tren y que nadie cogía»
GALICIA
Las víctimas del Alvia exponen en el juicio las secuelas físicas y psicológicas que les dejó el accidente de Angrois
15 feb 2023 . Actualizado a las 19:28 h.El juicio del Alvia continuó este miércoles por el doloroso itinerario de la experiencia de las víctimas en el accidente de Angrois, y siguió demostrando la viveza del dolor y del recuerdo. Mientras muchas víctimas no son capaces de recordar detalles de su vida posterior —por ejemplo, el tratamiento que seguían cuando estaban convalecientes—, casi todos se acuerdan perfectamente del instante del accidente. Y de los momentos posteriores en caso de que no hubieran perdido la conciencia. Es lo que le sucedía al padre de una de las comparecientes en la sesión de este miércoles, que mencionaba a menudo una infausta referencia sonora que le quedó grabada para siempre. «Mi padre recordaba muy a menudo la cantidad de teléfonos móviles que sonaban en el tren y que nadie cogía», explicó.
Su padre murió un tiempo después del accidente, algo que relacionan con las secuelas del siniestro. «Mi marido se culpaba un poco, porque decía que tenía que habernos llevado él en coche», declaró su esposa [el juzgado prohíbe publicar los nombres de los afectados sin su consentimiento]. Varios familiares de víctimas explicaron el efecto del teléfono móvil desde el otro lado. Cuando se enteran de la noticia del accidente de tren, llaman y su ser querido no lo coge. Es entonces cuando se esperan lo peor.
«Cuando paró todo me hice un autochecking para ver si estaba entero. Había un señor que estaba buscando a su hija pequeña. Allí no había ni izquierda ni derecha, ni arriba ni abajo», explicó un hombre sobre la situación justo después del descarrilamiento. Esta víctima confirmó que justo antes la megafonía del Alvia estaba anunciando la llegada a la estación de Santiago.
Otra afectada aseguró que llevaba cuarenta años viajando en tren porque lo encontraba seguro y cómodo. Casi todos se refieren a la oscuridad que se produjo justo después del descarrilamiento. Aunque aún había luz del día —eran las nueve menos veinte de un 24 de julio del 2013, pleno verano—, el tren se quedó lógicamente sin alimentación eléctrica, en medio de una gran polvareda y el humo del vagón técnico trasero, que se había incendiado. Casi todos tienen algún problema de movilidad. Casi todos tienen problemas para viajar en cualquier tipo de medio de transporte. Casi todos tuvieron problemas de ansiedad, angustia e insomnio en los años que vinieron después. «Cuando se acerca la fecha se me revuelve todo y es cuando vuelvo a la psicóloga», dijo una de las personas que declaró este miércoles.
Otro testigo recordó que los asientos se cayeron del techo una vez que el coche en el que viajaba volcó junto a la tajea, en el muro de hormigón de la curva de Angrois. «Yo pensaba que iban fijos, pero no. Era muy difícil moverlos, pesaban una animalada», dijo. Después del accidente hubo un debate técnico sobre cómo mejorar la fijación de elementos en el tren, especialmente el equipaje: las maletas se convierten en verdaderos proyectiles.
Ángel María Pinacho perdió a su madre en el tren. «No supe del fallecimiento hasta que llegué al polideportivo», recordó. Era hijo único y, por tanto, la relación era «muy estrecha». Estuvo siete meses yendo a terapia. También fue muy duro para su hijo, que solo tenía cuatro años.
El músico que ya no pudo ver las partituras
Otra de las víctimas que declaró era un músico profesional que regresaba a Santiago de actuar en Atenas. Tocaba la tromba en orquestas sinfónicas de todo el mundo como freelance. «Pensé que iba a morir aplastado», dijo sobre su situación después del siniestro. «Fue el peor momento de mi vida, sin duda». En el 2017 solicitó una incapacidad por los efectos del accidente en el glaucoma que padecía, que se agravó con las heridas sufridas y el consiguiente aumento de la tensión ocular. Al afiliarse a la ONCE se dio cuenta de que no podría volver a tocar y le dieron la invalidez total. «Amaba mi profesión y tener que cortar con eso ha sido tremendo». Tocaba en orquestas sinfónicas desde los 18 años. Intentó volver a hacerlo, pero no podía ver las partituras. «Con el tiempo fue aún peor». También tuvo que dejar las clases de música, aunque se resistía. «Había algo en mí que me empujaba a seguir con mi vida anterior». «Antes veía menos que otras personas, pero podía hacer mi trabajo», dijo. Las aseguradoras (Allianz y QBE) expusieron sus reservas a que su enfermedad fuera una consecuencia directa del accidente, como hicieron con otros comparecientes.