¿Qué esconde la «violencia gratuita» del caso de Samuel Luiz?: «Muchos jóvenes sienten que mostrarse agresivos les ayuda a integrarse en un grupo»

Laura García del Valle
Laura G. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El juicio por el crimen del auxiliar de enfermería refleja dos conductas que preocupan a los expertos: los ataques en manada y la exhibición del salvajismo por los «likes»

11 nov 2024 . Actualizado a las 10:40 h.

Tras un extenso interrogatorio, una de las acusadas de haber acabado con la vida de Samuel Luiz tuvo que contestar a una pregunta clave: «¿Le gusta la violencia?». Katy Silva había estado casi una hora exculpándose del crimen, intentando depurar una imagen que la libre de la cárcel, y esta cuestión la pilló desprevenida. La joven se enfrentó a una imagen en la que lucía palmito con una catana y un pasamontañas: «Fue para un videoclip», contestó. Los otros cuatro encausados por matar a golpes al auxiliar de enfermería también habían hecho sus pinitos en la música con el tema de trap Dando duro, que el jefe de la investigación del caso definió como «premonitorio» de lo que acabaría pasando aquella noche del 3 de julio del 2021.

La canción que grabaron para consumo personal, junto a uno de los menores que ahora está en prisión, es una expresión de violencia sin matices. Estrofas como En un BMW, el motor al corte, tirando por la ventana piedras a la gente; Dando duro tú te vas para el suelo o Como te pille se te va a acabar la suerte ensalzan conductas agresivas que, por lo que cuentan los expertos, cada vez están más integradas en el día a día de los jóvenes gallegos. A la exhibición del salvajismo por el salvajismo se le suma una propensión, también cada vez más común entre los chavales, que tiene en el asesinato de Samuel su manifestación más atroz: el ataque en manada.

«Hay un tipo de violencia, habitual en la adolescencia y la juventud, vinculada a la dependencia grupal. Por lo general, se expresa a través de la rivalidad con el semejante o por el odio que provoca el diferente [racismo, homofobia...]. También es habitual que se produzcan conductas violentas derivadas de la extimidad; así denominó Lacan a eso que rechazamos de nosotros mismos y que, al verlo en el otro, lo odiamos de forma explícita. Esto siempre ha existido, pero ahora esta violencia se produce en un contexto de declive general de los ideales. Las nuevas generaciones no conocen ese freno íntimo que nos hace sentir vergüenza? o culpa, más bien al revés: la tendencia es exhibir hasta la crueldad». El psicoanalista Manuel Fernández Blanco sintetiza de este modo cómo la violencia se ha ido normalizando hasta convertirse, en algunos casos «en una obligación para la integración grupal» que «se relaciona con el auge de las redes sociales. Ya no solo hay que ser violento, sino grabarlo y mostrarlo».

Por otro lado, este especialista considera que la brutalidad «absurda» se vincula generalmente al género masculino. «Son ellos los que actúan en grupo porque tienen más dependencia de la aceptación grupal y, además, son más sumisos con el líder que las chicas».

«Necesitamos que los menores tengan referentes para poder frenar el acoso»

El Sindicato de Enfermería en Galicia (SATSE) solicita, de la mano del sindicato independiente de enseñanza pública (ANPE), «la implantación generalizada de la enfermera escolar para que estas profesionales sanitarias puedan colaborar en acabar con la violencia y el acoso en los centros educativos».

Según Asunción Maus, secretaria general autonómica del SATSE, «el aumento de las agresiones en las aulas es preocupante, y la falta de notificaciones de acoso y violencia en las aulas está normalizada; hace falta esta figura para que los niños tengan referentes en su formación en cuestiones de salud mental».

El secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en Galicia, Roberto González, traslada un total desasosiego por esta situación. «Notamos una absoluta falta de respeto a la figura de la autoridad, a las normas y al civismo entre los jóvenes, sobre todo a altas horas de la noche; la mayoría de veces vinculado al consumo abusivo de alcohol y sustancias», indica, para añadir: «Estamos preocupados, y como policías pedimos que se tomen medidas para que se traten de reconducir estas situaciones a edades tempranas». Desde su posición reconoce que las intervenciones con menores son muy complicadas «y la mayoría de comportamientos delictivos quedan impunes».

Pese a que hay iniciativas en marcha para frenar el acoso escolar en los colegios, y el Gobierno perfila una app para impedir que los menores tengan acceso a pornografía —«sí se relaciona con conductas violentas en chicos de edades tempranas», confirma Fernández Blanco—, este psicoanalista invita a explorar una fórmula que pone el foco en los mayores. «Creo que hay una dimisión por parte de los adultos que supone dejar a los niños solos o con sus semejantes. De algún modo, muchos padres, y a veces la ausencia está justificada, se alejan hasta permitir que la relación principal de sus hijos pase a ser con sus iguales. Es necesario que el adulto se entrometa en la vida de su hijo tanto cuando es niño como cuando es adolescente. Antes un chaval se dirigía a sus padres o profesores desde la necesidad de buscar un saber, un bagaje; ahora le otorgan ese poder a internet y a los colegas, y este saber está desprovisto de la experiencia de la vida», concluye.