La carrera de la artista y sus espectáculos han estado siempre caracterizados por una constante provocación, recurriendo a cuestiones delicadas como la religión, la homosexualidad o los símbolos nacionales
17 jul 2012 . Actualizado a las 19:25 h.Madonna y las polémicas. Como Gabriel García Márquez en su famosa novela autobiográfica Vivir para contarla, la carrera de Madonna podría resumirse bajo esa máxima que, en inglés, titula una de sus más famosas canciones, Live To Tell, tema que la artista escenificó hace unos años crucificada en una de sus muchas y más sonadas polémicas.
Hasta la reciente denuncia del ultraderechista Frente Nacional francés por un montaje audiovisual de su último concierto en París, en el que aparece brevemente la política Marine Le Pen con una cruz gamada sobre la frente, muchos son los terrenos pantanosos en los que se ha embarrado la llamada «ambición rubia». Más allá de las cuestiones puramente eróticofestivas, Madonna ha convertido en motivos recurrentes de su música cuestiones como la homosexualidad, la religión católica, los símbolos nacionales, el antiamericanismo... Algunos lo achacan a su compromiso con la libertad; otros, a esa norma básica de quienes anhelan la fama perpetua: «Que hablen mal de mí, pero que hablen».
Con el single Papa, don't preach (Papá, no me sermonees), de 1986, encendió al mismo tiempo los ánimos de los sectores conservadores y progresistas. La canción, que habla de una adolescente embarazada, sobresaltó la rígida moralina de los años 80, mientras que las feministas consideraron que banalizaba un tema delicado.
Unos años después, en 1989, lanzó el considerado videoclip más escandaloso en la historia de la cadena MTV, Like a prayer. En él se refugia dentro de una iglesia donde, escote mediante, infunde vida a la estatua de un Cristo negro al que besa, en medio de una escenografía que incluye cruces ardiendo y estigmas en las manos de la cantante.
Aunque Madonna declaró que no pretendía burlarse de la religión, aquella fue la primera vez en que uno de sus temas recibió la consideración de blasfemo y la marca de refrescos que patrocinó su lanzamiento canceló la campaña a los pocos días. A partir de entonces, sus choques con los sectores más ortodoxos del cristianismo han sido continuos y llegaron a un punto álgido durante la gira Confessions Tour, en el 2006, en la que la cantante interpretó Live To Tell bajando de los cielos, brazos en cruz y corona de espino en su frente, mientras detrás se veían rostros de niños sufriendo.
La artista recibió amenazas de secuestro de la mafia rusa, airadas protestas encabezadas por el expresidente Lech Walesa en Polonia, patria del papa Juan Pablo II, y hasta el intento de boicot de un sacerdote protestante holandés de 63 años, que reconoció haber sido el autor de una falsa amenaza de bomba en Amsterdam. Además, en el concierto en Roma de aquel mítico tour, Madonna incluyó imágenes de Benedicto XVI en una proyección en la que mostraba a otros personajes como Hitler, George W. Bush, Benito Mussolini, Vladimir Putin, Osama Bin Laden o Sadam Hussein.
Ya en el 2003, en pleno fragor de la guerra de Irak, liderada por el expresidente de EE.UU. George W. Bush, retiró la controvertida primera versión del videoclip de American Life, que incorporaba imágenes de contenido bélico en el transcurso de un desfile de modelos. «Me siento muy patriota y muy orgullosa de ser americana, pero me molesta que un país con tanto poder e influencia esté obcecado y motivado por valores erróneos», dijo entonces Madonna, que criticó la «obsesión de los americanos por las apariencias».
Sus críticas a los políticos conservadores continuaron en el 2008, durante el tour Sticky And Sweet, cuando encadenó imágenes del entonces candidato republicano John McCain con otras de Adolf Hitler y el presidente de Zimbawe, Robert Mugabe, al son de Get Stupid. A todo ello, hay que añadir desafortunados episodios relativos a algunos símbolos nacionales. Los puertorriqueños no vieron con buenos ojos que la neoyorquina se pasara por la entrepierna la bandera de este Estado Libre Asociado a EE.UU. durante su concierto en Bayamon de 1993.
En Argentina halló una enconada oposición a que interpretara a su idolatrada Eva Duarte de Perón en Evita. El entonces presidente Carlos Menem dijo que su elección «no sería tolerada por el pueblo» y tampoco ayudó que, en una posterior entrevista, Madonna declarara que se identificaba con su personaje, salvo en que era «una mujer dispuesta a todo por su escalada social».
No cabe duda de que a Madonna le quedan tantos años de polémica como de carrera. El próximo episodio podría llegar en agosto, cuando actúe en San Petersburgo. Ella, icono por antonomasia de la comunidad gay, ha sido amenazada por las autoridades rusas con una multa si se salta una controvertida ley que prohíbe «la propaganda homosexual». «No huyo de la adversidad. Hablaré durante mi actuación sobre esta ridícula atrocidad», ya ha advertido la cantante, que probablemente pagará gustosa los apenas 170 dólares de castigo.