Varios expertos ofrecen su visión de la condena contra la que fue la viuda de españa. La coplista afronta otro de los tragos más duros de su vida. La pena impuesta puede librarla de prisión, pero no de los grilletes que arrastra el ídolo caído: la decepción del pueblo que le dio la fama y al que debe corresponder con el ejemplo
21 abr 2013 . Actualizado a las 17:09 h.Aun sin fuerzas de flaqueza, Isabel Pantoja sigue enseñando dientes. Incluso si el semblante se descompone en un grito de Munch a la salida del juzgado. ¿Ríe o llora?, llegaron a preguntar algunos viendo el rictus de su boca en el centro de una multitud voraz. Tras esas dos filas de piezas de esmalte impecable que tiene María Isabel se oculta la piedra angular del dolor y el despecho de la viuda de España. Los dientes de madera que la leyenda atribuye al primer presidente de Estados Unidos no alcanzan la popularidad de la sonrisa de joker de la artista; esa expresión de venganza travestida de alegría que la nacida un 2 de agosto en Triana convirtió en alianza de incisivos con Julián Muñoz. Mayor es la pena del exalcalde que orquestó las fiestas de Marbella de la mano de Gil, a quien ya nadie cantará bajito una nana que ayude a calmar su «indignación» por volver a la cárcel.
Corren tiempos de pan y cebolla, incluso para algún que otro político. «Es ridículo el número de personas que proceden de este ámbito que cumplen condena por corrupción», advierte el periodista y escritor José García Abad, a quien la sentencia contra Isabel Pantoja, condenada por blanqueo a dos años de prisión, recuerda aquel episodio nacional de Lola Flores en 1991. La Faraona encaró el fallo por evasión de impuestos con un humor procatódico y con ayuda de un Pescaílla con chaqueta a cuadros.
Con estampado Pashley y coleta de rigor, tras unas gafas de sol que no podían mitigar la dureza de la luz pública, la tonadillera hizo el martes el paseíllo desde la Audiencia de Málaga hasta el coche en el que se deslizó sin resistencia, como un boquerón en vinagre. Si el pollo a la Pantoja fue el plato estrella en Cantora hace años, ¿qué receta con arte podrá abrir hoy el apetito de la chef? Atrás quedan, cual fruta en conserva, los noventa, en los que Isabel fue madre por segunda vez y compartió jamón de bellota con María del Monte. ¿Conseguirá la hoy abuela recuperar el favor del público? «No estoy muy seguro de que esta condena haya llevado a Isabel Pantoja al ostracismo. Es probable que la cantante siga teniendo sus fans. Hay personas que quieren a su ídolo haga lo que haga. Estoy convencido de que seguirá siendo un mito popular», afirma el autor de Sobra un rey.
Una turba aguardaba el día 16 la salida de la artista tras conocer la sentencia. El barrido con topping lencero que reventó la Red conduce de un exterior tomado por la ira colectiva hasta el abismo interior de una artista extenuada. «La historia nos demuestra que la histeria de las masas es muy peligrosa. Es comprensible la decepción popular, al pensar que se ha tratado con indulgencia a un personaje precisamente por ser popular», expresa la escritora e historiadora María Pilar Queralt. Pero «no se puede acosar a nadie. Para actuar frente al delito está la Justicia, hay procedimientos reglados», concuerda García Abad. El ruido y la furia son una vía rápida de escape a una decepción que se acentúa en el caso de ídolos populares malogrados por afanes deshonestos, como la avaricia. «Lo que hemos visto con Isabel Pantoja es la reacción primaria de un grupo desorganizado personas ante la desilusión de descubrir que el ídolo tenía los pies de barro», apunta la autora de novela histórica.
La artista que marcó un hito en la copla de vinilo con Marinero de luces, solo un año después de haberlo perdido en Pozoblanco, ha sido, en opinión de Queralt, tratada con cierta tolerancia por el juez. «Este ha debido de tener en cuenta una circunstancia al imponer una sentencia en el límite [para eludir la cárcel] -explica por su parte García Abad-, lo que pueda significar de ejemplaridad por la fama de la tonadillera». «Es posible que ese factor se haya considerado, aunque esto al final haya podido afectar en sentido contrario». Tanto García Abad como Queralt subrayan las diferencias entre esa multitud sin concierto que insulta y acosa a un personaje y el escrache, llevado a cabo por un grupo de gente «de otro perfil social que se siente amenazada en sus derechos primarios», matiza la historiadora, quien afirma, como García Abad, que, en cualquier caso, la protesta «debe llevarse a los tribunales». El camino correcto no precipita los pasos. Larga es la historia de la ambición, advierte Queralt, que ha llegado a «hundir al ser humano en lo más abyecto. La corrupción es tan antigua como la humanidad». Y, al parecer, reina al calor del poder. Como un pariente bastardo.
¿Existen similitudes entre los casos de la infanta Cristina e Isabel Pantoja, como apuntó la artista durante el juicio? «Creo que ha hablado desde la ignorancia judicial. Uno de los peligros que se corren hoy con el exceso de información es lanzarse a establecer juicios paralelos», dice Queralt.
La coplista que llevó el drama lorquiano al escenario con alma torera es esa. Y también la otra, la actriz que se vio guiada por una mala... ya estrella. Enamoró al público no solo en su desventura, sino también con el arte de ser fiel a sí misma. Y con su debilidad por el pasado. Un Quiero confesar puede cambiar la historia.