Gabri, el metrónomo del futuro

Xosé Ramón Castro
X. R. CASTRO VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

TOMÁS GARRIDO - LOF

La revelación céltica destacó desde pequeño en varias disciplinas deportivas, creció derrochando madurez y personalidad y dio un cambio radical en el 2019

12 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Apuntaba a talento en ciernes en el baloncesto, no era indiscutible en las divisiones inferiores del Celta en sus tiempos de cadete, pero en el 2019, dio un cambio sideral que le ha llevado como un cohete a la Primera División vestido de celeste, su color de toda la vida aunque pasara por el Louro Tameiga y el Santa Mariña. Gabri Veiga ya había debutado de la mano de Óscar García en la élite en septiembre del 2020, pero con Eduardo Coudet llegó para quedarse.

La historia resumida de Gabriel Veiga Novas (O Porriño, 2002) comienza en el colegio Fernández López, cursando Tercero de Primaria y botando un balón de baloncesto. «Un mirlo blanco que se no escapó», dijo en su día Darío Méndez, uno de los hombres fuertes del PBB, el conjunto porriñés de baloncesto. Méndez vaticinó, además, que hubiera triunfado en cualquier deporte.

Para entonces, el fútbol ya había entrado en su vida, aunque los primeros toques fueron a una calabaza. «Cuando era muy pequeño, en casa de mis tíos, me causó curiosidad una calabaza, empecé a darle patadas y desde ahí me entraron los balones por la cabeza», comentó Gabri, periodista en ciernes, a La Voz. A los cuatro años comenzó en el Louro Tameiga mosense, luego pasó al Santa Mariña hasta alevines y cuando tenía once años, dio el salto al Celta, club en el que acumula nueve temporadas.

Los inicios de Gabri no fueron fáciles. Jorge Cuesta lo tuvo en el Juvenil A siendo el porriñés de segundo año. Pero los dos coincidieron mucho antes (siendo el futbolista cadete de primer año) en un torneo, y el diagnóstico no fue el esperado. «Le dije: ‘Gabri, como no espabiles, te quedan aquí dos telediarios’. Fue un toque de atención». Años después, el técnico que a día de hoy ejercer en China, recuerda aquella charla.

En gran medida, porque el centrocampista dio un cambio radical en el verano del 2019, cuando casi por casualidad fue reclamado para hacer la pretemporada con el Celta B que por entonces dirigía Jacobo Montes. «El año anterior, con Claudio Giráldez, había acabado muy bien, subió a hacer la pretemporada con el Segunda B y durante la primera vuelta apenas lo tuve entrenando», comenta Cuesta, que recuerda que «cuando llegó Onésimo (Sánchez) y lo bajaron, se veía que le quedaba pequeña la categoría. Parecía que jugaba con niños, llamaba mucho la atención».

El cambio más apreciable llegaba en el aspecto físico, con una zancada mucho más amplia. Todo lo demás, ya lo traía desde pequeño, una madurez y una personalidad impropias de su edad. «Es el típico niño al que te gusta entrenar porque es buena gente, no tiene la maldad de otros ni se lo cree», recuerda Cuesta.

Cuando el Celta tomó la determinación de apartarle del primer equipo por que su renovación no terminaba de cristalizar, no se volvió loco. Se dedicó a entrenar y jugar con el B y a repetir que su único objetivo era seguir en Vigo. «El Celta es mi casa, es el club de mi vida y es el sitio en el que quiero estar muchos años disfrutando juntos», dijo. La sencillez en el juego es otro aspecto que le acompaña de serie. Si puede resolver en uno o dos toques, ¿para qué complicarse la vida con más?

Gabri Veiga siempre ha ejercido de mediapunta por detrás del delantero. Por dentro se siente más cómodo, aunque también puede actuar en banda a pierna cambiada. En Primera Federación ya demostró su faceta camaleónica y en Primera División, pese a la dificultad, ya ha cumplido allí en donde Coudet le ha colocado.

El repertorio del gol

El curso pasado le añadió a su repertorio el gol. «Un día le dije que en su posición, la gente le iba a valorar por el número de goles que marcase», apunta Cuesta. Gabri recogió el guante y la temporada pasada jugando de casi todo en el Celta B, terminó el curso con nueve dianas (con tres dobletes y sin ser delantero al uso) y este año, en su quinto partido de la temporada, ya marcó su primera diana con el primer equipo. Curiosamente, sus estrenos siempre coinciden con goleadas en contra. Lo mismo le había sucedido en Segunda B, cuando anotó el 0-1 de un Atlético Baleares-Celta B: 6-1.

«Ahora sí que es un jugador que llega bien a portería, llega al área y finaliza bien», analiza Cuesta. De hecho, nadie del Celta remató más en el Metropolitano que él: un gol, un tiro bloqueado y otro por encima del larguero. Además, ha dado pasos a nivel defensivo, algo necesario para poder triunfar en un fútbol cada vez más físico y en un equipo físico como se encarga de recordar el Chacho. Su envergadura también ayuda (mide 1,84).

Lo que no parece es que vaya a continuar dando saltos entre el filial y el primer equipo. Ayer estuvo en Barreiro, pero como espectador viendo a sus compañeros, no en el campo como ante el Sanse en el primer partido de liga. A día de hoy, se ha convertido en el jugador número 12 para Coudet y todo apunta que la primera titularidad está a la vuelta de la esquina. Se lo ha ganado.