EL NUEVO GOBIERNO DE LA UE | Transportes Ciclista amateur y apadrinado de Chirac, el nuevo responsable de Transportes asegura que no esperará a la próxima marea negra para perseguir a los que incumplan las reglas de la UE
21 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.La suya ha sido una carrera política de «perfil bajo», como la definió el diario británico Financial Times , aunque el padrinazgo del presidente francés, Jacques Chirac, es como un tercer pedal que puede empujar a este ciclista amateur al puesto de cabeza en cualquier competición. Por lo de pronto, Jacques Barrot será uno de los vicepresidentes de la Comisión Europea, donde sustituirá a la española Loyola de Palacio al frente de Transportes. «No esperaré a la próxima marea negra para perseguir a los países que incumplan las reglas de la Unión», advirtió en relación al desastre del Prestige . El principal problema de Barrot es que, en vez de algún barco decrépito, puede ser él mismo quien naufrague. Al menos, el líder de los euroescépticos británicos en la Eurocámara, Nigel Farage, colocó en su particular diana al nuevo comisario y no se cansa de lanzarle dardos envenenados, recordándole episodios turbios en relación a la financiación oculta del partido centrista CDS, del que Barrot fue secretario general entre 1983 y 1991. La denuncia hecha por Farage, cuando aseguró que él no le compraría un coche usado a la nueva Comisión, fue tomada muy en serio por socialistas y liberales, que coincidieron en exigir al Gobierno francés que explique realmente lo ocurrido. Las acusaciones aluden a que Barrot fue condenado a ocho meses de inhabilitación en el año 2000 por las finanzas ocultas del CDS, siglas difuminadas ahora en la Unión por la Democracia Francesa (UDF) de François Bayrou. Pero Barrot fue amnistiado por el presidente Chirac en vitud de una ley aprobada en 1995, que incluso puede sancionar, en suelo galo, a los medios informativos que recuerden lo ocurrido. Claro que el riguroso diario Le Figaro, fan de la derecha chiraquiana, abandonó el recato para publicar que las sombras que acosan a Barrot son algo así como una trapallada, que diríamos en Galicia, «explotada por euroescépticos ingleses muy poco indulgentes con Francia». Despejar dudas Enfrentamientos atávicos aparte, lo cierto es que el hombre que anunció que presentará un nuevo paquete de medidas para mejorar la seguridad marítima en Europa deberá, en primer lugar, afianzar su asiento en Bruselas y, sobre todo, despejar cualquier duda que pueda haber sobre él. «Me he cuidado de eliminar todo riesgo de conflicto de intereses y he abandonado la totalidad de mis anteriores mandatos públicos», dijo Barrot a la Eurocámara, declarándose preparado para cumplir el código de conducta del buen comisario. Y una de las primeras cosas que hizo fue ceder la presidencia del departamento francés del Alto Loira (Auvernia) que ocupó durante los últimos treinta años, es decir, el doble de tiempo que lleva Fraga al frente de la Xunta. Y porque lo enviaron a Bruselas, que de lo contrario seguiría encantado en un puesto que ahora ocupa su antigua jefa de gabinete, Madeleine Dubois. Por lo demás es un hombre con capacidades, como la del trabajo, aparte de católico practicante. Cuando la prensa le recriminó que él mismo, en calidad de presidente de la Asamblea francesa, y el primer ministro Raffarin dinamitasen 100.000 euros en un hotel de Roma para asistir a la beatificación de la madre Teresa, Barrot explicó que se trató de un viaje «completamente clásico» y que estaba justificado en que Francia contaría con tres nuevos cardenales. En el currículum de este abogado sobresale un libro, Nuestro contrato para la alternancia , publicado en el 2001 junto a los ministros Michel Barnier (Exteriores) y Dominique Perben (Justicia), los tres mejores animadores del club Diálogo e Iniciativas, creado para mayor gloria de Chirac.