Si Bachelet gana, no sólo por primera vez una mujer será jefe de Estado de la nación, sino que además habrá un Gobierno paritario. Sería una auténtica revolución.
13 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.APOYO ESPAÑOL. Además de Felipe González, en el último mitin de Bachelet estuvieron sobre el escenario Miguel Bosé (en la foto con la candidata), Ana Belén, Víctor Manuel e Ismael Serrano Igual que existen dos Chiles, uno moderno y pujante, aunque el 18% de la población siga en la pobreza, dos Españas convivieron en las calles de Santiago en el cierre de la campaña presidencial: la España empresarial y la emocional. La España empresarial está permanentemente presente en los rótulos de los edificios y oficinas: Banco Santander, BBVA, Telefónica, Endesa (vía Enersis), Mapfre, Aguas de Barcelona, ACESA... hasta llegar a las bodegas Miguel Torres. Buena parte de los recibos que pagan las familias chilenas son librados por empresas hispanas, desde la luz al teléfono, desde el agua a los seguros pasando por los peajes. Pero otra España, la emocional, tomó la mítica alameda de Santiago cantada por Pablo Milanés y Serrat («Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada»), personalizada esta vez por Ana Belén, Víctor Manuel, Ismael Serrano y Miguel Bosé, especialmente popular entre la juventud chilena. Todos en apoyo de Michelle Bachelet, candidata presidencial de la Concertación (alianza que va de democristianos a socialistas). Bachelet, que tiene enfrente al poderoso empresario Sebastián Piñera, es una pediatra de 54 años, ex ministra de Defensa, hija de un general colaborador de Salvador Allende que murió en prisión después de ser torturado por Pinochet. «Como dijo Pablo Neruda -gritó la candidata a los 200.000 asistentes al mitin- los chilenos llevamos España en el corazón». Pero aún podría haberse reforzado la ración de España emocional porque los teléfonos de la clase política chilena habían recibido una noticia inesperada el jueves: «Felipe González ha llegado en el avión de la mañana». Cierto. Almorzó en el Palacio de la Moneda con el todavía presidente Ricardo Lagos y después estuvo en el mitin sentado en la tribuna con ex mandatarios como Eduardo Frei. Pero allí no habló más que Bachelet para decir que quiere un Chile con rostro de mujer. En un discurso ya casi de corte presidencial, esta candidata que se define como «pecadora en el Chile actual por ser mujer, socialista, separada y agnóstica», no ahorró elogios para el cardenal Silva Henríquez que plantó cara al general Pinochet creando la Vicaría de la Solidaridad. Si mañana no sucede algo inesperado, Bachelet sustituirá en la Moneda a Lagos, un socialista que ha reducido la tasa de la pobreza que heredó al 40%, y que se va con el 75% de apoyo popular después de consolidar a Chile en la senda de los países con más crecimiento y estabilidad. Un abogado chileno nos dijo al saber que íbamos a entrevistar a Lagos: «Pregúntale cómo explica que los empresarios chilenos lo apoyen tanto». No hizo falta, porque la respuesta se la daba un empresario al director de Efe en Chile, José Antonio Alonso: «Con esta derecha en el poder se nos puede incendiar la calle, mientras que Lagos nos ha garantizado seguridad para el crecimiento y modernidad». Bachelet deberá combatir la brecha digital al tiempo que cierra la brecha social todavía abierta, porque las desigualdades entre ricos y pobres son aún muy pronunciadas. Lo hará con estilo propio como anunció: «Diré lo que pienso y haré lo que digo. Palabra de mujer». Prudencia Será la primera presidenta en la historia de Chile si el machismo latente no lo impide y que los sociólogos electorales no infravaloran. Puede ganar, pero eso es tan cierto como que Lagos estuvo a punto de perder hace seis años. Por eso hay prudencia y Felipe González participó de ella apoyando a la candidata, pero destacó que Piñera es un hombre interesante y equilibrado. Una declaración no sólo justa sino conveniente, sin duda, para los intereses de las empresas españolas tan presentes en la vida chilena. Pero esas declaraciones tan compensadas de González subrayan otro elemento importante: algo sucede en la derecha chilena cuando en la primera vuelta ganó Piñera, más moderado, en vez del favorito Joaquín Lavín, líder de la UDI cercana al pinochetismo y que no esconde su pertenencia al Opus Dei. El prestigio del general golpista ha quedado seriamente deteriorado por los escándalos de sus cuentas en el exterior, sumados al deterioro infligido por Baltasar Garzón, a estos efectos, otro exponente de la España emocional que acompaña a los chilenos. El nuevo mandato presidencial llega cuando aumenta la tensión con los vecinos del norte, Perú y Bolivia, con reivindicaciones históricas pendientes, como la salida al mar de los bolivianos. Con el indígena Evo Morales presidente electo en La Paz, y con Ollanta Humala, segundo favorito a presidir Perú, lanzando declaraciones provocadoras contra Chile, el escenario internacional podría enrarecerse. «¿Usted cree que si hay una guerra, esta mujer puede dirigir Chile?», argumenta un camionero que confiesa, sin embargo, su reconocimiento a Lagos. Quizás por eso, una de las últimas actividades de la candidata fue una fotografía con «100 hombres por Bachelet». Aunque eso sí, si gana, habrá no sólo presidenta en el país, sino además Gobierno paritario. Una auténtica revolución para Chile.