El juez Baltasar Garzón recorre Chile como un héroe, pero con aires de estrella de rock. Todos quieren estrechar su mano, obtener un autógrafo o tomarse una foto. Garzón se deja querer por quienes le agradecen que en 1998 detuviera en Londres a Augusto Pinochet durante 503 días. Con Garzón también viaja el fiscal Carlos Castresana, verdadero precursor de la detención de Pinochet al presentar los cargos por genocidio. Juan Guzmán, que tras el retorno del general a Chile fue el primer juez que lo interrogó y procesó, es el impulsor de la visita. Garzón y Castresana recibieron el lunes sendos doctorados honoris causa de la Universidad Central, de cuya facultad de Derecho el ex juez Guzmán es ahora decano. Hoy recibirán el mismo honor en la Universidad Arcis, vinculada al Partido Comunista. Todos los actos están repletos de estudiantes, profesores, dirigentes de partidos de izquierdas, abogados de derechos humanos, familiares de víctimas y mapuches. Detectores de metales, guardias de seguridad y policías de paisano envuelven los pasos de Garzón, en previsión de algún acto de venganza pinochetista. Sin embargo, sólo seis mujeres se acercaron el lunes a protestar, mientras los aplausos de estudiantes aplacaban los insultos. Los aplausos también son habituales cuando Garzón entra en los auditorios. El mismo lunes, Guzmán, en el centro del escenario, levantaba las manos del español como si de un podio victorioso se tratara. Garzón habla de Salvador Allende, de Pinochet, de justicia universal, de derechos humanos y critica la guerra de Irak y al presidente Bush por no ratificar el Tribunal Penal Internacional. «Afortunadamente queda poco tiempo», dice el magistrado refiriéndose al mandato del actual Gobierno de EE.UU.. Más aplausos. También hace referencia al conflicto vasco y dice que no confía mucho en el alto el fuego permanente de ETA. «Se ha abierto un espacio a la esperanza, el cual todavía no estoy muy convencido de que vaya a ser definitivo», opina. En una entrevista televisiva, Garzón fue cuestionado por el hecho de que persiga a Pinochet, mientras que en España aún no haya sido juzgado ningún criminal franquista. El juez reconoce que «ese es un capítulo oscuro» y se muestra partidario de que se investiguen las atrocidades de la dictadura de Franco. «¿Qué le parecería que lo hiciera un juez chileno?», pregunta la entrevistadora. «Me parecería genial, perfecto, ojalá», responde Garzón.