La nube tóxica generada tras el derrumbe ha provocado serios problemas de salud a los vecinos y al personal que trabajó en las tareas de extinción y desescombro.
10 sep 2007 . Actualizado a las 21:54 h.Los neoyorquinos se enfrentan al sexto aniversario de los atentados del 11 de septiembre del 2001 con los fantasmas de las deficiencias en la gestión de riesgos y los efectos nocivos en la salud más vivos que nunca.
El detonante que ayudó a despertar esos fantasmas llegó hace apenas un mes, cuando dos bomberos murieron asfixiados mientras participaban en la extinción de un espectacular incendio en el contaminado edificio del Deutsche Bank, que había sufrido de lleno el desplome de una de las Torres Gemelas.
Ese muerto viviente de 41 pisos permaneció intacto durante seis años, hasta que el 18 agosto quedó arrasado por un fuego que tardó siete horas en ser controlado y que generó enormes columnas de humo negro, debido a la presencia de poliuretano.
Esa sustancia cuando arde desprende gases tóxicos para la salud, lo que generó la alarma de los ciudadanos, bombardeados en los últimos años con noticias sobre el efecto nocivo de la nube que generó el derrumbe del World Trade Center.
Según un recuento del diario local Village Voice, publicado esta semana, más de 52 casos de enfermedad han sido ligados directamente a aquella nube tóxica, de los que 12 conllevaron la muerte del afectado por cáncer o dolencias de pulmón.
Se calcula que 410.000 personas estuvieron en contacto con la nube tóxica y entre ellos un gran número de bomberos, un colectivo que se han convertido en uno de las más afectados a largo plazo por aquellos atentados.
Una amenaza constante
Destacados expertos en terrorismo internacional advierten del riesgo de nuevos ataques como ése o incluso de mayor magnitud.
«Es factible que se produzca un nuevo ataque no convencional contra países», dice el investigador de la Hoover Institution Edgardo Buscaglia, que añade que «no hay duda» de que un atentado aún mayor se pueda producir en un futuro.
Buscaglia, junto al antiguo jefe de fiscales para el crimen organizado, Samuel González, y al jefe de la Policía de Richland (Georgia) James Boling, impartirá durante esta semana el curso Terrorismo, Organizaciones Criminales y Seguridad en la sede madrileña de la ONG Helsinki España.
El experto explica que Al Qaeda no se comporta como hace diez o quince años «porque ha perdido estructura», pero agrega que «hay un foco común ideológico que aún controla a las células, a pesar de que se autofinancian, como la alemana», que pretendía cometer un atentado de gran magnitud el pasado 5 de septiembre.
Añade que Al Qaeda tiene «un código de destrucción ideológico y cuasi operativo que difunden a través de los medios tecnológicos y por el que pueden aprender a utilizar armas convencionales».