Nuevo episodio de tensión entre Moscú y Londres a causa del British Council

Imanol Allende

INTERNACIONAL

15 ene 2008 . Actualizado a las 02:04 h.

Las malas relaciones diplomáticas entre Londres y Moscú se deterioraron ayer aún más después de que el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, citara al embajador británico, sir Anthony Brenton, para mostrarle la queja de su Gobierno por la decisión del British Council (BC) -organismo dedicado a la promoción de la cultura del Reino Unido, un Instituto Cervantes a la inglesa- de abrir tras las vacaciones de año nuevo sus delegaciones en San Petersburgo y Yekaterimburgo. El propio Lavrov había ordenado en diciembre su cierre a partir del 1 de enero.

Ayer, a las nueve de la mañana hora local, James Kennedy, director del BC en Rusia, abrió personalmente la filial de San Petersburgo y, tal como indicó a los medios británicos, «no había ningún policía ruso que me impidiera hacerlo».

Pero cuando la noticia de la apertura llegó al Kremlin fue tachada de «provocación premeditada» y se amenazó con la suspensión de la extensión de visados a los empleados e incluso con el cierre de la sede central de la entidad en Moscú.

El caso Litvinenko

Es la segunda vez en los últimos seis meses que el embajador es citado por el ministro ruso. Tras su encuentro con él, Brenton señaló que «el British Council continuará sus labores en Rusia, ya que su cierre es ilegal», y agregó: «Lavrov me ha dejado claro que la reacción de Rusia obedece a los desacuerdos que hubo en los tiempos del asesinato de Litvinenko».

Las diferencias a las que hacía referencia Brenton datan de hace más de un año, cuando tras el asesinato en noviembre del 2006 del ex miembro del KGB Alexánder Litvinenko en Londres, Moscú se negó a extraditar al que Scotland Yard ha identificado como su asesino, otro ex agente, Andréi Lugovói.

La crisis diplomática alcanzó su punto más alto el pasado julio, cuando Londres expulsó a cuatro agregados de la Embajada rusa y Moscú actuó del mismo modo con varios trabajadores de la legación británica. En diciembre, Rusia exigió la clausura de las filiales del British Council en San Petersburgo y Yekaterimburgo aduciendo irregularidades.

En Londres sorprende la manera tan pública en la que Moscú está llevando esta crisis. Algunos creen que el presidente Vladimir Putin busca distracciones para continuar con su política reformista calificada de antidemocrática; otros, que la línea dura que lo rodea compuesta por ex agentes del KGB ve la oportunidad de presionar a un país que históricamente ha sido visto como receptor y encubridor de los disidentes.