Berlusconi cede ante la Liga Norte e intentará que fracase el referendo sobre la ley electoral
INTERNACIONAL
Italia ha vuelto a dar otro espléndido ejemplo de la prioridad del cálculo partidista sobre el interés general y de la formidable resistencia al cambio de un sistema perverso que no funciona. En plena emergencia del terremoto de los Abruzos y mientras busca de dónde sacar el dinero para financiarla, el Gobierno de centroderecha de Silvio Berlusconi se va a gastar más de 400 millones de euros en celebrar dos jornadas electorales en vez de una, los comicios europeos y un referendo para cambiar la actual ley electoral.
Unirlos el mismo día ahorraría ese gasto, pero favorecería la participación en un referendo que requiere un quórum del 50% y que a la Liga Norte, socio del Ejecutivo, no le interesa nada, pues el plebiscito pretende acabar con los chantajes de los partidos pequeños e instaurar un sistema bipartidista. Es decir, intentar tener un país normal. Al final, Berlusconi ha cedido ante la Liga.
«Habrían hecho caer el Gobierno», llegó a decir ayer. Su aliado, Gianfranco Fini, lo criticó duramente.
Así, el 6 y 7 de junio serán las elecciones europeas y la primera vuelta de las administrativas. El referendo, no se sabe, pero la Liga Norte busca la mayor deserción posible y quiere el 14 de junio, pues la segunda vuelta administrativa es el 21 y los italianos tendrían que votar tres domingos seguidos.
«La ley cerdada»
Al margen de la polémica, la consulta tiene gran importancia. Pues durante el último año del anterior Gobierno de Berlusconi, en el 2006, viendo que iban a perder, aprobaron un sistema electoral pensado para hacer la vida imposible a su rival, Romano Prodi, pues daba peso a los pequeños partidos y de ese modo hacía ingobernable su Ejecutivo. Y fue lo que ocurrió. No en vano el promotor de la ley, Roberto Calderoli, de la Liga Norte, la bautizó como «ley cerdada». Estaba hecha para asegurar la inestabilidad política y su regreso al poder.
Con nueve partidos y dos escaños de mayoría en el Senado, el Gobierno de Prodi languideció hasta caer en el 2008. Lo malévolo de la trampa es que no logró cambiar el sistema electoral, pues sus socios pequeños se oponían.