Se felicita por el gran momento que vive el país y cree que puede volver a recibir a más emigrantes
03 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Cambiaron Santa Comba por Copacabana o Val do Dubra por Botafogo. Han visto pasar dictaduras, crisis, hiperinflaciones y, en los últimos años, un ciclo inédito de crecimiento y, según concuerdan todos, de «estabilidad». El término los lleva a pensar que la mejor manera de continuar con el cambio brasileño es precisamente la continuidad en el proceso, lo que, curiosamente, no quiere decir que tenga que ganar Dilma Rousseff.
«La situación actual resulta de las políticas económicas de hace quince años, no solo de los últimos ocho. Brasil crece y seguirá creciendo», dice Antonio Carlos Carballo, un cuarentón con padres de Vimianzo y Mazaricos que lleva menos de un año como presidente de la Casa de España de Río de Janeiro.
Hay aproximadamente unos 60.000 gallegos en Brasil, tercer destino de la emigración en América Latina, y de ellos, una buena porción se reúnen en la Casa de España carioca, compuesta «en un 90%» por gallegos. Los nacidos en Galicia disfrutan del centro de mayores y el ocio. La segunda generación, mientras, toma las riendas de una colectividad muy activa con el entorno.
Un buen ejemplo de su empuje es la forma en que encararon el alud que se llevó una parte del edificio de la Casa de España y bienes por valor de un millón de euros. El lema es empujar y no parar. Lo sabe bien el propio Antonio Carlos Carballo, teniente coronel de la Policía Militar de Río. Tiene a su cargo las comisarías de ocho barrios donde viven 250.000 personas. Muchas de ellas votarán y él será el encargado de velar por la normalidad: «Este fin de semana es muy especial porque tenemos que garantizar la democracia», dice.
Parece sencillo a estas alturas, pero no tanto si se piensa en los niveles de corrupción y de violencia, que los gallegos siguen teniendo como punto flaco de un país en alza. Jesús Calviño, vicepresidente de la entidad, dice que la seguridad está entre los grandes desafíos del país, «como también la educación, porque Brasil tiene todo para triunfar pero falta mano de obra cualificada». Es tal la demanda laboral de la locomotora brasileña que los gallegos no descartan que el país se pueda convertir de nuevo en receptor de emigrantes europeos.
«No sería descabellado pensar algo así», dice Carballo. «Los pronósticos son muy buenos y además tienen un supuesto punto álgido con los eventos deportivos del 2014 y 2016», añade Calviño, dueño de tres restaurantes y socio de un hotel. Tanto uno como otro votan hoy por un nuevo presidente, a diferencia de sus padres y la mayoría de los gallegos, que no tienen nacionalidad brasileña y no pueden. Y dicen que votarán por que todo siga como estos años, así, en neutro. «Hay que ser optimista: tenemos los hoteles y los restaurantes llenos».