Si los demócratas tienen a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, para una eventual candidatura en el 2016, los republicanos cuentan con su predecesora en el cargo Condoleezza Rice.
«Presidencial» y «poderoso» fue el calificativo más comedido dedicado a su discurso en la convención republicana. Para The Washington Post, «eclipsó» a Paul Ryan, candidato a vicepresidente, pues mantuvo de pie y en constante ovación al foro.
Esta política de la línea «neocon» que llevó al país a guerras como la de Irak de la mano de George W. Bush repasó los retos en áreas como la seguridad nacional, economía y política exterior. Sobre la inmigración defendió «leyes migratorias que protejan nuestras fronteras», pero sobre todo resaltó que «su país no puede liderar [el mundo] desde atrás» y que solo una victoria de Romney ayudaría a restablecer el liderazgo de EE.UU. Aludía a conflictos como el de Libia y Siria, donde Obama dejó el protagonismo a otros países.
Previamente, John McCain, que en el 2008 perdió frente a Obama, fue especialmente duro con el demócrata. Lo acusó de «traicionar los valores» de EE.UU. Denunció su política exterior por no apoyar la Revolución Verde en Irán, por la retirada de Afganistán y querer imponer un modelo europeo «socialista». Eludió la ejecución de Bin Laden, al que tanto buscó Bush. Del mandato de este, cuando la deuda se disparó y comenzaron las guerras de Afganistán e Irak, intenta desvincularse Romney. Su imagen solo apareció en Tampa junto a su padre, George Bush, en un vídeo en el que le envían su apoyo, porque «será un gran presidente».