Tras dos semanas desaparecido, el que es considerado el futuro líder de China, ha realizado una visita a la Universidad Agrícola de Pekín
15 sep 2012 . Actualizado a las 12:15 h.El vicepresidente chino, Xi Jinping, considerado el futuro líder de su país, ha reaparecido en público tras dos semanas de haber permanecido ausente sin que el Gobierno diera una explicación oficial.
Xi, según informó la agencia de noticias oficial china Xinhua, llegó a la Universidad de agricultura de China en la mañana de hoy «para asistir a las actividades organizadas por el Día para la Popularización de la Ciencia». La agencia ha distribuido también una fotografía de Xi a su llegada a la Universidad, en la que se le ve caminando y vestido con una cazadora oscura y una camisa blanca abotonada hasta el cuello.
Hasta el momento los medios oficiales no han proporcionado más información sobre el vicepresidente, de 59 años, o la causa que le ha mantenido ausente de la vida pública durante dos semanas.
Esa ausencia del hombre del que se espera que lidere el país el próximo decenio desató las conjeturas sobre su estado de salud y las posibles consecuencias para el proceso de transición en el poder. En los medios occidentales se había conjeturado con hipótesis que oscilaban desde un simple dolor de espalda hasta un ataque cardíaco o una operación de emergencia para tratar un cáncer.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hong Lei, se había limitado a repetir durante la última semana en su rueda de prensa diaria (donde recibe cada día a la prensa extranjera), ante la insistencia de la prensa internacional que le interrogaba sobre el paradero del vicepresidente, que «ya he contestado esa pregunta».
Los medios oficiales chinos sólo se refirieron en una ocasión a actividades del vicepresidente durante las dos semanas de ausencia, el jueves, cuando el Diario de Guangxi afirmó que Xi expresó sus condolencias a la familia de un veterano dirigente de esta ciudad del sur del país, Huang Rong, fallecido el pasado día 6.
Según aquella información, el presidente Hu Jintao y Xi, entre otros altos cargos, «expresaron su dolor por el fallecimiento y sus más profundas condolencias por diversos medios» a la familia de Huang.
Aunque la publicación de esa sucinta noticia se había visto entre los analistas como un intento por parte de las autoridades chinas de acallar los rumores en tanto al vicepresidente, las conjeturas no disminuyeron.
Hasta hoy, el vicepresidente había sido visto en público por última vez el pasado día 1, cuando pronunció un discurso ante la Escuela Central del Partido Comunista de China. El día 5 canceló las reuniones que tenía previstas con Clinton y con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong. Días más tarde también suspendió su reunión con una delegación rusa, mientras que este lunes dejaba de celebrarse un encuentro con la primera ministra danesa, Elle Thorning-Schmidt.
La ausencia de la vida pública de Xi resultaba tanto más llamativa por cuanto, aunque aún no se ha convocado oficialmente, se espera que en octubre se celebre el XVIII Congreso del PCCh, en el que el vicepresidente tomará el relevo de Hu Jintao al frente del Partido para los próximos diez años. En abril le sustituiría como jefe de Estado chino.
El proceso de transición ya se ha visto empañado este año por el escándalo en torno a Bo Xilai, el otrora todopoderoso secretario general del PCCh en la ciudad de Chongqing, Bo Xilai, destituido el pasado marzo.
Su esposa, Gu Kailai, fue declarada culpable en agosto del asesinato en noviembre del año pasado del empresario británico Neil Heywood, un antiguo amigo de la familia con quien había mantenido disputas económicas. Gu recibió una condena a muerte aplazada, lo que en la práctica evita su ejecución.
Las autoridades chinas podrían dar por cerrado ese capítulo el martes, cuando se juzgará en la ciudad de Chengdu por deserción y aceptación de sobornos a Wang Lijun, el ex jefe de Policía de Chongqing y otrora «mano derecha» de Bo Xilai.
Wang fue la persona que desató el escándalo cuando el pasado febrero intentó refugiarse en el consulado estadounidense de Chengdu, donde denunció las malas prácticas de Bo y por primera vez dio a entender que la muerte de Heywood no había sido un accidente, como se pensaba hasta entonces.