«Este fue mi primer pasaporte diplomático, tenía 11 años», dijo ayer John Kerry en su primer día al frente de la Secretaria de Estado de EE.UU. y mostrando el documento que presentó en 1954 para viajar al Berlín dividido. «Pero no les enseñaré la foto», bromeó. «Llevo la diplomacia en los genes», dijo al recordar sus orígenes -es hijo de un funcionario del servicio exterior- y la reprimenda tras cruzar en bicicleta el Muro sin permiso. «Fue una gran aventura, 57 años después comienzo otra gran aventura», afirmó.
En sus primeras palabras como jefe de la diplomacia de EE.UU., Kerry alternó el humor con el mensaje político. «Mi prioridad es la seguridad de nuestra gente», afirmó en referencia a los 70.000 diplomáticos dispersos por el mundo. Con la mente puesta en el ataque al Consulado de Bengasi, aseguró que no consentirá que el «patriotismo y la valentía» de los cuatro funcionarios asesinados allí «queden oscurecidos por la política» en alusión a las críticas de los republicanos por la gestión del atentado.
Volvió al humor al agradecer a su antecesora su trabajo. «La gran pregunta es si un hombre puede dirigir este departamento», bromeó sobre el hecho de que sus antecesoras son dos mujeres hiperactivas, Hillary Clinton y Condoleezza Rice. «Tengo grandes tacones que llenar», agregó.
Tras jurar el cargo el viernes, durante el fin de semana Kerry habló por teléfono con el dirigentes israelíes Simón Peres y Benjamín Netanyahu y con el palestino Mahmud Abás, además de con los ministros de Exteriores de México, Canadá, Japón, Turquía y Corea del Sur. Ninguna de esas llamadas fue para un europeo, lo que deja claras las prioridades diplomáticas de la Administración Obama.