Los opositores que más destacaron, como el fallecido Borís Berezovski, acabaron en el cementerio, la cárcel o el exilio
25 mar 2013 . Actualizado a las 17:36 h.El presidente Vladímir Putin ha sido despiadado con quienes osaron cuestionar su autoridad y métodos. Boris Berezovski ha acabado sus días solo, arruinado, aquejado por una profunda depresión y añorando el terruño hasta extremos delirantes. Otros, que como él, retaron a Putin tuvieron un destino no menos amargo. El exespía Alexánder Litvinenko fue asesinado con una sustancia radiactiva y tuvo una agonía atroz. El antiguo patrón de la petrolera Yukos, Mijaíl Jodorkovski, se pudre en la cárcel y el magnate Vladímir Gusinski tiene vedada la posibilidad de regresar a Rusia.
Al menos mientras siga el actual régimen en el poder. Su costoso divorcio y el litigio contra el multimillonario Román Abramóvich (presidente del Chelsea) esquilmaron las cuentas corrientes de Berezovski. Su entorno en Londres asegura que estaba acosado por la deudas y tuvo que empezar a vender propiedades. Mucho dinero se le fue también financiando a la oposición contra Putin y el resultado no ha sido especialmente favorable.
El otrora poderoso empresario, según sostienen algunos medios informativos rusos, se estaba medicando contra la depresión. El analista de la edición rusa de Forbes, Iliá Zhégulev, entrevistó a Berezovski pocas horas antes de su muerte y, según aparece en la página web de la revista, lo que más deseaba era poder volver a Rusia. Zhégulev se reunió con él el día 22 en el hotel Four Seasons. Le dijo: «He sido muy idealista creyendo que en Rusia era posible construir una democracia. Subestimé la inercia del pasado». Según el periodista ruso, Berezovski le confesó que la vida no tiene ya para él «ningún sentido» y dijo no tener idea de «qué hacer en adelante». Afirmó no saber qué hubiese sido mejor, si vivir exiliado en el Reino Unido o en Rusia en la cárcel.
En la entrevista surge irremisiblemente el personaje de Jodorkovski, el antiguo presidente de la petrolera Yukos, condenado en diciembre del 2010 a 14 años de prisión en un segundo juicio por blanqueo de dinero y por robar el crudo de su propia empresa. Antes, en mayo del 2005, le fue impuesta una pena de ocho años de reclusión por evasión de impuestos y otros delitos económicos. Jodorkovski era el hombre más rico de Rusia cuando fue detenido, el 25 de octubre del 2003. Su empresa fue desmantelada. Nadie en Rusia le considera el paradigma del honestidad, pero abogados, politólogos, opositores y columnistas sostienen que el motivo real de su desmesurado castigo fue que, durante una reunión de empresarios en el Kremlin, Jodorkovski recriminó a Putin el alto nivel de corrupción de su régimen. Otro pecado del empresario fue financiar partidos opositores. Está en la lista de presos políticos y, como tal, se pidió para él un indulto, pero le fue rechazado por negarse a reconocer su culpa y pedir perdón.
En sus declaraciones a Forbes, Berezovski recordó también a Litvinenko, el exagente del FSB (antiguo KGB) envenenado con polonio-210 y fallecido en un hospital londinense el 23 de noviembre del 2006. Litvinenko saltó a los portadas de los periódicos el 17 de noviembre de 1998 cuando, en compañía de otros cuatro agentes, denunció en una rueda de prensa que sus superiores les habían ordenado asesinar a Berezovski. Ahí comenzó una persecución contra él que, tras varios arrestos y un intento fallido de acabar con su vida, terminó con su fuga a Reino Unido en el 2000. Al año siguiente recibió el estatus de refugiado.
Berezovski llegó entonces a Londres y le puso al frente de su proyecto, que consistía fundamentalmente en recoger pruebas de los crímenes cometidos por Putin y sus colaboradores. Entre ellos la cadena de atentados terroristas en septiembre del 2009 en Moscú y otras ciudades del país. Litvinenko había publicado en Nueva York aquel mismo año el libro El FSB dinamita Rusia. Mijaíl Trepashkin, también antiguo oficial de los servicios secretos y encarcelado actualmente en Rusia, fue el primero en advertir a Litvinenko que estaba en una lista negra de personas a eliminar por actuar «en contra de los intereses de Rusia». Otro exagente amigo de Litvinenko, un tal Yuri Shvets, cree que fue asesinado por que tenía información comprometedora sobre un alto cargo del Kremlin.
Pese a que perdió todos sus negocios en Rusia, país que tal vez no podrá volver a pisar jamás, Gusinski quizá sea de los cuatro el que menos ha padecido el zarpazo de Putin. Fue dueño del imperio mediático ruso Media-Most, que incluía el entonces prestigioso canal de televisión NTV.
Se le acusó de estafa y fue encarcelado en junio del 2000. Con el compromiso de entregar todos sus activos sin rechistar, fue puesto en libertad.
Huyó a España, pero la Fiscalía rusa volvió a encausarle y cursó una orden internacional de búsqueda y captura.
En Sotogrande (Cádiz) tiene una mansión y allí fue detenido por orden del entonces juez Baltasar Garzón y confinado en el penal de Soto del Real. Fue liberado a los pocos días y, tras denegarse su extradición a Rusia, en el 2007 le fue concedida la nacionalidad española. Hoy día vive entre España, Israel y Estados Unidos.