Los belgas creen que el heredero al trono no está preparado para reinar
05 jul 2013 . Actualizado a las 18:14 h.Bélgica no recibió con demasiado entusiasmo el anuncio de la abdicación de Alberto II. La idea de que el príncipe Felipe, de 53 años, tome el testigo de su padre no convence a casi nadie. Pero, ¿por qué el único miembro de la familia real, junto con la princesa Astrid, que no ha sido salpicado por escándalos personales, fiscales o políticos no cuenta con la simpatía y confianza de su pueblo? La respuesta se repite una y otra vez: No está preparado para reinar.
El carácter tímido de Felipe le ha creado la imagen de hombre blando y cobarde: «Es tan reservado y tiene tan poca conversación que genera serias dudas sobre su inteligencia para desarrollar las tareas que se le encomienden», asegura la prensa del país. Como ejemplo, se echa mano de los viajes que realizó en misiones económicas para vender la imagen de Bélgica en el exterior. En todas las ocasiones se hicieron evidentes sus dificultades para desenvolverse.
Pero este es el mal menor para los belgas, que en 2014 irán a las urnas con el temor de que se repita la crisis de 2010, cuando el país estuvo año y medio sin Gobierno. Entonces, la intervención del rey fue crucial para reconducir las negociaciones entre nacionalistas flamencos y valones. Los belgas no olvidan su esfuerzo: «Deja el listón muy alto», afirma un joven que fue al Palacio de Bruselas a apoyar al monarca.
La incertidumbre sobre el futuro de Bélgica ha despuntado al saber que será Felipe, un hombre con pocas dotes diplomáticas, el que tendrá que hacer frente a las tensiones entre la comunidad francófona y neerlandófona. Esa será la gran prueba de fuego, su oportunidad para ganarse el respeto del pueblo.
Por el momento las encuestas van en su contra y algunos partidos están aprovechando el momento para calentar el debate sobre el fin de la monarquía, una cuestión candente en otros países como España, donde los escándalos envuelven a la familia real. Pero el heredero belga tiene un as escondido: su mujer.
El matrimonio entre Felipe y Matilde estuvo mucho tiempo bajo la sospecha de haber sido concertado. El rey Alberto quería asegurarse de que la esposa de su hijo fuese un puente de unión entre las dos comunidades belgas: los flamencos del Norte y los valones del Sur. No es ningún secreto el desprecio que los norteños sienten por el futuro rey. Felipe es francófono, como sus antecesores, y tiene grandes problemas para hablar el neerlandés con soltura. Matilde, descendiente de valones y flamencos, demuestra un manejo perfecto de ambos idiomas.
Este detalle es de gran importancia en un país dividido por la lengua. Si Felipe quiere ganarse a los nacionalistas el Norte, deberá apoyarse en su mujer, una figura que despierta más admiración y simpatíaw.
Lo tiene difícil porque la inseguridad lo atenaza. Un día después del anuncio de la abdicación de su padre, ni siquiera fue capaz de afirmar que se siente preparado para tomar el relevo. Se limitó a manifestar la voluntad de cumplir con sus responsabilidades «de corazón».