Asegura que necesitaba «más apoyo» para acometer las reformas que pretendía
14 sep 2013 . Actualizado a las 06:00 h.Galicia recuerda hoy una parte de la historia de Chile que todavía causa dolor. Hace 40 años, Salvador Allende se suicidaba para evitar ser capturado por los militares golpistas de Pinochet. Óscar Soto Guzmán, médico del expresidente, estuvo allí, con él, hasta pocos minutos antes de su fatal desenlace. Fueron momentos terribles que Guzmán describió en Últimos días con Allende. Ahora ha publicado Allende en el recuerdo. Disertará a las ocho y media en el centro cultural A Fábrica (Oleiros).
«Es imposible -dice- no recordar sin estremecerse las explosiones, los gases lacrimógenos que lanzaron desde los helicópteros, el humo, las llamas y el calor asfixiante que hacía difícil respirar. ¿Si tuve miedo? Teníamos temor, pero, sorprendentemente, también la impresión de que a los que estábamos allí con el presidente no nos iba a pasar nada, porque las bombas caían en la parte central del palacio y estábamos en un lateral.
-¿Si Allende hubiera seguido vivo, la historia habría sido diferente, mejor?
-No, porque habría sido un rehén de los golpistas y el presidente de la República no puede someterse a vejaciones, como ocurrió con Abimael Guzmán, a quien metieron en una jaula para monos. Ese tipo de humillaciones, que era obvio que iba a sufrir por el odio que le tenía Pinochet, no podía permitirlo.
-¿Por qué no se dispuso un operativo para sacarlo de la Moneda y llevarlo a otro país?
-¿Sacarlo? ¿Adónde? Allende era una persona que conocía la política latinoamericana. Había visto la experiencia de aquellos mandatarios que huyen de sus responsabilidades. El presidente Jacobo Arbenz, de Guatemala, terminó destrozado políticamente. Era no conocer a Allende. Le ofrecieron salir en un avión, en la mañana del día 11, con sus familiares y colaboradores más directos, y lo rechazó.
-Enrico Berlinger afirmó que las transformaciones pretendidas por Allende eran de tal calado que una mayoría simple no era suficiente para aprobarlas. ¿Está de acuerdo?
-Sí, hace un análisis muy certero. Allende ganó la presidencia con poco más de un tercio del electorado. Después logró la mayoría absoluta en el Congreso, porque la Democracia Cristiana le votó, y en las municipales obtuvo el 49% de los votos. Su popularidad y respaldo electoral y social iban creciendo pero, efectivamente, era necesario más apoyo para hacer la reforma que pretendía, porque, hay que decirlo con franqueza, en ocasiones el Gobierno era superado por grupos de extrema izquierda. Esta situación hizo que las capas medias de la Democracia Cistiana se alarmasen por lo que creían que era una especie de comunismo soviético.
-¿Usted cómo consiguió no ser apresado?
-El general Palacios, que fue quien tomó La Moneda, al verme con la bata blanca de médico, permitió que atendiese a los heridos con otros compañeros, y, luego, que nos fuésemos a casa, previa entrega de los documentos de identidad. Fui requerido a presentarme al día siguiente y lo hice. Me interrogaron nueve horas. Un capitán, Isidoro Colodro, que también era médico, apareció por allí y, sorprendido, me dijo «tú qué haces aquí». El comandante le preguntó si me conocía, le respondió que sí, que éramos muy amigos, compañeros de estudios. Entonces autorizó que me trasladase a mi domicilio a la espera de una nueva llamada. En una ambulancia, Colodro me dejó en un lugar que garantizaba mi seguridad. Me salvó la vida. Al día siguiente pedí asilo en la embajada mejicana, donde estaba toda la familia Allende y también la mía.
-¿Presentarse a los militares no era una ingenuidad?
-Sí, fue una torpeza, consecuencia de creer que Chile seguía siendo un lugar donde se respetaba a las personas. Cometí un gran error. Otra gente también lo hizo y no tuvo la misma suerte que yo. Desaparecieron.
-¿Por qué la rebelión, además del apoyo de EE.UU., contó con una cobertura que iba de la derecha radical a la Democracia Cristiana?
-Durante los mil días de su gobierno, Allende buscó más apoyo social, pero esa ayuda se la tenía que dar la Democracia Cristiana y no lo hizo. El asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, que había sido ministro de Interior en el Gobierno de Eduardo Frei, por un grupo de extrema izquierda, empeoró la situación. Luego, se comprobó que en el grupo se habían estado infiltrando agentes de la CIA, de nacionalidad panameña. Los medios de comunicación tuvieron una tarea de intoxicación decisiva. Creáme Allende hizo todo lo posible para evitar lo que finalmente se produjo. Incluso, poco antes de la asonada, acudió a una cena en el domicilio del cardenal Silva Henríquez en la que estuvo presente el presidente de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin, pero no logró ningún apoyo.
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