Grecia se la juega. El euro, también. El tiempo se agota. Se acaba este mes. El día 28 vence la prórroga del rescate heleno. Y, si no hay acuerdo, Grecia puede acabar convertida en el primer país que abandona el euro. Adiós a la tan cacareada «irreversibilidad de la moneda única». Aquello de que una vez dentro ya no se puede salir.
No es ese el escenario central que manejan la mayoría de los analistas. Reconocen, eso sí, que las posibilidades son ahora mayores que en cualquier otro momento del 2012, cuando los griegos recibieron el segundo rescate. Y hay quien, como el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, cree que es solo cuestión de tiempo que Grecia abandone la eurozona. Pero, de momento, la opción del acuerdo -in extremis, y tras un agotador toma y daca, tan del gusto de la vieja Europa- lleva ventaja en las apuestas.
Porque, coinciden la mayoría de los expertos, unos (los griegos) y otros (sus socios) están condenados a entenderse. Si Grecia se va del euro -nadie puede echarla y ni siquiera está claro desde el punto de vista jurídico que pueda irse por su propio pie- las consecuencias para el país serían desastrosas: colapso del sistema bancario, brutal depreciación del dracma -su moneda oficial hasta el 2002, y a la que volvería-, corralito, hiperinflación, impago de la deuda, recesión sin precedentes...
¿Y para el resto de los países del euro? Quién sabe. Muchos piensan que la tormenta no sería, ni de lejos, comparable a la que habría desatado el abandono en el 2010, cuando se fraguó el primer rescate, en los albores de la brutal crisis de deuda que luego barrería el Continente. Incluso los hay -los analistas de Standard & Poor?s, por ejemplo- que están convencidos de que no implicaría grandes riesgos para la región. Dicen que la pérdida total de los créditos no perjudicaría la valoración crediticia de los acreedores. Otros - el economista estadounidense Barry Eichengreen-, sin embargo, creen que sería algo así como un «Lehman al cuadrado».
Nadie lo sabe a ciencia cierta. Por eso, es mejor no hacer experimentos. Y por eso, precisamente, la mayoría de las grandes firmas de inversión apuestan por el acuerdo.
Hasta diez razones enumeran los expertos del Royal Bank of Scotland, quienes afirman contundentes que se equivocan quienes predicen el Grexit. Esos argumentos van desde el reducido tamaño del PIB heleno hasta el hecho de que el coste de la marcha del país heleno sería mayor para sus socios europeos que su permanencia o que la mayoría de los ciudadanos griegos desean quedarse dentro.